Síndrome de Jorge Blanco
J.C. Malone
Desde antes de ganar las elecciones, el gobierno del presidente Luis Abinader demostró una muy preocupante pobreza creativa. Claro, hicieron cambios morfológicos, pero todas sus estrategias retornan al pasado; hoy tenemos un conjunto de signos y síntomas que forman el Síndrome de Salvador Jorge Blanco.
Jorge Blanco ganó las elecciones denunciando la corrupción, levantaba y agitaba las manos prometiendo gobernar “con manos limpias”. El presidente Luis Abinader, hijo del exsecretario de Finanzas de Jorge Blanco, José Rafael Abinader, ganó las elecciones con su discurso anticorrupción, también prometió “honestidad y transparencia”.
Jorge Blanco financió su “Gobierno de Concentración Nacional” (1982-86) con préstamos, aumentó un 95% a la deuda pública.
Sobre el endeudamiento del gobierno de Abinader, solo mirando ”el festival de préstamos” en los periódicos, sabemos que vamos por el mismo camino o quizá mucho peor. Gastamos el 25% del presupuesto, uno de cada cuatro pesos en pagar “los servicios” de la deuda externa.
Jorge Blanco terminó arrodillado ante Fondo Monetario Internacional (FMI) que le impuso unos “ajustes estructurales” que dispararon un estallido social brutalmente reprimido. Bajo Jorge Blanco, el balance negativo de nuestras cuentas nacionales se escribió con sangre.
El gobierno de Abinader necesita una urgente “reforma fiscal”; el nuevo nombre de los mismos “ajustes estructurales” de Jorge Blanco, es un impostergable “pendiente”, de claras consecuencias.
El Listín Diario publicó, el sábado pasado, un documentado artículo de José Joaquín Joga, “¿Lloraremos como Argentina?” advirtiendo que avanzamos a un colapso tipo el “corralito” de Argentina.
El gobierno pretende ocultarlo todo con manipulaciones mediáticas, 700 millones de dólares y cinco años más tarde, la segunda línea del metro no arranca, quizá nunca arrancará.
Antes de encarar eso, Abinader “inaugura” tres nuevos vagones para la primera línea, a la que no le dan mantenimiento, pero le duplican su capacidad de carga y transporte.
Cuando la ineficiencia se refugia en la improvisación, buscando aprobación, todos corremos peligros. Tenemos varias crisis simultáneas, pretendiendo que no existen, las profundizamos; esto puede ser peor que el Síndrome de Jorge Blanco.