“Un fuerte olor a sacristía…”

Tony Raful[email protected]

 A finales de los años 80 del siglo pasa­do estuve en una gradua­ción de nuevos profesiona­les que hizo la Universidad Interamericana, apadrinan­do a una cuñada que se in­vestía. Al concluir la cere­monia de los graduandos, vi pasar a mi lado, al pa­dre Oscar Robles Toleda­no, quien se detuvo y me dijo, “te leo y los temas que abordas son de mi interés, además escribes bien”. Que una persona de su forma­ción intelectual me dijera eso, fue para mí un estímu­lo considerable, a lo que yo le respondí, “gracias”. Le di­je además, que era un lec­tor de sus artículos en el pe­riódico “El Caribe”, bajo el seudónimo de P. R. Thomp­son. El Padre Robles cursó sus estudios religiosos du­rante el periodo de la Italia fascista de Mussolini, y te­nía una cultura enciclopédi­ca y filosóficamente profun­da. Cuando la desaparición de Galindez, él era el Cón­sul de Trujillo en New York, y fue inmediatamente sus­tituido por el General Artu­ro Espaillat. Quedamos en vernos “próximamente”, a petición mía. Nunca nos vi­mos nuevamente. El Padre Robles Toledano no se acor­daba de que, ya nos cono­cíamos. En 1978 cuando la gran crisis post electoral, y sectores vinculados al Po­der reeleccionista, preten­dieron desconocer los re­sultados de las elecciones del 16 de mayo de ese año, en las que resultó electo co­mo Presidente, don Anto­nio Guzmán, se desató una controversia política jurí­dica alrededor del proceso electoral y la legitimidad de los resultados, concomi­tantemente con una pre­sión nacional e internacio­nal que doblegó la voluntad golpista desconocedora de los resultados elecciona­rios. La oficina del Lic. Ra­fael Bonnelly se convirtió en centro diario y nocturno de la defensa jurídica de los resultados electorales. Una parte de los mejores juris­consultos del país se dio ci­ta en medio de la crisis, que amenazó con desconocer el orden jurídico y democráti­co del país. Enviados por el Dr. José Francisco Peña Gó­mez, a procurar un docu­mento a esa oficina, Hatuey Decamps y yo, nos aperso­namos a altas horas de la noche, en medio de la crisis y los temores de una virtual confrontación militar.

Recuerdo de aquellos días, la comparecencia an­te la televisión del presiden­te Balaguer, y su respuesta a los documentos jurídicos y políticos que el PRD es­grimió, para hacer respetar la voluntad popular. Bala­guer, ripostó las acusacio­nes implícitas de una trama para alterar los resultados electorales. Entonces Bala­guer dijo, que rechazaba su contenido porque eran de­nuncias sin fundamentos, y que la redacción de esos ataques desconsiderados a su persona, evidentemen­te tenían, “un fuerte olor a “Sacristía”. La Sacristía es el lugar donde se revisten los sacerdotes y donde están guardados los ornamentos y otras cosas pertenecien­tes al culto, con lo cual Ba­laguer, conocedor de la ín­tima relación de trabajo y amistad de Bonnelly y el Padre Robles, así como de la prosa del Padre Robles, lo identificaba como el autor del texto. Confieso que me quedé con las ganas, luego de aquella graduación de los años 80, de reunirme con él y recordarle, cómo y dónde nos habíamos vis­tos, y evocar una anécdota que él contó esa noche so­bre Balaguer, que revelaba la animosidad entre ellos, que nos dejó a todos estu­pefactos y boquiabiertos. Les prometo relatarla un día, tal como él la contó esa noche, y que yo no he podi­do olvidarla.

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