Sigamos apostando a una mayor longevidad con calidad
Sergio Sarita Valdez
José Alfredo Jiménez, fenecido cantautor de canciones rancheras mexicanas, mostró en sus interpretaciones un sube y baja anímico con un espectro difícil de igualar. El extremo fatalista se nota en las primeras estrofas de su composición titulada “Camino de Guanajuato” en la que dice: «No vale nada la vida/ la vida no vale nada/ comienza siempre llorando/ y así llorando se acaba…”
El también fallecido cantautor cubano Pablo Milanés se refirió al valor del vivir desde otra perspectiva. Veámoslo en una de sus bellas inspiraciones con perfume martiano nombrada “La vida no vale nada”; leamos: “ La vida no vale nada cuando otros se están matando/ Y yo sigo aquí, cual si no pasara nada/ La vida no vale nada si escucho un grito mortal/ Y no es capaz de tocar mi corazón que se apaga… La vida no vale nada si cuatro caen por minuto/ Y, al final, por el abuso se decide la jornada”.
Utilizo como pie de amigo esta última joya caribeña para apoyar mi enfoque salubrista del Homo sapiens dominicano. Cierto que la pandemia de la covid-19 ha venido a alterar negativamente el ritmo que llevaba la esperanza de vida al nacer de la población criolla que para el año 2021 alcanzaba ya la cifra de 74.4 años. Igual de nefasto para el bienestar del colectivo de República Dominicana sigue siendo la guerra que se libra en el territorio ucraniano de la Europa del Este. Recordemos que habitualmente eran decenas de miles los turistas de esa parte del mundo en conflicto los que llenaban nuestras playas divinas.
A pesar de la nube guerrera y de la expansión viral hay muchas herramientas útiles al alcance de nuestras manos que podemos usar para seguir mejorando nuestra expectativa de vida. Siendo el país mayormente urbano algunas medidas básicas generales aplicadas de manera sistemática reducirían la morbilidad y mortalidad poblacional. Veamos: Si como colectivo convenimos disponer de agua potable en cada hogar dominicano entonces el cólera y las demás enfermedades diarreicas agudas desaparecerían de una vez y para siempre de la sociedad dominicana. Si se recogen oportuna y rutinariamente los desechos sólidos que se generan diariamente en el ambiente citadino, entonces los ejércitos de ratas no estarían transmitiéndonos la leptospirosis que tantas vidas nos quita frecuentemente. Reforzar los programas de inmunización en la población infantil reducirían los indicadores de muertes en menores. Mejorando la calidad de las atenciones prenatales en todas las embarazadas permitirían una labor reproductiva con menor riesgo de consecuencias fatales. Reducir la ingesta de sal en la alimentación diaria reduciría la incidencia y prevalencia de la hipertensión arterial en jóvenes, adultos y envejecientes. Disminuyendo y equilibrando la carga de carbohidratos en el plato criollo y en las golosinas retrasaría el desarrollo de la diabetes mellitus en toda la población. El ejercicio físico y el control en el consumo de grasas animales conlleva menos obesidad y enfermedad cardíaca coronaria en hombres y mujeres. Los chequeos médicos anuales de las personas darían la oportunidad de detectar el cáncer temprano, ofreciendo la oportunidad para su cura definitiva.
Es mucho lo que juntos podemos hacer para que sigamos apostando a una mayor longevidad con calidad para todos, a pesar de las adversidades del presente.