Trump, el General de una guerra inventada
Gina Montaner
El presidente Donald Trump siempre ha tenido una relación conflictiva con la verdad. No es algo nuevo. Antes de saltar a la política, cuando sólo era un empresario millonario y ocasional presentador de realities en la televisión, manejaba los hechos a su antojo para amoldarlos a sus intereses, sus filias y sus fobias. Por ejemplo, en 1989 cinco jóvenes afroamericanos y latinos fueron condenados por un caso de violación en Central Park, Nueva York, que, como se probó al cabo de los años, no habían cometido. En aquella época, el empresario pagó por un anuncio en la prensa pidiendo que se reinstaurara la pena de muerte en Nueva York y se ejecutara a esos muchachos, que cumplieron largas condenas hasta que otro hombre confesó que había sido el autor del crimen. Eran sus primeros pasos en el arte del populismo inflamado.
Sigamos haciendo memoria: durante la campaña presidencial de Barack Obama en 2008 y a lo largo de su presidencia, se propagó la falsedad de que el demócrata en realidad había nacido en Kenia y, para aspirar a la presidencia en Estados Unidos, había falsificado su certificado de nacimiento. Uno de los principales impulsores de dicha teoría de conspiración, que se conoce como el Movimiento Birther, fue Trump, quien todavía no mostraba abiertamente su ambición política pero ya sacaba sus afiladas y retorcidas garras. Fue tanta su insistencia, jaleado por Steve Bannon, otro maestro de los bulos y gurú de la facción MAGA que acabó encabezando el actual presidente, que Obama acabó por enseñar públicamente el dichoso certificado (había nacido en Hawái, de madre estadounidense y padre keniata) para acallar un rumor con evidentes tintes racistas.
Demos un salto en el tiempo y que nos lleva al segundo mandato de Trump: un retorno que deja pequeños sus convulsos primeros cuatro años en la Casa Blanca, cuando puso en marcha su populismo autoritario y, tras perder contra Joe Biden la reelección, lo tensó al instigar una subordinación con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. En aquel entonces el republicano no llegó a romper la cuerda de la democracia americana, pero diseminó, y lo mantiene hasta el día de hoy, que perdió por un supuesto fraude electoral. A su regreso al poder después de ganarle a Kamala Harris en 2024, Trump ha subido el voltaje de su modelo populista y sin cortapisa alguna multiplica sus mentiras para que se ajusten a sus aspiraciones despóticas y, lo más grave, desoye a la ley, cimiento del Estado de Derecho.
Cuando se cumple medio año de este segundo periodo trumpista, el mandatario ha movilizado efectivos de la Guardia Nacional y Marines a Los Ángeles, California, con el pretexto de que hay una supuesta “insurrección en la ciudad californiana que bordea una “guerra civil”. Se ha amparado en una ley que no se emplea desde 1965, cuando Lyndon B. Johnson la activó para proteger en Alabama a los activistas que protestaban en contra de la brutal segregación racial en el Sur, a pesar de que ni el Gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, ni la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, solicitaron a Washington dicho refuerzo.
En realidad, la innecesaria militarización de Los Ángeles se debe a la escalada de violencia provocada por la propia administración Trump, al poner en marcha con ICE redadas indiscriminadas en esa ciudad para “cazar” a inmigrantes que pudieran ser indocumentados. Forma parte de un plan nacional con el que el gobierno pretende detener a unas 3000 personas por día a lo largo y ancho del país. California, un Estado cuyo tejido social y económico en gran medida está compuesto por inmigrantes (en Los Ángeles la mitad de sus residentes son de origen hispano), es, según los MAGA, terreno fértil para su agresiva política anti inmigrantes. Es preciso recordar que en la campaña electoral contra Harris Trump llegó a decir que la presencia de inmigrantes “envenena la sangre” de la nación. Otra de sus dañinas retóricas, ésta en particular, eco de la propaganda de Hitler en Alemania.
Listín Diario