Washington refuerza doctrina de seguridad con foco en soberanía, reindustrialización y equilibrio global

Washington, 6 de diciembre de 2025 (Agencias) . – La Casa Blanca publicó este jueves la nueva Estrategia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, un ambicioso documento de más de 80 páginas que redefine las prioridades de la política exterior y de defensa de la administración del presidente Donald Trump, marcando un giro hacia una doctrina centrada en la soberanía nacional, el fortalecimiento interno y un enfoque selectivo en la proyección internacional.

La estrategia, que lleva fecha de noviembre de 2025 y es atribuida directamente a la Casa Blanca, plantea una “corrección necesaria” a lo que califica como décadas de errores estratégicos posteriores a la Guerra Fría, en las que, según el texto, Estados Unidos diluyó sus intereses en compromisos globales ajenos a sus necesidades fundamentales.

Una estrategia con nombre propio

El documento reconoce explícitamente el liderazgo del presidente Donald Trump como un punto de inflexión. “La primera administración de Trump demostró que con el liderazgo correcto se puede corregir el rumbo”, sostiene el texto, que enmarca su visión bajo el lema “América Primero”.

La estrategia propone una reinterpretación de principios históricos, como la Doctrina Monroe, ahora ampliada bajo el llamado “Corolario Trump”, que reafirma el papel preeminente de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental y la oposición a cualquier injerencia extranjera en la región.

Prioridades y principios renovados

Entre las prioridades destacadas figuran el fin de la era de las migraciones masivas, el fortalecimiento de la soberanía territorial, la protección de los derechos fundamentales, y la reindustrialización como pilar de la seguridad nacional.

La estrategia señala que la frontera es el principal componente de la seguridad del país y aboga por una política migratoria que asegure “control total sobre quién entra y quién no”.

En el plano económico, la estrategia identifica la “reindustrialización” como clave para restaurar la base productiva y militar del país, haciendo énfasis en el uso de aranceles estratégicos, incentivos a la producción nacional y control sobre cadenas de suministro críticas.

Asimismo, reitera el objetivo de alcanzar la “dominación energética” mediante la expansión de la producción interna de petróleo, gas, carbón y energía nuclear, en rechazo explícito a las políticas de “cambio climático” que, según el documento, han perjudicado a las economías occidentales.

Un nuevo enfoque hacia las regiones

En términos geopolíticos, el texto establece prioridades diferenciadas por regiones. Para América Latina, el énfasis está en detener flujos migratorios, combatir el narcotráfico y evitar la penetración de potencias extrahemisféricas, en lo que describe como una política de “alistamiento y expansión” de aliados regionales.

En Asia, el enfoque combina contención a China mediante un reequilibrio comercial, protección de tecnologías estratégicas y una alianza más activa con India y países del Indo-Pacífico. Se reafirma el compromiso con la defensa de Taiwán y la libertad de navegación en el Mar del Sur de China.

Sobre Europa, el documento muestra preocupación por la “erosión civilizacional” del continente, llama a los países europeos a recuperar su soberanía y responsabilidad en defensa, y propone el fin de la expansión “perpetua” de la OTAN. La guerra en Ucrania es abordada con un llamado a un “cese expedito de las hostilidades” y la necesidad de restablecer la estabilidad estratégica con Rusia.

Respecto al Medio Oriente, la estrategia anuncia una reducción del involucramiento directo de Estados Unidos y el paso hacia una política de apoyo a la estabilidad regional mediante alianzas estratégicas, incluyendo la ampliación de los Acuerdos de Abraham. En África, el énfasis será en relaciones basadas en inversión y comercio, dejando atrás el modelo asistencialista.

Tecnología, defensa y valores

Un eje transversal del documento es la promoción de la superioridad tecnológica de Estados Unidos en áreas como inteligencia artificial, computación cuántica, biotecnología y defensa cibernética. El desarrollo de una nueva arquitectura de disuasión nuclear y de defensa antimisiles, descrita como una “Cúpula Dorada”, es presentado como clave para la protección del territorio nacional.

