¡Sálvese quien pueda!
Miguel Reyes Sánchez
En los gobiernos de Joaquín Balaguer cualquier persona común podía escalar a una alta posición del Estado, ya que él tenía la osadía de designar a personas que no tuvieran la más mínima preparación sobre el área en que se estaban nombrando.
No era de sorprenderse que designara, por ejemplo, un ingeniero en Salud Pública, un cardiólogo en Finanzas, un matemático en Agricultura o un presentador de televisión en el Aeropuerto.
De igual forma, una vez designó a tres hermanos: dos como ministros y uno como director general porque la madre de ellos lo veía con asiduidad y le hacía trabajos con el más allá.
Sin embargo, esos funcionarios muchas veces fueron mejores gestores que los que eran profesionales del área. Aunque algunos, al desconocer el ámbito de sus funciones, muchas veces ejecutaban acciones inverosímiles.
Un día le pasaron a un funcionario dos listas: una de billeteros y otra de abogados. Los primeros recibirían una ayuda que habían solicitado, mientras que los segundos se designarían en diversas instancias del tren judicial como fiscales y ayudantes fiscales. Cuando amaneció al día siguiente, nadie entendía nada. Se confundieron las listas y se designaron los billeteros como fiscalizadores, mientras a los abogados se les otorgó una ayuda económica. Ya uno se imagina un billetero recibiendo su designación como fiscal de Moca. Cuando se dieron cuenta del error ya se habían publicado las listas y se tuvo que echar todo para atrás.
Otro de esos funcionarios ordenó a la Dirección de Rentas Internas que modificaran su número de placa porque quería que fuera más bajita, ignorando que en ese entonces la numeración se disponía de acuerdo con el primer decreto del gobierno entrante.
Otro de esos señores vulneraba todos los actos protocolares que se realizaban en el lugar que administraba, subiendo a las escalinatas de los aviones indebidamente para recibir dignatarios y retratarse con ellos. Ni el papa Juan Pablo II se salvó. Esto causó muchos problemas de protocolo internacional, ya que no entendían qué hacia ese señor en ese lugar.
Mientras el cardiólogo hablaba de la economía en términos médicos: “la paciente está estable”, “se le aplicó la dosis que necesitaba y se recuperará” o “se intervendrá el paciente en corto plazo”.
Un caso muy conocido fue cuando el administrador de la Corporación Dominicana de Electricidad, en vez de alegar desperfectos técnicos o problemas financieros como la causa de los largos apagones, optó por acusar a las chichiguas como responsables de la afectación del sistema.
En una ocasión el presidente escuchó que desde la calle, en una guagüita anunciadora, alguien voceaba: “presidente, lo están engañando” y preguntó qué quien era ese con tal escándalo. Le explicaron que era un dirigente de la base. De inmediato lo mandó a designar como secretario de la Presidencia. Un famoso empresario que fue testigo de esa situación, al salir del despacho, dijo a la prensa: “¡sálvese quien pueda!”.
Listín Diario