Un régimen de consecuencias
Pablo McKinney[email protected]
Nada induce tanto a la honradez como la aplicación de un régimen de consecuencias, que es de lo que adolece nuestra democracia, donde la corrupción, sin llegar a la poesía de Miguel Hernández, “es un rayo que no cesa”.
Veamos un ejemplo. Si usted acepta ser parte de las mafias político-empresariales que se crean durante cada gobierno, y una denuncia periodística o de la oposición presenta las evidencias de su culpabilidad, ¿qué ocurrirá con usted? Pues, poco, muy poco, digamos que casi nada. En el peor de los escenarios posibles, en un par de años el caso será archivado sin condena definitiva y entonces, por la lógica presunción de inocencia, usted será tan inocente como una hermana de Las Carmelitas; no olvidemos que no somos los periodistas ni los influencers sino los jueces quienes condenan o absuelven.
En nuestro país sale barato y por lo mismo es tentador esto de la corrupción. Hagan memoria y repasen los “nuevos ricos” de Trujillo. Doce años. PRD, PLD y los de los Modernos en construcción… si no hay régimen de consecuencias.
Tenemos a Odebrecht, tenemos los casos marinos del Ministerio Público, tuvimos Sun Land, pero lo que no tenemos son condenas definitivas.
En el reciente caso del peaje sombra de la autovía del Nordeste cuya solución -dispuesta con voluntad política “y un par” por el presidente Abinader- mostró al país hasta dónde son capaces de llegar las mafias político-empresariales impunes-, por no tener ni siquiera sometimientos.
La ausencia de un régimen de consecuencias está enviando a la población la perturbadora señal de que como un Barack Obama de lo mal hecho, “Yes, we can”, podemos, claro que podemos ser corruptos y seguir siendo “honorables”, ilustres protagonistas de páginas sociales, conferenciantes de la ética, miembros del club social, y una M que no es de martes.
Si todo se va a quedar en los shows mediáticos de las citaciones, los apresamientos temporales, el pre-juicio de las audiencias para imponer medidas cautelares, más el onanismo resentido e insultante de las redes sociales; mal servicio estamos prestando a nuestra democracia en pañales, la cual padece una creciente desconfianza de parte del ciudadano hacia sus instituciones, sus valores y sus actores. (Ver Latinobarómetro).
Nada induce tanto a la honradez como la aplicación de un régimen de consecuencias. Para valorar la democracia nada tan didáctico como la posibilidad cierta de una dictadura.