El texto destaca la importancia de restaurar “la salud espiritual y cultural de América”, defendiendo la historia, los símbolos patrios y la familia tradicional como elementos centrales para una sociedad fuerte y cohesionada.

América Latina y el Caribe: prioridad hemisférica y contención de amenazas transnacionales

La nueva Estrategia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos sitúa a América Latina y el Caribe dentro de un marco de “prioridad hemisférica”, enfocándose en la estabilidad, la contención de amenazas transnacionales y la defensa de la soberanía regional frente a influencias foráneas.

El documento subraya la necesidad de preservar el hemisferio occidental como una zona estratégica de seguridad directa para los intereses estadounidenses, reactivando principios clásicos bajo una nueva doctrina denominada “Corolario Trump”.

Uno de los ejes centrales de esta política es el control migratorio. La estrategia establece como prioridad detener los flujos migratorios irregulares hacia el territorio estadounidense, señalando que estos movimientos masivos no solo afectan la capacidad interna del país, sino que generan vulnerabilidades que pueden ser aprovechadas por organizaciones criminales, redes de trata y actores estatales adversarios.

En este sentido, se propone una colaboración más firme con gobiernos latinoamericanos dispuestos a aplicar medidas de contención en origen y tránsito.

En relación con el narcotráfico, el documento reconoce que los carteles que operan en América Latina constituyen una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos.

Para enfrentarlo, la Casa Blanca propone una estrategia de “cooperación soberana”, centrada en el apoyo tecnológico, el control financiero y la interdicción regional, evitando la dependencia de grandes programas asistencialistas. Se enfatiza, además, el uso de sanciones específicas contra funcionarios o entidades que faciliten el tráfico de drogas o colaboren con estructuras criminales transnacionales.

La estrategia también apunta a frenar la creciente presencia de actores extrahemisféricos, como China, Rusia e Irán, en la región. Según el texto, estas potencias buscan debilitar la influencia estadounidense a través de inversiones estratégicas, manipulación informativa y apoyo a regímenes autoritarios.

Como respuesta, se impulsa un enfoque de “alianzas selectivas” con gobiernos alineados en valores democráticos y políticas de libre mercado, al tiempo que se condiciona la cooperación a la defensa de la soberanía y la estabilidad regional.

Por último, el documento expresa una voluntad renovada de ampliar el comercio justo y equilibrado con países del continente, así como fomentar la inversión en sectores clave como energía, infraestructura crítica y minería estratégica.

Esta visión se orienta a reducir la dependencia estructural de América Latina frente a economías rivales y consolidar un bloque hemisférico que comparta intereses de seguridad, desarrollo y valores culturales comunes.

Texto integro del documento con traducción libre al español

Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América

Noviembre 2025

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ÍNDICE

I. Introducción – ¿Qué es la estrategia americana?……………………………………..1

Cómo la “estrategia” americana se desvió………………………………………1

La corrección necesaria y bienvenida del Presidente Trump…………………2

II. ¿Qué debería querer Estados Unidos?…………………………………………………..3

¿Qué queremos en lo general?……………………………………………………………………3

¿Qué queremos en y del mundo?……………………………………………………………….5

III. ¿Cuáles son los medios disponibles de América para conseguir lo que queremos?…………………………………………………….6

IV. La Estrategia…………………………………………………………………….8

Principios………………………………………………………………………….8

Prioridades………………………………………………………………………11

Las Regiones……………………………………………………………………..15

A. El Hemisferio Occidental…………………………………………………..15

B. Asia……………………………………………………………………………19

C. Europa………………………………………………………………………..25

D. El Medio Oriente……………………………………………………………27

E. África…………………………………………………………………………29

I. Introducción – ¿Qué es la estrategia americana?

1. Cómo la “estrategia” americana se desvió

Para asegurar que Estados Unidos continúe siendo por décadas el país más fuerte, más rico, más poderoso y más exitoso del mundo, nuestra nación necesita una estrategia coherente y enfocada sobre cómo interactuamos con el mundo. Y para acertar en eso, todos los estadounidenses deben saber qué estamos tratando de hacer exactamente, y por qué.

