¿Se apaga la llama votiva de Cabo Rojo?
Por JUAN LLADO
Han pasado casi dos años desde que el presidente Abinader, en una iniciativa que resolvería la pobreza de nuestro suroeste, anunció el proyecto de desarrollo turístico de Pedernales. Hasta ahora se ha logrado planificar el proyecto y arrancar algunas obras clave. Sin embargo, a la fecha no se reportan avances significativos en el desarrollo del aeropuerto y la captación de inversores hoteleros. Aparenta que esas dos tareas son las prioridades más crujientes para lo que resta del periodo de gobierno.
Concepcion artística del Aeropuerto Internacional de Cabo Rojo.
Los 9 hoteles de la primera fase del proyecto estarán ubicados al sur del Cabo.
Se recordará que la Dirección General de Alianzas Público-Privadas (DGAPP) comisionó un Plan de Desarrollo Turístico de Cabo Rojo, Pedernales y que este fue elogiado por su calidad técnica. Ese plan contempla una primera fase de desarrollo que incluye un puerto de cruceros, la construcción de 4,700 habitaciones, el aeropuerto internacional, un centro comercial y todas las obras de infraestructura básicas (acueducto, planta de tratamiento, transmisión eléctrica, etc.). Tendrá también un paseo botánico, zona de golf, villas, buffer y parque de agua. La inversión total de esta primera fase asciende a US$1,300 millones.
A la fecha se ha iniciado la ejecución de algunos componentes del Plan. Aunque de poca inversión relativa, el Estado está invirtiendo en la remodelación del hotel boutique de Cabo Rojo, el cual está ubicado en las antiguas instalaciones de la Alcoa.
Hotel boutique de Cabo Rojo en construcción.
Pero de mayor significación es el desarrollo de Port Cabo Rojo, el puerto de cruceros que, con una inversión de RD$7,000 millones, incluye 1) cuatro posiciones de atraque, un centro de recepción de pasajeros, un parque acuático, la zona de playa y una “zona interactiva, zona recreativa, asoleaderos, zona comercial, spa, restaurante principal, hotel boutique, área de mantenimiento.” El otro componente iniciado consiste en “la construcción de las obras de infraestructuras hidrosanitarias, las que constituyen la base para edificación de los hoteles.” Estas incluyen 9 kms del alcantarillado sanitario y el drenaje pluvial, lo cual implica una inversion de RD$1,185 millones y un tiempo de ejecución de 18 meses.
Port Cabo Rojo y parcial ubicación del proyecto de desarrollo turístico del Fideicomiso Pro-Pedernales.
En adición, el Comité Administrativo del Fideicomiso Pro-Pedernales, el cual está presidido por el Ministro de la Presidencia, ha anunciado varias licitaciones. Entre estas se incluye una licitación para “los estudios de suelo para levantar hoteles, la construcción del mercado binacional y una verja perimetral en el aeropuerto doméstico. Además, se está licitando “los estudios geotécnicos y diseño de pavimento para la construcción en siete lotes de nueve hoteles de uno a seis niveles, de entre 300 y 750 habitaciones cada uno.” El Fideicomiso tambien ha “dado a conocer el protocolo ético para los procesos competitivos” (entiéndase licitaciones de obras y contratación y ha anunciado planes para comenzar a preparar los recursos humanos que demandara Port Cabo Rojo. Este ultimo deberá comenzar a recibir cruceros en diciembre del 2023 y se espera que llevará un millón de cruceristas anualmente a la zona.
La más reciente y sorprendente convocatoria del citado Fideicomiso ha sido la licitación anunciada para “la realización de los trabajos de construcción del hotel del lote 10 del Proyecto de Desarrollo Turístico Cabo Rojo, Pedernales, por lo que convocó a las personas jurídicas nacionales e internacionales a dar muestra de interés para participar en dicho proceso.” La sorpresa de esta licitación es que, aparentemente, será el Estado quien invertirá en la construcción del primer hotel del proyecto. Esto choca con los varios anuncios que han hecho las autoridades en relación con el vivo interés de diversas cadenas hoteleras internacionales en desarrollar los hoteles. Con el lanzamiento del proyecto se dijo que eran 12 las cadenas que habían mostrado interés, pero posteriormente ese número se redujo a ocho y en FITUR de enero pasado el número se había reducido a seis. Llegó a decirse que la construcción de esos hoteles se iniciaría en el mes de junio de este año.
