Situado vs remesas
Eduardo García Michel
El Situado era un envío de monedas que la corona española remitía a algunas colonias para solventar gastos. Su arribo espoleaba el latir de las actividades. Constituía una expresión de dependencia, articulada por medio del control del intercambio. La consecuencia fue alentar el parasitismo y castrar el potencial de generación de estímulos internos para incrementar la producción, el intercambio.
En nuestra época existe un Situado que opera bajo el nombre de remesas: Inhiben la producción exportadora, hacen florecer las importaciones, erosionan la creación de enlaces sectoriales, reducen el potencial de producción e ingresos.
El costo de las remesas es elevado, pues se basan en la emigración forzosa y desarraigo de la familia; conducen a la pérdida de identidad nacional en la medida en que la población dominicana desplazada es sustituida por inmigrantes irregulares haitianos; debilitan el tejido productivo.
Inexplicablemente, los artífices de la política económica se congratulan del auge de las remesas y eluden referirse a su alto costo. El resultado es una economía que crece con aportes pequeños de valor agregado nacional, y que siente bajo su cuello una espada de Damocles que cada vez que se hinca provoca pérdida progresiva de la dominicanidad.
Las remesas, junto a los subsidios internos, explícitos o no, influyen poderosamente en la disminución de la propensión a ofrecer la mano de obra en el mercado de trabajo, apuntalando una tendencia de aversión al compromiso social de generación de valor agregado, que termina siendo asumido por inmigrantes irregulares.
Algunos insisten en reducir este fenómeno social a la categoría coloquial de que «el dominicano no quiere trabajar», cuando en realidad es víctima de las políticas en vigencia desde hace décadas.
La clase dirigencial tiene ante sí un enorme reto que demanda un cambio en la concepción y contenido de la política económica.
Lo anterior no significa que debamos renunciar a recibir el dinero de las remesas. Ya ese daño está hecho. Pero sí, en cambio, deberíamos frenar la cantidad de nacionales que abandonan su tierra en busca de oportunidades que no les brinda su terruño. Es decir, proporcionar más trabajo digno para los dominicanos y reducir progresivamente la inmigración irregular de haitianos.
Ahora hay quienes se espantan porque el gobierno de los Estados Unidos acaba de aprobar un impuesto a la remesas generadas en su suelo. El susto no alcanza para tanto: continuarán llegando y perfilando una economía que crece con grandes disparidades sociales y precarios aportes al desarrollo.
En 2010, de acuerdo con las estadísticas publicadas por el Banco Central, el país recibió remesas por valor de US$3,683 millones, mientras que en 2024 ingresaron US$10,756 millones. El monto se multiplicó por casi tres veces.
Esa cifra es equivalente a la que aporta el turismo a cambio de la prestación de servicios y entrega de bienes, mientras que las remesas exigen el desarraigo de los dominicanos de su tierra.
En términos geográficos los principales receptores de remesas son los residentes en el área metropolitana de Santo Domingo, incluyendo a San Cristóbal. En 2023 recibieron el 47.5 % del total, seguido por Santiago con el 13.7 %, Duarte con el 4.7 % y
la Vega con el 3.8 %. Esto no es una sorpresa dado el grado de acumulación de la población en la exigua esfera geográfica de Santo Domingo y sus linderos.
Los montos promedios que se despachan han evolucionado al alza. En 2010 eran de US$218.3 por transacción, mientras que en 2023 se elevaron a US$261.4.
¿Dónde se originan esos flujos? En 2010 el 66.4 % tuvo su fuente en los Estados Unidos y el 12.1 % en España. En 2023 los Estados Unidos remitieron el 84.5 % y España el 5.9 %. Siendo así se está en presencia de un grado de dependencia muy alto de las políticas que en esta materia lleven a cabo los Estados Unidos.
Quién sabe si en el futuro ese país decidiría aprobar otro tipo de medida, por ejemplo, la prohibición de transferirlas, en cuyo caso causaría un colapso súbito y desgarrador a la economía dominicana. Tal desenlace entra dentro de las probabilidades en un mundo en que la incertidumbre se torna en dominante.
De ahí que sea tan sorprendente la escasa preocupación que muestra la dirigencia nacional por este asunto, como si la atención debiera fijarse en lo banal y no en lo relevante. Parece mentira que un factor de riesgo de tanta contundencia permanezca ignorado por los entes de toma de decisiones y que ni siquiera forme parte del debate nacional.
Así es nuestro país, pero quizás no para siempre.
Diario Libre