Una “estrategia” es un plan concreto y realista que explica la conexión esencial entre fines y medios: parte de una evaluación precisa de lo que se desea y de las herramientas que están disponibles —o que pueden ser creadas realísticamente— para alcanzar los resultados deseados.

Una estrategia debe evaluar, ordenar y priorizar. No todos los países, regiones, problemas o causas —por muy loables que sean— pueden ser el foco de la estrategia americana. El propósito de la política exterior es la protección de los intereses nacionales fundamentales; ese es el único enfoque de esta estrategia.

Las estrategias estadounidenses desde el fin de la Guerra Fría han sido insuficientes — han sido listas interminables de deseos o estados finales deseados; no han definido claramente lo que queremos sino que en su lugar han expresado platitudes vagas; y con frecuencia han errado al juzgar lo que deberíamos querer.

Después del fin de la Guerra Fría, las élites de política exterior estadounidenses se convencieron de que la dominación permanente de Estados Unidos sobre todo el mundo era lo más conveniente para nuestro país. Sin embargo, los asuntos de otros países deben ser nuestra preocupación solo si sus actividades amenazan directamente nuestros intereses.

Nuestras élites calcularon mal nuestra disposición a cargar para siempre con cargas globales a las que el pueblo estadounidense no veía conexión con su interés nacional. Sobreestimaron la capacidad de Estados Unidos para financiar simultáneamente un estado regulatorio‑administrativo y de bienestar masivo junto con un complejo militar, diplomático, de inteligencia y de ayuda exterior de gran envergadura. Apostaron de forma sumamente equivocada y destructiva por el globalismo y el llamado “libre comercio”, lo que vació de contenido a la clase media y a la base industrial misma de la que depende el predominio económico y militar estadounidense. Permitieron que aliados y socios descargaran el costo de su defensa sobre el pueblo estadounidense, y a veces que nos arrastraran a conflictos y controversias centrales para sus intereses pero periféricos o irrelevantes para los nuestros. Y ataron la política estadounidense a una red de instituciones internacionales, algunas movidas por un anti‑americanismo manifiesto y muchas por un transnacionalismo que explícitamente busca disolver la soberanía estatal individual. En resumen: no sólo nuestras élites persiguieron un objetivo fundamentalmente indeseable e imposible, sino que al hacerlo socavaron los medios necesarios para lograrlo: el carácter de nuestra nación, sobre el cual se construyó su poder, riqueza y decencia.

2. La corrección necesaria y bienvenida del Presidente Trump

Nada de esto era inevitable. La primera administración del Presidente Trump demostró que con el liderazgo correcto tomando las decisiones correctas, todo lo anterior podría —y debería— haberse evitado, y mucho más podría haberse logrado. Él y su equipo movilizaron con éxito las grandes fortalezas de Estados Unidos para corregir el rumbo e iniciar una nueva era dorada para nuestro país. Continuar Estados Unidos por ese camino es el propósito general de la segunda administración del Presidente Trump, y de este documento.

Las preguntas que tenemos ahora ante nosotros son: 1) ¿Qué debería querer Estados Unidos? 2) ¿Cuáles son nuestros medios disponibles para lograrlo? y 3) ¿Cómo podemos conectar fines y medios en una estrategia de seguridad nacional viable?

II. ¿Qué debería querer Estados Unidos?

1. ¿Qué queremos en lo general?

Ante todo, queremos la supervivencia continua y la seguridad de los Estados Unidos como una república independiente y soberana cuya gobernanza asegure los derechos naturales dados por Dios a sus ciudadanos y priorice su bienestar e intereses.

Queremos proteger este país, a su pueblo, su territorio, su economía y su forma de vida de ataques militares y de influencias extranjeras hostiles —ya sea espionaje, prácticas comerciales depredadoras, narcotráfico y trata de personas, propaganda destructiva y operaciones de influencia, subversión cultural o cualquier otra amenaza a nuestra nación.

Queremos tener control total sobre nuestras fronteras, sobre nuestro sistema migratorio y sobre las redes de transporte que permiten la entrada de personas a nuestro país —legal o ilegalmente. Queremos un mundo en el que la migración no sea simplemente “ordenada” sino en el que los países soberanos trabajen juntos para detener, en lugar de facilitar, flujos poblacionales desestabilizadores, y que tengan control total sobre a quién admiten o no.

