Trump, Harris y el simbolismo perdurable de McDonald’s
Por Marcia Chatelain
The New York Times
En la política presidencial estadounidense hay que ir al encuentro de los votantes potenciales donde ellos estén. Por eso, cada cuatro años, las iglesias, los campus universitarios e incluso las peluquerías se convierten en los pilares del circuito de la campaña presidencial. Este año, los contendientes han añadido el área donde se fríen las papas a la francesa del McDonald’s. El fin de semana pasado, Donald Trump entró un McDonald’s de Bucks County, Pensilvania, y le dijo al encargado de la sucursal que buscaba trabajo, explicando que “siempre he querido trabajar en McDonald’s”.
La imagen pública del empleado usual de McDonald’s se ha entrelazado con el esquivo votante que ambos partidos esperan asegurar en los últimos días de la contienda. Las campañas de Trump y Harris se han basado en el sueño americano de la industria y el capitalismo desenfrenado para contar una historia sobre la movilidad social y quién puede ofrecérsela a más estadounidenses. La narrativa sobre quién posee y quién trabaja en McDonald’s forma parte de esa historia.
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Desde que la vicepresidenta Kamala Harris hizo alusión en anuncios de campaña y entrevistas a su experiencia trabajando en un McDonald’s cuando era estudiante, la campaña de Trump la ha acusado de mentir sobre sus McCredenciales. Ni siquiera la revelación de que el segundo caballero, Doug Emhoff, fue empleado del mes en un McDonald’s ha servido para atenuar la acusación de que los demócratas no conocen ni entienden los Arcos Dorados tan bien como Trump. Trump resucitó sus afirmaciones infundadas de que Harris nunca trabajó en un McDonald’s en el condado de Bucks.
Cuando Harris y Emhoff trabajaban en McDonald’s a principios de la década de 1980, el salario mínimo nunca superó los 3,35 dólares por hora. Este es el periodo que consolidó la idea de que la mayoría de sus empleados eran como Harris y Emhoff, jóvenes que trabajaban temporalmente para complementar sus mesadas o juntar dinero para pagar matrículas. La edad media de un trabajador de comida rápida en 2021 era de 26 años. En los años ochenta, Trump —aficionado y cliente frecuente de McDonald’s— estaba siendo entrevistado por los noticieros sobre su ambiciosa carrera inmobiliaria en Nueva York. Hay un largo trecho de promotor inmobiliario a hacer papas a la francesa y trabajar en el AutoMac.
Cuando Harris habla de McDonald’s, los votantes de clase trabajadora pueden ver a una futura presidenta que conoce la fatiga de los empleos mal pagados del sector de servicios. Según el más reciente reporte de diversidad de McDonald’s, el 20 por ciento del personal de sus restaurantes está conformado por personas negras, y el 35 por ciento de sus compañeros de trabajo son hispanos, dos grupos que pueden darle la victoria a Harris. Cuando Trump comparta la que se dice que es su orden favorita (dos sándwiches Filet-o-Fish, dos Big Macs y una malteada), sus fans podrán aplaudir a un tipo rico que no desprecia la comida rápida. Es posible que gran parte de la base de Trump se identifique menos con trabajar en un McDonald’s que con soñar con obtener la riqueza de Trump y poseer uno.
Cuando las franquicias de McDonald’s apenas comenzaban, en la década de 1950, una serie de políticas públicas impulsaron una economía en auge e hicieron posible el sistema de franquicias que puso a las personas de clase media al frente de negocios. Estas oportunidades solían estar disponibles para hombres blancos, quienes tenían más acceso al capital necesario para entrar en el negocio de las franquicias que las personas negras. Además, el jefe de McDonald’s, Ray Kroc, enfocó su liderazgo inicial en los suburbios, muchos de los cuales eran racialmente excluyentes y generaban una base de consumidores cautivos para los productos de McDonald’s.
A finales de la década de 1960, impulsada por los llamamientos a la justicia provocados por el asesinato del reverendo Martin Luther King Jr. en 1968, McDonald’s empezó a ofrecer franquicias a hombres afroestadounidenses, en colaboración con los esfuerzos del presidente Richard Nixon por promover el capitalismo negro. Nixon creó una Oficina de Empresas de Minorías para conectar empresas privadas con recursos públicos que pudieran diversificar los negocios y establecer pequeñas empresas en comunidades que ofrecían pocas opciones para la venta al por menor y el comercio.
