Tierras raras y demás yerbas…

César Nicolás Penson Paulus

Las “tierras raras”, que no son raras ni son tierras, están de moda como término vacío, pero en boca de todos, “vox populi” y más que en la nueva “Era de Trump”. Wikipedia, nuestra recurrida enciclopedia digital dice: “Tierras raras, es el nombre común de 17 elementos químicos: escandio, itrio, y 15 elementos del grupo de los lantanidos.

(Lantano, cerio, praseomdimio y 12 elementos de nombres extraños para nosotros los no técnicos). Se las califica de “raras” debido a que es muy poco común encontrarlos en una forma pura, aunque hay depósitos de algunos de ellos en todo el mundo.

El término «tierra» no es más que una forma arcaica de referirse a algo que se puede disolver en ácido, o dicho de otro modo, es una denominación antigua de los óxidos”. Existen voces (nada más que esto, voces) cuantificando, sin criterios, los volúmenes posibles en nuestros espacios mineros, no explotados creando falsas expectativas que no obedecen a estudio alguno.

Cuando andábamos en los afanes independentistas de la barbarie haitiana en 1844, ya países de Europa hacían estudios descubriendo las llamadas tierras raras. Tan lejos como 1904 ya aquí se hacían labores exploratorias y toca el éxito a Antonio (Tony) Isa Conde, como ministro de Energía y Minas, lograr reunir todos los estudios realizados hasta el 2013, referentes a hidrocarburos y crear la Base Nacional de Datos de Hidrocarburos.

Otro hito fue la creación de la Reserva Fiscal, con el Decreto 430-18 para preservar los recursos mineros bajo control estatal ante una sospechada exportación clandestina de elementos no definidos.

La guerra por las tierras raras por los elementos necesarios para respaldar las energías verdes y la fabricación de carros eléctricos y para mantener la parte oscura de esas llamadas tecnologías verdes e involucra a China que hace años que lleva la delantera en su identificación, explotación y procesamiento.

Tienen el 37% de estas reservas globales y controla el 80% del mercado mundial de los productos refinados. Con ellos se fabrican magnetos permanentes imprescindibles en las turbinas eólicas y los autos eléctricos, además se usan en resonancia magnética nuclear, pantallas LCD, baterías, refinado de petróleo, catalizadores, aditivos para vidrios, pantallas de celulares y tabletas, súper imanes, láser, iluminación, baterías especiales de larga duración, sistemas de comunicación, equipos informáticos, controles de seguridad y mil y una diabluras del imaginario industrial moderno.

Todos estos, ligados a la vida moderna y la del futuro inmediato. Todo ese modernismo contrasta con el enanismo conceptual criollo de poder ponernos de acuerdo de cómo propiciar su explotación, de manera que contribuya de forma puntual con la vida nacional y en especial como apoyo a las comunidades cercanas a su existencia. La explotación de esas “tierras raras” comprometen al medio ambiente y lo social.

No es posible que seamos simple dueños de los desechos y daños ambientales, como ha sido desde el descubrimiento y debemos trabajar para mucho más, siendo socios del progreso.

El Caribe

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