«Un milagro entre las aguas»: Dominicanos relatan el terror de las inundaciones en Valencia

Santo Domingo, 2 de noviembre – La vida de Carmen Valdera, una dominicana radicada en las afueras de Valencia, cambió en cuestión de minutos cuando una avalancha de agua desbordada irrumpió en su hogar, sorprendiendo a su familia y a la pequeña comunidad de Catarroja.

Lo que comenzó como una noche aparentemente tranquila el pasado 29 de octubre, pronto se transformó en un caos en el que Carmen y su esposo apenas lograron escapar ilesos. Las torrenciales lluvias que sacudieron la Comunidad Valenciana dejaron tras de sí un rastro de destrucción, que según autoridades, constituye una de las mayores inundaciones en la historia reciente de la región.

La noche del desastre, Carmen y su esposo, un español que no había enfrentado desastres naturales de esta magnitud, observaban el informativo en la televisión, sin imaginar que las aguas estaban a punto de tocar su puerta. La situación se tornó crítica cuando un video de la inundación le llegó al teléfono de su esposo, mostrando cómo el agua avanzaba rápidamente hacia su zona.

“Nos salvamos de chepa,” cuenta Carmen, todavía incrédula ante la rapidez de los eventos. Fue ella quien instó a su esposo a actuar, a pesar del estado de shock en el que él se encontraba, y a recoger lo esencial antes de evacuar. Sin embargo, cuando Carmen abrió la puerta, el agua ya estaba a punto de entrar a su hogar, impidiéndole llegar siquiera a las habitaciones para recoger pertenencias adicionales.

En su relato, Carmen describe cómo, en cuestión de minutos, las calles de su vecindario se convirtieron en ríos caudalosos, atrapando a residentes en sus casas. La región donde ella reside, una zona agrícola de Catarroja, se vio especialmente afectada debido a la cercanía de ríos y canales que no soportaron el caudal acumulado.

«Apenas hay unas tres familias en mi vecindario, y todas quedamos atrapadas», explica la dominicana. La noche se convirtió en una prueba de resistencia: «Yo amanecí encima de la mesa del comedor porque en mi patio ya había un río a las tres de la mañana. No me quedó más remedio que esperar a que el nivel del agua bajara».

La situación fue especialmente difícil para Carmen, quien no tenía modo de comunicarse ni de recibir ayuda. Solo dos personas lograron llegar caminando hasta su hogar al día siguiente, trayendo consigo alimentos básicos y agua potable. Hasta entonces, ella y sus vecinos se encontraban incomunicados, en una especie de «isla» improvisada en medio de la tragedia.

El despertar de un pueblo anegado

Amanecer en Catarroja el 30 de octubre fue un golpe emocional para los residentes. Las calles estaban cubiertas de lodo y escombros: tarros con plantas volcados, sillas y herramientas de agricultura dispersas, mostrando el impacto de una de las peores inundaciones que la región ha registrado en años.

Los daños materiales son incalculables y hasta el momento se han confirmado más de 200 fallecidos en toda la Comunidad Valenciana, una cifra que probablemente aumentará a medida que continúen los rescates y evaluaciones.

Carmen Valdera señala que aunque aún no ha podido recibir ayuda oficial debido a la inaccesibilidad de la zona, sí ha sido contactada por las autoridades locales, quienes han tratado de brindar apoyo y monitorear su situación.

Sin embargo, la comunidad se encuentra prácticamente aislada, con caminos intransitables y el suministro eléctrico y de agua interrumpido. “Ha sido muy difícil, estamos devastados. Todo está dañado: la estufa, la despensa, los muebles… El agua llegó a la cocina, la lavadora, el refrigerador, todo,” detalla Carmen, mientras observa los daños en su hogar.

La amenaza Ppersistente del Río Turia

Una imagen del pueblo de Catarroja, en Valencia, España, con una de sus calles inundada
A medida que la región intenta recuperarse, una nueva preocupación inquieta a los habitantes de Valencia: el riesgo de que el río Turia, que atraviesa la ciudad y desemboca en el mar Mediterráneo, se desborde debido al rebase de una presa cercana.

Las autoridades monitorean el embalse de Buseo, el cual se encuentra en un estado de emergencia nivel dos, aunque en proceso de estabilización. No obstante, cualquier nuevo episodio de lluvias podría hacer colapsar el sistema de contención y desatar una segunda ola de inundaciones.