Queremos una infraestructura nacional resiliente que pueda resistir desastres naturales, rechazar y frustrar amenazas extranjeras, y prevenir o mitigar cualquier evento que pueda dañar al pueblo americano o interrumpir la economía estadounidense. Ningún adversario o peligro debe ser capaz de poner en riesgo a Estados Unidos.

Queremos reclutar, entrenar, equipar y desplegar la fuerza militar más poderosa, letal y tecnológicamente avanzada del mundo, para proteger nuestros intereses, disuadir guerras y —si es necesario— ganarlas rápida y decisivamente, con el menor número posible de bajas entre nuestras fuerzas. Y queremos un ejército en el que cada miembro esté orgulloso de su país y confiado en su misión.

Queremos el disuasivo nuclear más robusto, creíble y moderno del mundo, además de defensas antimisiles de nueva generación —incluyendo un “Domo Dorado” para la patria americana— para proteger al pueblo americano, los activos estadounidenses en el extranjero y a nuestros aliados.

Queremos la economía más fuerte, dinámica, innovadora y avanzada del mundo. La economía de EE. UU. es la base del estilo de vida americano, que promete y entrega prosperidad amplia y de base, crea movilidad ascendente y recompensa el trabajo duro. Nuestra economía es también la base de nuestra posición global y el fundamento necesario de nuestra fuerza militar.

Queremos una base industrial globalmente robusta. El poder nacional estadounidense depende de un sector industrial fuerte, capaz de satisfacer tanto las demandas de producción en tiempos de paz como de guerra. Eso requiere no solo capacidad directa de producción industrial de defensa, sino también producción relacionada con la defensa. Cultivar la fuerza industrial americana debe convertirse en la máxima prioridad de la política económica nacional.

Queremos un sector energético robusto, productivo e innovador —uno capaz no solo de impulsar el crecimiento económico estadounidense sino de ser una de las principales industrias exportadoras del país por derecho propio.

Queremos seguir siendo el país más avanzado científicamente y tecnológicamente del mundo, y construir sobre esas fortalezas. Y queremos proteger nuestra propiedad intelectual contra el robo extranjero. El espíritu pionero de América es un pilar clave de nuestro dominio económico continuado y superioridad militar; debe preservarse.

Queremos mantener el “poder blando” —soft power— de Estados Unidos, a través del cual ejercemos influencia positiva en todo el mundo que promueva nuestros intereses. Al hacerlo, no nos disculpamos por el pasado ni el presente de nuestro país mientras respetamos las religiones, culturas y sistemas de gobierno diferentes de otros países. El “soft power” que sirve al verdadero interés nacional de Estados Unidos es eficaz solo si creemos en la grandeza y decencia inherentes a nuestro país.

Finalmente, queremos la restauración y reanimación de la salud espiritual y cultural de América, sin la cual la seguridad a largo plazo es imposible. Queremos una América que atesore sus glorias pasadas y a sus héroes, y que espere con optimismo una nueva era dorada. Queremos un pueblo que esté orgulloso, feliz y optimista de que dejará su país a la próxima generación mejor de como lo encontró. Queremos una ciudadanía con empleo digno —que nadie esté al margen— que se sienta satisfecha sabiendo que su trabajo es esencial para la prosperidad de la nación y para el bienestar de individuos y familias. Esto no se puede lograr sin un número creciente de familias fuertes y tradicionales que críen hijos saludables.

2. ¿Qué queremos en y del mundo?

Lograr estos objetivos requiere movilizar todos los recursos de nuestro poder nacional. Pero el enfoque de esta estrategia es la política exterior. ¿Cuáles son los intereses fundamentales de la política exterior de Estados Unidos? ¿Qué queremos en y del mundo?

