Si EE. UU. busca una pelea con México, no terminará bien
Por Ioan Grillo
The New York Times
Grillo es un colaborador de Opinión que lleva dos décadas cubriendo la violencia de las pandillas y el crimen organizado en México y en otros lugares de América Latina.
En medio de días de protestas en Los Ángeles, en los que policías han disparado balas de goma, manifestantes han ondeado banderas mexicanas y el gobierno de Donald Trump ha enviado a miles de soldados en lo que llamó una misión para asegurar las calles, influentes de la derecha trumpista empezaron a echar la culpa al sur del río Bravo.
La voz más alta fue la del activista y autor Charlie Kirk, quien publicó un video engañoso para sus millones de seguidores en las redes sociales bajo el titular “La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum es una amenaza mayor para Estados Unidos que Vladimir Putin”. Como él mismo dijo: “Esta mujer, la presidenta de México, está hablando de liderar un levantamiento en el interior de Estados Unidos”.
La gente dice muchas locuras en internet, pero el argumento pareció llamar la atención de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, quien se hizo eco de él el martes en la Casa Blanca. “Claudia Sheinbaum salió y alentó más protestas en Los Ángeles, y la condeno por ello”, dijo Noem a los periodistas. “Ella no debería alentar las protestas violentas que se están produciendo”.
De hecho, ocurre todo lo contrario. Sheinbaum, la presidenta mexicana de 62 años de edad, se apresuró a pronunciarse en contra de cualquier tipo de violencia en Los Ángeles. “La quema de patrullas parece más un acto de provocación que de resistencia”, dijo el lunes. “Debe quedar claro: condenamos la violencia venga de donde venga”.
Sheinbaum ha sido una socia confiable de Washington desde que asumió el poder el pasado 1 de octubre, presionando a los cárteles de la droga y a sus redes de tráfico ilícito de personas y dando al presidente Trump una de sus pocas victorias claras al ayudar a reducir el flujo de migrantes indocumentados y de fentanilo que se dirigen al norte. Ha contribuido a aliviar las tensiones bilaterales sobre el comercio y los aranceles, al tiempo que, a diferencia de otros líderes mundiales, ha logrado evitar enfrentamientos personales con Trump.
El argumento que esgrimen Noem y Kirk no solo es erróneo, sino también peligroso. Alienta a los halcones de Washington que quieren desencadenar ataques militares unilaterales contra los cárteles en territorio mexicano. Desplegar ataques con aviones no tripulados y operaciones de las Fuerzas Especiales al sur de la frontera puede resultar atractivo para los partidarios de Trump, pero no derrotaría a los cárteles, que son redes criminales en expansión con muchos miles de afiliados, incluidos algunos en Estados Unidos. Podría torpedear la relación con México, un país orgulloso de su soberanía, lo que haría políticamente imposible que Sheinbaum siguiera cooperando con Washington. Una relación totalmente combativa con México, como pretenden comentaristas como Kirk, casi con toda seguridad empeoraría los problemas sobre el comercio y los cárteles e inflamarían más protestas en Estados Unidos, así como en México.
Como es natural, muchas personas en México simpatizan con sus compatriotas que se enfrentan a la detención y deportación en el marco de la represión de la inmigración del gobierno de Trump. Y algunos políticos del partido Morena de Sheinbaum se han dedicado a la oratoria nacionalista desde que estallaron las protestas, señalando que California solía formar parte de México. Pero no es probable que una ruptura seria provenga de México. A México no le interesa fomentar el malestar en su principal socio comercial, que le compartió 840.000 millones de dólares en comercio transfronterizo el año pasado. Los sentimientos nacionalistas distan mucho de una conversación política seria sobre una “reconquista” de California.
El número de personas que cruzan la frontera de México a Estados Unidos sin documentación alcanzó un récord durante la presidencia de Joe Biden, y la Patrulla Fronteriza informó de “encuentros” con 2,5 millones de personas en el año fiscal 2023. La gran mayoría de estas personas no eran de México, sino de toda América Latina y del mundo, y muchas huían de la violencia y las dictaduras para solicitar asilo. Las cifras empezaron a descender en 2024, cuando Biden dificultó la solicitud de asilo en el periodo previo a las elecciones.
Desde que Trump asumió el poder, ha hecho casi imposible solicitar asilo en la frontera, y México también ha tomado medidas enérgicas contra las pandillas de traficantes de personas y ha utilizado a su propia Guardia Nacional para detener a los migrantes que se dirigen al norte. Los encuentros con la Patrulla Fronteriza en abril se redujeron un 94 por ciento en comparación con el mismo mes de 2023, lo que la convierte en una de las pocas cuestiones de campaña en las que Trump puede decir que ha cumplido con solidez.
Sheinbaum también ha tomado medidas enérgicas contra el tráfico de fentanilo este año, con redadas de las fuerzas de seguridad mexicanas en los escondites y detenciones o disparos mortales a figuras de los cárteles. La cantidad de fentanilo confiscada en la frontera se desplomó un 67 por ciento entre octubre y abril; que se confisque menos suele significar que se trafica menos. Puede que Sheinbaum respondiera a la presión de Trump, quien empezó a proferir amenazas sobre este asunto en cuanto ganó las elecciones en noviembre, pero estaba cumpliendo.
Ciudad de México también ha demostrado su voluntad de colaborar con Washington de otras maneras. En febrero, el gobierno mexicano tomó la medida sin precedentes de expulsar de las cárceles mexicanas a 29 presuntos altos cargos de cárteles y transferirlos a la custodia estadounidense. Entre los presos se encontraba Rafael Caro Quintero, a quien Estados Unidos llevaba décadas queriendo juzgar por su presunta implicación en la tortura y asesinato del agente de la Administración de Control de Drogas Enrique (Kiki) Camarena. Los abogados de los sospechosos alegaron que la expulsión era ilegal, pero el fiscal general mexicano citó una ley de seguridad nacional.
Sí, México padece una corrupción arraigada y podría hacer más para reprimir a los políticos y funcionarios vinculados a los narcotraficantes. Pero este problema no se detiene en la frontera. Desde que en 2002 se creó el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que incorpora a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, más de 100 agentes y funcionarios del CBP han sido condenados por delitos, entre ellos trabajar con narcotraficantes y traficantes de migrantes.
Sheinbaum también tiene algunos críticos acérrimos en casa, un signo saludable en una democracia que funciona, aunque tenga defectos. Existe una preocupación legítima por una reforma judicial en la que todos los jueces federales y estatales serán elegidos y no designados, un cambio que probablemente colocará en el banquillo a más leales al partido gobernante Morena. Su aprobación fue respaldada por el predecesor y mentor de la presidenta, Andrés Manuel López Obrador, y desencadenó protestas masivas. Pero por ahora Sheinbaum sigue entre los presidentes más populares del mundo, con más del 70 por ciento de aprobación. Ha demostrado ser una líder estable en un país que se enfrenta a muchos retos importantes.
El gobierno de Trump no debería enemistarse con esa clase de buen vecino. Trump debe escuchar a las voces más sensatas sobre México en su círculo íntimo y seguir trabajando fructíferamente con Sheinbaum. Seguir la retórica incendiaria y destrozar la relación con un socio que ha aportado tanto sería el camino de la locura.
The New York Times