Siete razones para no separar las elecciones municipales
Rosario Espinal
Desde la reforma constitucional de 1994, cuando se separaron las elecciones municipales y legislativas de las presidenciales a dos años, me he opuesto a la separación de elecciones.
La Constitución de 2010 unificó las elecciones para el 2016, pero esa misma Constitución separó a partir de 2020 las elecciones municipales, a celebrarse tres meses antes de las presidenciales-legislativas. También me he opuesto a esta separación.
Aquí explico nueva vez por qué considero que no deben separarse las elecciones municipales.
Primero, el sistema político dominicano es muy presidencialista; por tanto, el Presidente, quien sea, ve como una prueba de su legitimidad triunfar en las elecciones no presidenciales, y se lanza al ruedo para ganar la mayoría de las posiciones. Más aún, si esas elecciones son tres meses antes de las presidenciales.
Segundo, el sistema político dominicano es muy clientelista. Con el uso real o simbólico de los recursos públicos, el partido en el poder impacta las elecciones. Por eso la separación de elecciones no elimina necesariamente el arrastre (hubo mucho arrastre en febrero 2024).
Tercero, los municipios no tienen independencia económica. La estructura impositiva de la República Dominicana descansa en el Gobierno Central que capta la inmensa mayoría de los impuestos. Los municipios dependen de las asignaciones arbitrarias del Poder Ejecutivo. La ley señala la cantidad que debe entregarse y no se respeta.
Cuarto, como los municipios no tienen autonomía económica, es limitado lo que pueden hacer a favor de la ciudadanía. Recogen la basura y hacen algunas pequeñas construcciones (arreglan parques, construyen canchas). Muchos ni siquiera hacen eso. La situación es peor en los distritos municipales, donde hay menos capacidad técnica y económica. Si eliminaran los 235 distritos, integrándolos a los municipios de los que eran parte, se ahorraría dinero para realizar obras municipales.
Quinto, en elecciones no presidenciales votan menos personas, por tanto, las autoridades electas tienen menor legitimidad popular. Y votan menos porque consideran esos puestos menos relevantes y de menores recursos.
Sexto, celebrar elecciones separadas es más costoso; la Junta Central Electoral (JCE) tiene que hacer dos montajes. De unificarse, se entregarían boletas diferentes a los electores para los distintos niveles de elección con un solo montaje. También debe eliminarse el recién estrenado voto preferencial para regidurías y vocalías. Aumentan el costo de campaña y son tantos candidatos que la ciudadanía no logra conocerlos.
Séptimo, aunque esto parezca trivial, haber escogido el mes de febrero para celebrar elecciones municipales fue una idiotez. En febrero se celebra el carnaval, el amor y la amistad y las fiestas patrias. La gente debe disfrutar sin política electoral.
La sociedad dominicana es muy politizada, y qué bueno. Pero los políticos deben entender que lo fundamental no es celebrar muchas elecciones, sino gobernar bien una vez electos.
Parte de la deficiencia de la democracia electoral dominicana radica en que en nombre de la democracia se ha fragmentado demasiado el territorio y las posiciones electivas para crear más cargos a favor de los dirigentes de partidos (que son muchos), no para bien del pueblo.
Hoy