Queremos asegurar que el Hemisferio Occidental permanezca razonablemente estable y bien gobernado para prevenir y desalentar la migración masiva hacia Estados Unidos; queremos un hemisferio cuyos gobiernos cooperen con nosotros contra narco‑terroristas, cárteles y otras organizaciones criminales transnacionales; queremos un hemisferio libre de incursiones hostiles extranjeras o de propiedad de activos clave, que apoye cadenas de suministro críticas; y queremos asegurar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras: haremos valer y haremos cumplir una “Corolario Trump” de la Doctrina Monroe.

Queremos detener y revertir el daño continuo que actores extranjeros infligen a la economía americana mientras mantenemos el Indo‑Pacífico libre y abierto, preservamos la libertad de navegación en todas las rutas marítimas cruciales, y mantenemos cadenas de suministro seguras y confiables y acceso a materiales críticos.

Queremos apoyar a nuestros aliados en preservar la libertad y la seguridad de Europa, mientras restauramos la autoconfianza civilizacional de Europa y su identidad occidental.

Queremos impedir que una potencia adversaria domine el Medio Oriente, sus suministros de petróleo y gas, y los puntos de estrangulamiento por los que pasan, mientras evitamos las “guerras eternas” que nos enredaron en esa región a gran costo.

Y queremos asegurar que la tecnología estadounidense y los estándares de EE. UU. —particularmente en IA, biotecnología y computación cuántica— marquen el ritmo del mundo hacia adelante.

Estos son los intereses nacionales fundamentales y vitales de Estados Unidos. Si bien también tenemos otros, estos son los que debemos priorizar por encima de todos los demás, y que no podemos ignorar ni descuidar so pena de grave riesgo.

III. ¿Cuáles son los medios disponibles de América para conseguir lo que queremos?

Estados Unidos conserva la posición más envidiable del mundo, con activos, recursos y ventajas mundiales, incluyendo:

Un sistema político aún ágil que puede corregir el rumbo;

La economía más grande e innovadora del mundo, que tanto genera riqueza que podemos invertir en intereses estratégicos como ofrece palancas sobre países que desean acceder a nuestros mercados;

El sistema financiero y los mercados de capital más importantes del mundo, incluyendo el estatus global del dólar como moneda de reserva;

El sector tecnológico más avanzado, innovador y rentable del mundo, que sustenta nuestra economía, provee una ventaja cualitativa a nuestra fuerza militar, y fortalece nuestra influencia global;

El ejército más poderoso y capaz del mundo;

Una amplia red de alianzas, con aliados con tratados y socios en las regiones más estratégicamente importantes del mundo;

Una geografía envidiable con abundantes recursos naturales, sin potencias competidoras que dominen físicamente en nuestro Hemisferio, fronteras que no están en riesgo de invasión militar, y otras grandes potencias separadas por vastos océanos;

Un “poder blando” —soft power— y una influencia cultural sin igual; y

El coraje, la determinación y el patriotismo del pueblo estadounidense.

Además, a través de la robusta agenda doméstica del Presidente Trump, Estados Unidos está:

Reinstaurando una cultura de competencia, erradicando las llamadas prácticas “DEI” (Diversidad, Equidad e Inclusión) y otras prácticas discriminatorias y anti‑competitivas que degradan nuestras instituciones y nos frenan;

Liberando nuestra enorme capacidad de producción energética como prioridad estratégica para impulsar el crecimiento y la innovación, y fortalecer y reconstruir la clase media;

Reindustrializando nuestra economía, de nuevo para apoyar la clase media y controlar nuestras propias cadenas de suministro y capacidades de producción;

Devolviendo la libertad económica a nuestros ciudadanos mediante recortes históricos de impuestos y esfuerzos de desregulación, haciendo de Estados Unidos el lugar preferente para hacer negocios e invertir capital; y

Invirtiendo en tecnologías emergentes y en ciencia básica, para asegurar nuestra prosperidad continua, nuestra ventaja competitiva y nuestra dominación militar para generaciones futuras.

La meta de esta estrategia es enlazar todos estos activos líderes en el mundo —y otros más— para fortalecer el poder y la preeminencia americana y hacer a nuestro país aún más grande de lo que nunca ha sido.

