Un coloso musical dominicano, marginado aquí
Hijo del abogado José María Frómeta y Olimpia Pereira, el inmortal Billo Frómeta nació en Santo Domingo el 15 de noviembre del 1915 con el nombre de Luis Maria Frómeta Pereyra. El genio musical dominicano vivió junto a su familia en San Francisco de Macorís, donde inició sus estudios de música, teoría y solfeo además de saxofón y clarinete. A manera ilustrativa de sus condiciones excepcionales como fenómeno musical, dirigió a la edad de 15 años, como fundador, la banda de música del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo. Fue estudiante de medicina con otros músicos cuyo destino fue el mismo, al responder a sus inclinaciones naturales y no a lo que la familia esperaba de ellos. Conjuntamente con Simó Damiton y Negrito Chapuseaux forma un conjunto musical denominado Santo Domingo Jazz Band. En los inicios de la dictadura de Trujillo, como estudiante de medicina ingresó al hospital militar, siendo obligado a utilizar uniforme y se rehusó. Expulsado de la carrera y sin recursos, se embarca en un vapor llamado “Sordwagen” llegando a Caracas el 31 de diciembre del mismo año. Allí comenzaron a tocar con el nombre de Billo’s Happy Boys en el Roof Garden, lugar de baile caraqueño. Con Negrito Chapuseaux como cantante, inicia una fructífera relación con el pueblo venezolano que lo acogió como natural de ese país hermano. Conoce a Agustín Lara, el monstruo de la música universal, quien por asuntos contractuales compuso canciones para su orquesta, con seudónimos. Tras verse aquejado de tifus y con su orquesta desbandada por el diagnóstico clínico de que no se curaría, funda en 1940 la Billo’s Caracas Boys, símbolo musical de Venezuela. Por un asunto de celos, por los innumerables éxitos de Billo Frómeta, en 1958 es impedido “de por vida” a actuar en Venezuela, por intrigas del genio musical Aldemaro Romero. En 1960, superado ese error gremial, reagrupa su orquesta ya convertida en el conjunto de música bailable más importante de Caracas. En Tenerife reunió 250,000 personas bailando al mismo tiempo, mientras cantaba Celia Cruz, lo que le valió un récord Guinness. Murió el 5 de mayo de 1988 tras sufrir un derrame cerebral mientras ensayaba para dirigir la sinfónica de Caracas, en un merecido homenaje por sus 50 años de vida artística. Apenas una callecita de Arroyo Hondo reconoce la exaltación de un dominicano que puso en alto el nombre de la Patria. El Ayuntamiento del Distrito Nacional debe propiciar el nombrar una vía de más importancia y darle valor a ese coloso de la música nacional, proyectando su trayectoria. Al gobierno central le toca también. Billo mantuvo brillando su dominicanidad y agradecido dedicó múltiples obras a su segunda patria, Venezuela. Trujillo logró ocultarlo para el pueblo dominicano, siendo tiempo de reivindicarlo. El Ing. Fernando Gil, musicólogo además, dictó recientemente en Casa de Teatro, una interesante charla en la que destacó sus infinitos aportes musicales, lamentado la poca trascendencia en su patria natal.