Una imagen vale más que mil palabras

Flavio Darío Espinal

Se dice, aunque nadie ha podido probarlo, que la frase que recoge el título de este artículo proviene de un proverbio chino. Independientemente de su origen, lo cierto es que esta plasma una realidad comunicacional muy efectiva: una imagen o una foto expresan con frecuencia mucho más de lo que se dice con palabras. En el plano político, hay múltiples situaciones, como un debate entre candidatos, una declaración pública, una intervención en un evento de campaña o la presencia de un gobernante o político en un lugar determinado ante un acontecimiento determinado, en las que las imágenes que se proyectan tienen mucho más valor que lo que verbalmente se comunique.

El encuentro esta semana del presidente de la República Luís Abinader con los expresidentes Hipólito Mejía, Leonel Fernández y Danilo Medina para discutir la cuestión haitiana dio lugar a imágenes que ponen de manifiesto esa máxima de la comunicación pública. Las fotos que fueron saliendo de estos cuatro líderes políticos dominicanos en la secuencia de momentos de este trascendental encuentro -su llegada al Ministerio de Defensa, la guardia de honor, su desplazamiento por la recepción del edificio, la mesa de trabajo, la reunión privada- se convirtieron al instante en una sensación mediática que acaparó la atención nacional.

Sin duda, el contenido de lo que se discutió y se acordó en el encuentro entre el presidente de la República y los expresidentes es lo que, en último término, tendrá más relevancia cuando pase la euforia -bien merecida- del momento. El informe final sobre las conversaciones puso de manifiesto que estos cuatro líderes dominicanos abordaron cuestiones cruciales de interés nacional y que están preparados para seguir participando en un proceso de diálogo y de construcción de consenso frente a una crisis tan compleja y desafiante como la de Haití y sus repercusiones en la República Dominicana. Desde luego, un primer encuentro apenas alcanza para realizar un «mapeo» de los problemas y desafíos, por lo que el gran reto es cómo avanzar por el camino que estos líderes han acordado.

Ahora bien, las imágenes de este encuentro nos muestran mucho más sobre esos líderes y sobre el propio país que su disposición a discutir el tema haitiano. ¿Qué nos dicen estas imágenes más allá de las palabras? Nos dicen que, a pesar del descreimiento, el cinismo y la desconfianza, estas cuatro figuras han sido clave durante casi treinta años del gran ciclo de estabilidad democrática, gobernabilidad, crecimiento económico y desarrollo de la República Dominicana. Cada uno de ellos ha hecho sus contribuciones particulares, con sus propios énfasis y prioridades, sus aciertos y desaciertos, en un contexto que puede caracterizarse de acumulación de logros y avances en múltiples ámbitos, sin dejar de reconocer los problemas que existen y los grandes retos que tenemos por delante en materia económica, social e institucional, incluyendo cómo abordamos y damos respuestas realistas y sostenibles a la problemática haitiana.

Esas imágenes ponen de manifiesto también una civilidad, una cortesía y un respeto entre estos líderes que es sumamente difícil de encontrar, si acaso, en algún otro país. Sólo hay que detenerse un momento a leer y ver en los medios de comunicación el lenguaje que usan los políticos en muchos países para referirse unos con otros. Esto nos indica claramente que la República Dominicana ha estado gobernada durante estas tres décadas por personas moderadas, razonables, con criterios muy similares de cómo conducir la economía y manejar los conflictos y los riesgos. Aunque esto pueda parecer aburrido para mucha gente, lo cierto es que nuestro país se ha librado de líderes extremistas, así como de movimientos bruscos desde el punto de vista ideológico que dividen irremediablemente a las sociedades.

Igualmente, las imágenes ponen de relieve otro rasgo notable de nuestra vida política contemporánea, esto es, que en coyunturas difíciles los líderes políticos han sabido aproximarse y buscar soluciones que nos impidan caer en el abismo como nación. Además, la democracia dominicana ha mostrado su fortaleza a través de la competencia electoral y la transmisión pacífica de mando de un partido a otro, lo cual, aunque lo damos por hecho y lo asumimos como algo natural, lo cierto es que no fue así en nuestro país hasta 1978 cuando se produjo la primera transmisión pacífica del poder de un partido político a otro, ni lo es todavía en muchos países, incluyendo algunos que se suponen de gran arraigo democrático.

El mayor crédito recae, sin duda, en el presidente Abinader, quien merece el reconocimiento por su iniciativa y el sello particular que le imprimió a este encuentro. Pero hay que valorar también en su justa dimensión a los expresidentes Mejía, Fernández y Medina, quienes tuvieron el gran tino de aceptar la invitación y compartir espacio e ideas en torno a una cuestión tan relevante para la República Dominicana, a pesar de las grandes diferencias políticas que han tenido y siguen teniendo, como es natural en una democracia. No es ocasión para entrar en las particularidades de lo que acordaron estos cuatro líderes; habrá tiempo para eso. Lo que importa ahora es resaltar el valor simbólico de este encuentro como expresión del espíritu democrático, la civilidad y el compromiso de estos cuatro líderes con el destino de nuestra nación.

Diario Libre

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