Trump, Gaza y la Riviera del Oriente Medio
Andrés Hernández Alende
A pocas semanas de su triunfante regreso a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump ya ha generado fuertes polémicas, alarma e indignación en su país y a nivel internacional.
El martes 4 de febrero, propuso que Estados Unidos ocupe Gaza, reubicando a la población palestina en países vecinos y transformando la franja a orillas del Mediterráneo en la “Riviera del Oriente Medio”. Su plan es llenar Gaza de hoteles y residencias de lujo, desterrando a su población autóctona, que sufre la agresión y la ocupación de Israel desde hace más de medio siglo.
La idea de convertir el enclave palestino en un destino turístico fastuoso demuestra una visión simplista y despiadada ante la tragedia de Gaza, reducida a escombros por los bombardeos israelíes. Trump, un magnate del sector inmobiliario, parece tratar los conflictos internacionales como si fueran problemas de bienes raíces. Su idea de crear una Riviera del Oriente Medio combina una macabra gentrificación, una limpieza étnica, con un sueño ambicioso y desmesurado.
En su plan, Trump quiere colocar a Gaza bajo el control de Estados Unidos y reasentar en países como Egipto y Jordania a unos 1,8 millones de palestinos. Su propuesta revela que apoya la intención extremista del gobierno de Israel de erradicar la presencia palestina en Gaza.
Se han alzado numerosas voces en la comunidad mundial condenando enérgicamente el plan de Trump, calificándolo de “limpieza étnica”. El derecho internacional prohíbe el traslado forzoso de poblaciones, y la ONU ha advertido que esas acciones son ilegales. Pero Trump lleva a cabo una política exterior basada en su lema de “America First” (Estados Unidos Primero), que conlleva un desdén hacia las soluciones diplomáticas y un afán por imponer condiciones unilaterales.
El polémico plan para Gaza se suma a otros decretos controvertidos que Trump ha firmado en estos escasos días que lleva en el cargo. Entre ellos: la restauración de la persecución contra los inmigrantes indocumentados, que ya produce casos de discriminación racial y étnica. Está muy bien perseguir y detener a los criminales extranjeros, sin olvidarse de detener a los criminales e infractores que han nacido aquí, y que por supuesto son la mayoría. Pero no está bien crear un clima de terror en la comunidad hispana, incluso entre los que tienen residencia legal en Estados Unidos, una comunidad que da un aporte vital a la economía y a la sociedad norteamericana y que constituye un componente inseparable del tejido social de la nación.
Trump también ha revertido regulaciones ambientales que son esenciales para salvar al planeta del cambio climático. Ha reanudado sus ataques contra medios de comunicación que critican sus acciones. Y la ha emprendido contra la diversidad sexual: ha dicho que su gobierno solo reconoce dos sexos –hombre y mujer– y hace poco firmó una orden ejecutiva que prohíbe a las mujeres transgénero competir en deportes femeninos, entre otras medidas discriminatorias. Se trata de acciones que contravienen conquistas sociales y derechos alcanzados por la comunidad LGBTIQ+ tras largos años de lucha.
En Gaza, la propuesta de Trump ignora la profunda conexión histórica y cultural de los palestinos con su tierra ancestral. Desplazar a la población palestina para crear en el devastado enclave un centro turístico de lujo reduce una tragedia pavorosa y una compleja realidad política y humana a una simple oportunidad mercantilista de desarrollo inmobiliario. Es un plan insensible que sienta un precedente de deshumanización en aras de intereses económicos y objetivos supremacistas inadmisibles. Los países vecinos de Gaza se han negado a aceptar esa reubicación, y la comunidad internacional repudia ese plan de desfachatado colonialismo.
Listín Diario