¿A que se debe que los inversores privados no estén construyendo los hoteles y sea el Estado quien, aparentemente, se aboca a construir el primero? ¿Es que se apagó la llama votiva del proyecto y ya nadie se interesa? ¿Es que los atractivos naturales del área, incluyendo la paradisiaca playa de Bahía de las Águilas, no atraen la atención de los potenciales inversores turísticos? ¿Sera que todos hemos reverenciado esos recursos naturales erróneamente?
Las respuestas a estas interrogantes pueden estar cargadas de subjetividad y carecer de fundamentos. Pero para quien esto escribe la situación no debe desconsolarnos. Si los inversores privados no han abrazado la cruzada turística de Cabo Rojo debe ser por una de dos poderosas razones. La primera es que todavía no hay un aeropuerto y de nada serviría tener un hotel abierto al público si no se puede llenar con los turistas que lleguen en aviones. La segunda es que el interés de los potenciales inversores está centrado en la misma Bahía de la Águilas y Cabo Rojo no resulta tan atractivo por su playa no es comparable. Una tercera hipótesis tendría que ver con una desidia inicial de los potenciales inversores similar a la que existió en el caso de Puerto Plata, cuando la emergencia de un destino nuevo generaba cierto nivel de incertidumbre sobre su eventual éxito.
La inexistencia de un aeropuerto en operación es una justificación entendible. Es obvio que nadie quiere tener un hotel vacío esperando que el aeropuerto comience a generar un tráfico apetecible. (Lo que parece paradójico, sin embargo, es que el Fideicomiso este dando mayor prioridad a la construcción de hoteles que al desarrollo del aeropuerto.) La segunda hipótesis sobre la preferencia por Bahía de las Águilas, aunque prima facie atendible, no parece ser la clave porque la playa adyacente a Cabo Rojo es suficientemente atractiva. Siempre y cuando todas las obras de la infraestructura básica del proyecto y de los servicios adicionales estén en su sitio –como fue el caso con Puerto Plata—habría interés de parte de los potenciales inversores. Una mejor opción para la ubicación del proyecto hubiese sido Bahía de las Águilas, pero Cabo Rojo es una opción viable y los ambientalistas deben apoyar su desarrollo porque ellos prevalecieron en el juicio de las autoridades para que se optara por Cabo Rojo.
Se puede asumir sencillamente que el desarrollo del proyecto no ha avanzado lo suficiente y que esa es la razón de la reticencia de los inversores privados. Ellos no solo tienen la ventaja de ubicarse en un entorno deseable para el turismo de playa, sino que además no tendrían que comprar los terrenos para sus hoteles (siempre que se asocien con el Estado, su propietario). Ahora bien, estamos a mitad del periodo del presente gobierno y, con las estrecheces presupuestarias que hoy día confronta, no parece probable que la velocidad de las obras sea lo posible en lo que resta del periodo. De ahí que el interés en el proyecto mostrado por el Banco de Desarrollo de America Latina (CAF) pueda ser la llave para una mayor aceleración. Y el hecho de que el Banco Centroamericano de Integración Económica acaba de reservar US$1,750 millones para financiamientos en el pais es otra alternativa.
La llama votiva de este proyecto no puede apagarse bajo ningún concepto. El presidente Abinader no puede desmayar y debe emplearse a fondo para que su iniciativa se colme de éxitos. Dada la pobreza ancestral de esa región se justifica incluso que llame a un pacto de las fuerzas vivas de la nación para reafirmar el compromiso con la materialización del proyecto. La pobreza del suroeste debe tener quien le escriba.
Publicado en Acento