IV. La Estrategia

1. Principios

La política exterior del Presidente Trump es pragmática sin ser “pragmática fría”, realista sin ser “realista cínica”, con principios sin ser “idealista utópica”, musculosa sin ser “belicista”, y moderada sin ser “dovish”. No se fundamenta en ideologías políticas tradicionales. Se motiva, sobre todo, por lo que funciona para Estados Unidos —o, en dos palabras: “America First”.

El Presidente Trump ha cimentado su legado como El Presidente de la Paz. Además del éxito notable alcanzado durante su primer mandato con los históricos Acuerdos de Abraham, el Presidente Trump ha aprovechado su capacidad de negociar acuerdos para asegurar una paz sin precedentes en ocho conflictos en todo el mundo durante solo ocho meses de su segundo mandato. Negoció la paz entre Camboya y Tailandia; Kosovo y Serbia; la República Democrática del Congo y Ruanda; Pakistán e India; Israel e Irán; Egipto y Etiopía; Armenia y Azerbaiyán; y puso fin a la guerra en Gaza con todos los rehenes vivos devueltos a sus familias.

Detener conflictos regionales antes de que se expandan hacia guerras globales que arrastren continentes enteros merece la atención del Comandante en Jefe, y es prioridad para esta administración. Un mundo en llamas, donde las guerras llegan a nuestras costas, es perjudicial para los intereses americanos. El Presidente Trump utiliza diplomacia no convencional, la fuerza militar de Estados Unidos y palancas económicas para extinguir de forma quirúrgica los rescoldos de división entre países con armas nucleares y guerras violentas causadas por odios que datan de siglos.

El Presidente Trump ha demostrado que las políticas exteriores, de defensa e inteligencia de Estados Unidos deben guiarse por los siguientes principios básicos:

Definición enfocada del Interés Nacional – Desde al menos el fin de la Guerra Fría, las administraciones han publicado con frecuencia Estrategias de Seguridad Nacional que buscan expandir tanto la definición del “interés nacional” de América que casi ningún tema o empeño queda fuera de su alcance. Pero querer enfocarse en todo equivale a no enfocarse en nada. Los intereses fundamentales de seguridad nacional de América deben ser nuestro foco.

Paz a través de la Fuerza – Peace Through Strength – La fuerza es la mejor disuasión. Países u otros actores suficientemente disuadidos de amenazar los intereses americanos no lo harán. Además, la fuerza puede permitirnos alcanzar la paz, porque las partes que respetan nuestra fuerza a menudo buscan nuestra ayuda y son receptivas a nuestros esfuerzos por resolver conflictos y mantener la paz. Por lo tanto, Estados Unidos debe mantener la economía más fuerte, desarrollar las tecnologías más avanzadas, elevar la salud cultural de nuestra sociedad, y desplegar la fuerza militar más capaz del mundo.

Predisposición al No‑Intervencionismo – En la Declaración de Independencia, los fundadores de América establecieron una clara preferencia por el no intervencionismo en los asuntos de otras naciones y dejaron claro el fundamento: así como todos los seres humanos poseen derechos naturales dados por Dios, todas las naciones tienen derecho, por “las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza”, a una “posición separada e igual” unas con otras. Para un país cuyos intereses son tantos y tan diversos como los nuestros, la adhesión rígida al no‑intervencionismo no es posible. Pero esa predisposición debe establecer una alta barrera para lo que constituye una intervención justificada.

Realismo Flexible – La política de EE. UU. será realista sobre lo que es posible y deseable en sus relaciones con otras naciones. Buscamos buenas relaciones y relaciones comerciales pacíficas con las naciones del mundo sin imponerles cambios democráticos u otros cambios sociales que difieran ampliamente de sus tradiciones e historias. Reconocemos y afirmamos que no hay nada inconsistente o hipócrita en actuar según tal evaluación realista, o en mantener buenas relaciones con países cuyos sistemas de gobierno y sociedades difieren de los nuestros, incluso mientras impulsamos que amigos con mentalidad similar mantengan nuestras normas compartidas, promoviendo así nuestros intereses.

