Tony Blanco: una estrella del béisbol que se apagó entre los escombros del Jet Set

Haina, 11 de abril. – En el béisbol japonés dejó una marca imborrable: 41 jonrones y 136 carreras remolcadas en 2013, una temporada que lo convirtió en uno de los bateadores más temidos del circuito asiático. Pero a pesar de sus logros en los diamantes de Japón y República Dominicana, Tony Blanco será recordado por la forma trágica en que perdió la vida la madrugada del martes, cuando colapsó el techo de la discoteca Jet Set.

A sus 45 años, Blanco asistió a la fiesta del merenguero Rubby Pérez, también fallecido en la tragedia, junto a su pareja sentimental Nelfy Sánchez, quien igualmente perdió la vida. Su nombre engrosa la larga lista de 221 fallecidos que dejó el colapso estructural del popular centro nocturno en Santo Domingo.

El expelotero fue velado en el polideportivo de Haina, su municipio natal, donde fue homenajeado junto a otros cinco oriundos de la zona, todos víctimas del siniestro. Apenas media hora duró el velorio abierto al público, antes de que fuera conducido al cementerio municipal para recibir cristiana sepultura al mediodía del jueves.

La despedida fue breve, pero cargada de emociones. Lágrimas, abrazos y recuerdos entrelazaban a familiares, amigos y vecinos que aún no asimilan la pérdida. Su hermano, Rafael Blanco, rememoró al Tony niño, rebelde y apasionado por el béisbol, que solía escaparse sin permiso para ir a jugar.

“Nadie sabía a dónde se iba… mi madre pensaba que andaba en malos pasos, pero estaba en el play, construyendo su sueño”, relató entre sollozos.

Ese sueño lo llevó a firmar con los Medias Rojas de Boston en 1998, iniciando una carrera que lo llevaría a las Grandes Ligas con los Nacionales de Washington en 2005, donde participó en 56 partidos y bateó para .177.

En la pelota invernal dominicana jugó durante seis campañas con los Tigres del Licey y Estrellas Orientales, destacando en 2008 con 9 cuadrangulares y 21 remolcadas.

Más allá del terreno, Tony era descrito como un hombre alegre, solidario y entregado a su familia. Su hermano Franklin lo recordó como un ser generoso: “Se quitaba la comida de la boca para dársela a los demás. Siempre estaba dispuesto a ayudar”. Blanco deja en la orfandad a cinco hijos, el más pequeño de apenas unos meses de nacido.

Así se despidió Haina de su hijo ilustre, entre aplausos contenidos por el dolor, y el eco de una carrera que brilló con fuerza en el diamante, pero que tuvo un final tan repentino como devastador.

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