Tensión en el Estrecho de Ormuz podría disparar el petróleo a $150 y provocar crisis energética global

Santo Domingo, 12 julio. – Las crecientes tensiones geopolíticas entre Irán e Israel han encendido las alarmas en los mercados internacionales, ante la posibilidad de que un cierre del estrecho de Ormuz eleve el precio del petróleo hasta los 150 dólares por barril.

Este escenario, considerado por analistas como una amenaza real, tendría profundas consecuencias económicas y estratégicas a nivel mundial, debido a que por este corredor marítimo transita aproximadamente el 20% del petróleo transportado por mar en el planeta.

El conflicto, que ha escalado en los últimos meses con ataques cruzados y amenazas abiertas, podría transformar este paso clave en un escenario de confrontación directa.

La posibilidad de que Irán intente bloquear el estrecho con maniobras navales, uso de drones o minas marítimas, ha generado un ambiente de alta incertidumbre. Las interrupciones en el suministro podrían generar pérdidas estimadas en unos 200 mil millones de dólares, según analistas financieros.

Desde el punto de vista económico, las consecuencias de una paralización del tránsito en Ormuz irían más allá del incremento en los precios del crudo. Países altamente dependientes de las importaciones energéticas como China e India sufrirían severas interrupciones en sus suministros.

Al mismo tiempo, las naciones miembros de la OPEP+ podrían verse incapaces de compensar rápidamente la reducción en la oferta global.

Las causas del actual deterioro incluyen recientes ataques aéreos israelíes contra instalaciones iraníes y la respuesta de Teherán con ataques misilísticos hacia objetivos en países aliados a Estados Unidos.

A esto se suman las agresiones de los hutíes contra infraestructuras energéticas en Arabia Saudita, lo que agrava aún más la fragilidad regional. Israel, por su parte, ha reforzado su estrategia disuasoria con apoyo estadounidense, que ha desplegado recursos militares adicionales mientras busca evitar un conflicto abierto.

En caso de un cierre efectivo del estrecho, los efectos sobre el mercado energético global serían inmediatos. Las principales monedas podrían debilitarse, las presiones inflacionarias aumentarían en naciones importadoras y los inversionistas acudirían masivamente a activos refugio como el oro. El impacto sobre las decisiones de política económica sería severo, reconfigurando estrategias fiscales y monetarias de países clave.

A largo plazo, un evento de esta naturaleza podría acelerar la transición energética en múltiples regiones, impulsando políticas de diversificación de fuentes y fortaleciendo la inversión en energías renovables, como una respuesta preventiva ante futuras disrupciones de origen geopolítico.

Expertos internacionales identifican mediados de 2025 como un periodo de alto riesgo, debido al contexto regional marcado por tensiones nucleares, protestas internas en Irán y decisiones estratégicas pendientes de Estados Unidos e Israel. Los recientes ataques a infraestructuras en Qatar y los despliegues navales en el Golfo son vistos como indicios de que una escalada aún mayor podría estar en curso.

Desde junio pasado, el intercambio de hostilidades ha aumentado en intensidad. Israel ha bombardeado sitios estratégicos iraníes en múltiples ocasiones, mientras Irán ha respondido atacando bases en países vecinos e incluso alcanzando una base estadounidense en Qatar.

Aunque un frágil alto al fuego mediado por Washington sigue en pie, expertos en seguridad señalan que el equilibrio es precario y susceptible de romperse con cualquier provocación.

“Si Irán cierra el estrecho, no será solo una interrupción del suministro de petróleo; será un cambio geopolítico de enormes proporciones”, advirtió un analista energético de Société Générale. Esta visión es compartida por otros expertos que, aunque divididos sobre la probabilidad exacta del cierre, coinciden en que su impacto sería de largo alcance y difícil de contener.

Por ahora, mientras el estrecho de Ormuz permanece abierto, los mercados internacionales se mantienen en alerta. Inversionistas evalúan cada movimiento diplomático o militar en la región con el temor de que una sola acción mal calculada pueda desatar una crisis energética sin precedentes.

Analistas estiman que cualquier respuesta de Estados Unidos o de los aliados regionales de Israel podría desencadenar una espiral de represalias que ponga en jaque la seguridad del suministro global de petróleo.

La incertidumbre se mantendrá al menos hasta octubre, cuando se espera que nuevas decisiones de la OPEP+ y cambios en las políticas fiscales de grandes economías puedan aportar algo de estabilidad.

Mientras tanto, la región del Golfo Pérsico continúa como epicentro de una potencial crisis global. La pregunta clave sigue sin respuesta: ¿se trata de una tensión transitoria o del preludio de una conmoción energética a escala planetaria?

Fuente: mil21

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