McDonald’s fue una de las primeras participantes en estos programas. En el transcurso de unos años, los clientes negros de Chicago, Kansas City, Los Ángeles y San Luis celebraron con gran orgullo la apertura de las primeras franquicias negras de McDonald’s. Aunque estos operadores, como se les conoce, batallaron por conseguir condiciones financieras favorables, mantener sus negocios en zonas económicamente deprimidas y hacer oír su voz en la organización McDonald’s, predominantemente blanca, muchos de ellos perseveraron y expandieron sus negocios a otros lugares.
Nixon señaló estos negocios como signos de su compromiso con la justicia económica y reclutó a una nueva generación de empresarios negros para que expresaran lo que él había hecho posible para ellos. En comunidades que habían estado reclamando una acción federal contra el desempleo entre la gente negra, la brutalidad policial y la discriminación en todos los sectores, Nixon sugirió que esos problemas podían resolverse con flamantes negocios nuevos, muchos de ellos restaurantes de comida rápida. Razonó que si sembraba iniciativas económicas en las comunidades negras y hacía crecer la prosperidad negra de ese modo, no tendría que enfrentarse a problemas más estresantes como la segregación residencial y escolar.
El planteamiento de Nixon de generar vías hacia la riqueza negra era una forma de atraer a los votantes negros. El Partido Republicano utilizó más ampliamente sus llamamientos proempresariales para cooptar a los partidarios del movimiento Poder Negro, quienes veían las empresas con propietarios negros como una meta para construir la fuerza política y económica de las personas negras.
A principios de la década de 1980, cuando Harris vestía su uniforme de McDonald’s, el restaurante era un faro de esperanza para el emprendimiento de las minorías, pero también un símbolo de la marginación económica de los trabajadores de todos los colores. En las décadas siguientes, sonarían las alarmas sobre el impacto negativo de la comida rápida en la salud, especialmente de los afroestadounidenses. Los franquiciados negros alegarían discriminación racial dentro del sistema, y organizaciones crearían campañas para sindicalizar a los trabajadores de la comida rápida. A pesar de todas estas críticas y conflictos, la temprana relación del gobierno con el crecimiento de McDonald’s en la comunidad negra de EE. UU. y la sensación general de que los negocios serían el camino para salir de la desigualdad han dado forma a lo que ambos partidos ofrecen a los votantes negros.
A medida que se acercan las elecciones de 2024, tanto Trump como Harris han demostrado que la McDonaldización de nuestra política continúa. La semana pasada, la campaña de Harris dio a conocer una plataforma para hombres negros, destacando como prioridad la promesa de crear un millón de “préstamos condonables de hasta 20.000 dólares a empresarios negros”, e incluía una mayor protección para “criptomonedas y otros activos digitales”. La inclusión de estos elementos no supondrá una gran diferencia a la hora de estabilizar la precariedad económica que sienten millones de familias negras que han sido vulnerables no solo a los legados históricos de discriminación racial, sino también a los retos actuales del aumento de los costos de la vivienda y de la inflación.
El enfoque empresarial de los demócratas imita algunas de las formas del Plan Platino 2020 de Trump para los votantes negros, que prometía “500.000 nuevas empresas con propietarios negros” y “acceso a capital en las comunidades negras de casi 500.000 millones de dólares”. Hay pocas pruebas de que el Partido Republicano haya tomado medidas para hacer realidad alguna de estas promesas, incluso sin Trump en la Casa Blanca.
Aunque hay muchas cosas en las que Trump y Harris no están de acuerdo, igual que muchos estadounidenses, su opinión sobre el papel de McDonald’s en la movilidad económica es algo que comparten. Ambos candidatos parecen basarse en la idea de que los votantes negros están más seducidos por las promesas del libre mercado que por las garantías de salarios justos y protecciones laborales, algo que con demasiada frecuencia se niega a los trabajadores de comida rápida.
Marcia Chatelain es profesora de estudios africanos en la Universidad de Pensilvania y autora de Franchise: The Golden Arches in Black America.
The New York Times