The Washington Post en el ocaso

Gonzalo Marroquín Godoy

Cuando se silencia a un medio o a un periodista, quien más pierde es la sociedad. Uno de los más prestigiosos diarios del mundo empezó a declinar cuando lo compró Jeff Bezos… y ha llegado a su ocaso.

Hablar de The Washington Post, es hablar de una “catedral” del periodismo mundial. En su mejor época, quienes trabajaban o escribían en el diario, solían ser los periodistas mejor calificados, con un compromiso muy claro: servir a sus lectores, al pueblo y a Estados Unidos, basados en principios éticos, anteponiendo el valor de la noticia y la credibilidad ante cualquier amenaza o peligro que pudiera surgir. Al frente estaba la legendaria Katharine Graham.

Ciertamente mantuvo una línea independiente en la que editoriales y páginas de opinión estaban abiertas a diferentes corrientes de pensamiento, mientras que en los contenidos noticiosos se privilegiaba el derecho de los lectores a recibir información sobre cualquier otro aspecto o interés particular.

En su sala de redacción se tenía claro que nunca se permitiría una injerencia de la Casa Blanca o de los partidos políticos, como tampoco los anunciantes podían influir sobre lo que se publicaba. El compromiso con la búsqueda de la verdad, que todo periodista debe llevar en su mente y corazón, era marcado en su equipo de periodistas.

Tanto era así que, cuando dos de sus reporteros, Bob Woodward y Carl Bernstein, destaparon en junio de 1972 lo que llegó a ser el “escándalo de Watergate”, se armó una poderosa tormenta política Washington. La historia reconoce la labor y valentía del diario en la caída de Richard Nixon –quien tuvo que renunciar–, un presidente que intentó durante dos años ocultar toda la corruptela que el periódico destapaba con sus constantes investigaciones periodísticas.

En 1979 tuve la oportunidad de conocer la sala de redacción del The Washington Post, cuando Woodward se había convertido en uno de los editores del diario y junto a Bernstein habían publicado un best seller bajo el título “Todos los hombres del presidente”, que luego fue brillantemente llevado a la pantalla. Caminar en aquella “catedral” y escuchar las discusiones entre reporteros y editores sobre un tema fue todo un curso de periodismo en una hora.

En 2013, cuando Jeff Bezos compró el periódico a los descendientes de la señora Graham, no dejé de sentir cierta nostalgia, pues sabía que el comprador podía tener muchas cualidades, pero no tenía ni un pelo de periodista –propio o de tradición–, lo que no permitía augurar nada bueno para un medio que ya enfrentaba, como toda la industria de prensa impresa, grandes problemas por el cambio de era ante la penetrante influencia de internet y las redes sociales.

Al parecer, en los primeros años Bezos tuvo poca injerencia en la parte periodística, aunque algunos nombramientos mostraban cierta tendencia a controlar la redacción.

Pero la llegada de Trump a la Casa Blanca ha sido un disparador para que, finalmente, el magnate de Amazon irrumpiera en la política editorial del diario y anunciara cambios en la política de sus editoriales y columnas de opinión. Ya no habrá libertad en el editor de esas páginas, sino que se tendrá que limitarse a publicar temas sobre libre mercado y las libertades personales.

El editor de las páginas de opinión, David Shipley renunció de inmediato ante la orden del dueño, porque entendió que se trata de un giro radical, que seguramente se verá reflejado en otros cambios muy pronto. No parece una casualidad que esto ocurra luego de que la Casa Blanca prohibiera el ingreso de los corresponsales de Associated Press (AP) luego de que la agencia de noticias se negara a acatar “órdenes” de llamar “Golfo de América” al golfo de México.

Pero suceden más cosas en contra la libertad de prensa. En los vuelos del presidente Trump en el Air Force One, solo se aceptará a periodistas “escogidos”, es decir, los que apruebe el magnate-presidente.

Pero volviendo al The Washington Post, no cabe duda de que ha dejado de ser una “catedral”, para convertirse en un templo sin espíritu y sin valores periodísticos, aquellos que un auténtico medio independiente muestra y los periodistas de corazón y mente respetamos.

Jeff Bezos puede ser un genio tecnológico; es de admirar por lo que ha hecho crecer a Amazon; plausibles son sus intentos de conquistar el espacio; y admirable su facilidad para amasar una gran fortuna. Sin embargo, no tiene espíritu de periodista y mira al The Washington Post como un medio importante para quedar bien con “Mr. President”

Los periódicos y medios independientes enfrentan grandes desafíos en todo el mundo y, a pesar de ello, se mantienen como último bastión para proteger a la sociedad de la gigantesca e imparable desinformación que nos asfixia y engaña. Durante siglos, la prensa ha sido el principal contrapeso frente a los abusos y poderes de los gobernantes autocráticos o dictatoriales. Ha sido una institución al servicio de la libertad, la democracia y las personas.

El problema es que cada vez hay menos medios independientes. El mundo está cambiando y la desinformación crece. Cuando el bando independiente pierde un periódico como The Washington Post, hay muchas razones para lamentarlo…

Listín Diario

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