“Es terrible lo que ha pasado, pero doy gracias a Dios que estoy viva,” expresa Carmen. La solidaridad entre los vecinos y la comunidad dominicana ha sido una de las pocas fuentes de aliento en medio de la tragedia. Aunque las familias dominicanas afectadas no han podido regresar a sus hogares ni recibir apoyo inmediato, la comunidad ha encontrado formas de organizarse y ayudarse entre sí en esta prueba de resistencia.

Otro dominicano afectado, Robert Santos, relata su propia experiencia de escape. La tarde del desastre, mientras estaba en la puerta de su casa, el agua comenzó a elevarse rápidamente, obligándolo a tomar medidas urgentes.

Al intentar trasladarse en su vehículo, la presión del agua le impidió abrir las puertas, y tuvo que escapar por la ventanilla. Santos y su esposa lograron ponerse a salvo en la iglesia del pueblo, desde donde se mantuvieron comunicados con sus tres hijos, quienes se encontraban solos en casa. “Usaba la luz de mi teléfono para hacerle señales a mi hija. Así era como nos comunicábamos,” recuerda.

La angustia se prolongó hasta la madrugada, cuando finalmente lograron reunirse y volver a casa. «Perdí los vehículos, pero eso es material,» reflexiona Santos, reconociendo que otros dominicanos perdieron mucho más, incluso sus hogares.

Su amigo Yunior Henríquez es uno de ellos; su historia se viralizó tras la divulgación de un video que muestra el estado de su casa completamente anegada. A pesar de haberlo perdido todo, Henríquez y su esposa embarazada lograron sobrevivir junto a sus hijas.

La ayuda que no llega

La cónsul dominicana en Valencia, Gloria Guevara, ha intentado llevar ayuda a los dominicanos afectados, pero la zona permanece cerrada al acceso de civiles debido a las operaciones de rescate. Guevara confirmó que el consulado está en contacto con al menos siete familias dominicanas damnificadas y que se espera que este número aumente conforme avancen las labores de rescate y reconstrucción. La prioridad, por el momento, es asegurar el refugio temporal de estas familias, mientras las condiciones permitan evaluar las pérdidas y necesidades de cada una.

Para Carmen y su comunidad, la esperanza de que el agua baje y se restablezcan los accesos es lo que mantiene la moral en alto. “Esperamos que, si deja de llover, alguien pueda venir a ayudarnos,” dice Carmen, consciente de que sin ayuda externa, será muy difícil recuperar su hogar y volver a la normalidad.

Desafíos y lecciones de una tragedia

Las autoridades valencianas habían alertado sobre la llegada de un episodio de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), pero los residentes nunca imaginaron la magnitud del desastre. Muchos esperaban un frente frío típico, sin prever que los desbordes de los ríos podrían superar la infraestructura de drenaje de la región.

“El agua tomó los desagües y llegó a los puentes, sin ningún lugar a donde ir, arrasando con todo a su paso,” explica Carmen. Los habitantes de Valencia, acostumbrados a ver los cauces de ríos secos durante gran parte del año, subestimaron el potencial destructivo de una lluvia sostenida.

La tragedia no terminó con la inundación. En la madrugada del 1 de noviembre, mientras el agua comenzaba a bajar, un tornado arrasó algunas de las áreas más afectadas. Desde la ventana de su comedor, Carmen observó impotente cómo el remolino se llevaba a su paso cualquier cosa que encontraba.

“Esto fue peor que el ciclón David, que también viví. Las casas aquí son más resistentes, pero algunas antiguas no soportaron,” comenta la dominicana, rememorando el desastre de 1979 que devastó gran parte de República Dominicana.

Hoy, Valencia se recupera de una de las peores catástrofes en su historia reciente, y los dominicanos afectados como Carmen y Robert Santos buscan reconstruir sus vidas en medio del lodo y la destrucción.

A pesar de las pérdidas, muchos resaltan la suerte de haber sobrevivido y de contar con el apoyo de su comunidad. La tragedia ha dejado un mensaje claro: la naturaleza es implacable y muchas veces imprevisible, pero la solidaridad y la resiliencia de los seres humanos son capaces de enfrentar incluso las pruebas más duras.

Con datos de Diario Libre

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