Satélites del tamaño de un microondas para democratizar el espacio
Madrid, 18 mayo .- El precio medio de un satélite convencional ronda los 500 millones de euros y su fabricación y lanzamiento está sólo al alcance de multinacionales, gobiernos y agencias espaciales -y en la mayoría de los casos de alianzas entre ellos-.
Los nanosatélites, del tamaño de un microondas, pretenden democratizar el espacio y que sectores que nunca se plantearon acceder a soluciones satelitales puedan ahora hacerlo de una manera más rápida y asequible.
Un nanosatélite se pueden diseñar, fabricar y lanzar en cuestión de meses, a un precio que ronda 1 millón de euros; pueden ser lanzados desde numerosas lanzaderas y cohetes; forman constelaciones que permiten una rápida renovación o actualización y su crecimiento exponencial ha multiplicado también el número de empresas y administraciones que recurren a ese tipo de servicios.
Son los argumentos que defiende el fundador y máximo responsable de Open Cosmos, Rafael Jordá, que puso en marcha esta empresa hace ocho años en el Reino Unido y hoy tiene sedes también en Barcelona, Madrid y Cádiz, con instalaciones para la integración y el testeo de los satélites en salas “blancas” o limpias y centros de investigación para avanzar en múltiples desarrollos electrónicos, cada vez más miniaturizados.
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Jordá, que en las próximas semanas recibirá el Premio Empresa de la Fundación Princesa de Girona, habla con EFE de “democratizar” el acceso al espacio y de cómo redundará eso en beneficio de la sociedad, del concepto de “nuevo espacio”, de tecnologías disruptivas e innovadoras, pero también de pasión, de entusiasmo, de talento, de liderazgo y de calidad profesional y humana.
Satélites ante los grandes retos de la humanidad
La empresa fabrica y opera satélites y desarrolla con ellos misiones que propician la recopilación de datos geoestacionales o servicios de telecomunicaciones, fundamentales -ha explicado su fundador- para abordar algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad (el cambio climático, el uso eficiente de los recursos naturales, la predicción de catástrofes naturales), pero también para favorecer la conectividad de áreas remotas o facilitar la gestión de la ayuda humanitaria.
Ha ganado ya concursos y desarrollado proyectos para la Comisión Europea, para el Reino Unido, para la Agencia Espacial Europa (ESA) o para la Generalitat de Cataluña (el nanosatélite “Menut” de observación de la Tierra).
Para la Junta de Andalucía (el satélite “Agapa” para la Agencia de Gestión Agraria y Pesquera de la Junta de Andalucía); o para el Instituto Astrofísico de Canarias (el “ALSIO-1” para identificar riesgos medioambientales y climáticos y optimizar el uso de los recursos naturales).
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El mallorquín Rafel Jordá señala que de momento la tasa de éxito de las misiones que ha desarrollado se sitúa en el 100 por cien y que la compañía tiene una cartera de contratos para desplegar otros dieciocho nanosatélites por un importe global que ronda los 50 millones de euros, contratos y cantidades que a su juicio van a propiciar la creación de empleo de calidad y la retención de talento científico español.
El ingeniero repasa su pasión por la ciencia y por el espacio desde niño; cómo aprendió de sus padres -sanitarios los dos- que el margen de error se debe aproximar a cero; la transformación “o incluso revolución” que está experimentando el sector aeroespacial gracias a los nanosatélites y de cómo un sueño se transforma en proyecto y un proyecto se convierte en empresa tras superar las tres grandes barreras del sector: la altísima complejidad tecnológica, la estricta regulación y los elevados costes.
Y entre las líneas de negocio más importantes y atractivas en el futuro, Jordá se refiere a las “constelaciones agregadas” de satélites, capaces de recopilar los datos que ofrecen los cientos de satélites y nanosatélites que ya orbitan la Tierra -de diferentes empresas y gobiernos- para darles una nueva aplicación y convertirlos en información útil y práctica para muchos más usuarios y en muy diferentes sectores (marítimo, seguridad, agricultura, pesca, medio ambiente o comunicaciones).
“La industria espacial ha estado tradicionalmente al alcance de muy pocos”, ha manifestado a EFE Rafel Jordá, y ha valorado que durante la última década la “miniaturización” de los satélites ha permitido “democratizar” el espacio gracias a unos procesos de diseño y fabricación mucho más rápidos y menos costosos, lo que a su juicio tampoco tiene por qué llegar a suponer ninguna “saturación”.