¿Revolución pasiva?
Por ANULFO MATEO PÉREZ
La lucha por desplazar a los que gobiernan y tomar el poder político se hace “más simple”, cuando los de arriba se resisten a toda conquista popular, aunque en algunos casos la confrontación se prolonga.
Karl Marx y sus seguidores más destacados, orientaron en el sentido de que en la lucha de clases los obreros y otros trabajadores, se adueñen de la iniciativa política para alcanzar el poder.
Los segmentos hegemónicos de la burguesía aplicando medidas “progresistas” se han puesto a la cabeza de los “cambios” para desarmar, dividir y neutralizar a sus adversarios de clase.
Ejemplo de esa maniobra fue la aprobación del Código Agrario balaguerista en 1972, previo al desembarco de Francisco Caamaño por Playa Caracoles, eliminando el “peligro revolucionario” de la lucha por la tierra.
Respecto a esos presuntos “cambios liberales”, Antonio Gramsci elaboró una categoría: la «revolución pasiva». Y aunque la tomó de historiadores italianos, le dio otro trascendente significado.
Con la “revolución pasiva” los que están en el poder buscan introducir pequeñas transformaciones desde arriba para restaurar el sistema y neutralizar a sus gobernados y explotados.
Expresaba Gramsci que mediante la revolución pasiva los segmentos políticamente hegemónicos de la clase dominante intentan meterse «en el bolsillo» a sus adversarios más firmes.
La respuesta a esa trampa la tiene que dar el movimiento popular, si es que desea liberarse de la dominación hegemónica de sus verdugos, que se resisten a la justicia social, económica y política.
Y si de algo debe cuidarse el movimiento popular es de limitarse a la lucha economicista, es decir, a la «catarsis» de ese esfuerzo, porque así, todo intento de liberarse de las cadenas y tomar el poder, va al fracaso.