Primacía de las Naciones – Primacy of Nations – La unidad política fundamental del mundo es y seguirá siendo el estado-nación. Es natural y justo que todas las naciones antepongan sus intereses y protejan su soberanía. El mundo funciona mejor cuando las naciones priorizan sus propios intereses. Estados Unidos pondrá sus propios intereses primero y, en nuestras relaciones con otras naciones, las animará a priorizar sus propios intereses también. Defendemos los derechos soberanos de las naciones frente a las incursiones de organizaciones transnacionales que socavan la soberanía, y apoyamos la reforma de aquellas instituciones para que ayuden en lugar de entorpecer la soberanía individual y promuevan los intereses americanos.

Soberanía y Respeto – Estados Unidos protegerá sin pedir disculpas su propia soberanía. Esto incluye prevenir su erosión por organizaciones transnacionales e internacionales, por intentos de potencias o entidades extranjeras de censurar nuestro discurso o restringir los derechos de libre expresión de nuestros ciudadanos, operaciones de lobbying e influencia que busquen orientar nuestras políticas o involucrarnos en conflictos extranjeros, y la manipulación cínica de nuestro sistema migratorio para construir bloques de votación leales a intereses extranjeros dentro de nuestro país. Estados Unidos trazará su propio camino en el mundo y determinará su propio destino, libre de interferencias externas.

Equilibrio de Poder – Balance of Power – Estados Unidos no puede permitir que ninguna nación se vuelva tan dominante que pudiera amenazar nuestros intereses. Trabajaremos con aliados y socios para mantener balances de poder globales y regionales que eviten la emergencia de adversarios dominantes. Mientras Estados Unidos rechaza la fallida idea de dominación global para sí mismo, debemos evitar la dominación global, y en algunos casos regional, de otros. Esto no significa desperdiciar sangre y tesoros para limitar la influencia de todas las potencias grandes o medianas del mundo. La influencia sobresaliente de naciones más grandes, ricas y fuertes es una verdad atemporal de las relaciones internacionales. Esta realidad a veces implica trabajar con socios para frenar ambiciones que amenacen nuestros intereses conjuntos.

Política Pro‑Trabajador Americano – Pro‑American Worker – La política estadounidense será a favor de los trabajadores, no simplemente a favor del crecimiento, y priorizará a nuestros propios trabajadores. Debemos reconstruir una economía en la que la prosperidad esté ampliamente distribuida y compartida, no concentrada en la cima o localizada en ciertas industrias o algunas partes del país.

Equidad – Fairness – Desde alianzas militares hasta relaciones comerciales y más allá, Estados Unidos insistirá en ser tratado con justicia por otros países. Ya no toleraremos —y no podremos seguir tolerando— el “free-riding”, los desequilibrios comerciales, las prácticas económicas depredadoras y otras imposiciones sobre la buena voluntad histórica de nuestra nación que perjudiquen nuestros intereses. Así como queremos que nuestros aliados sean ricos y capaces, también deben ver que les conviene que Estados Unidos continúe siendo rico y capaz. En particular, esperamos que nuestros aliados gasten mucho más de su Producto Interno Bruto (PIB) en defensa, para compensar los enormes desequilibrios acumulados durante décadas de gasto mucho mayor por parte de Estados Unidos.

Competencia y Mérito – Competence and Merit – La prosperidad y seguridad americanas dependen del desarrollo y la promoción de la competencia. La competencia y el mérito son de nuestras mayores ventajas civilizacionales: donde los mejores estadounidenses son contratados, promovidos y honrados, la innovación y la prosperidad siguen. Si la competencia es destruida o sistemáticamente desalentada, los sistemas complejos que damos por sentados —desde infraestructura hasta seguridad nacional, educación e investigación— dejarán de funcionar. Si el mérito es sofocado, las ventajas históricas de Estados Unidos en ciencia, tecnología, industria, defensa e innovación se evaporarán. El éxito de ideologías radicales que buscan reemplazar competencia y mérito con estatus de grupo favorecido haría a América irreconocible e incapaz de defenderse. Al mismo tiempo, no podemos permitir que la meritocracia sea usada como justificación para abrir el mercado laboral estadounidense al mundo en nombre de encontrar “talento global” que socave a los trabajadores estadounidenses. En cada principio y acción, América y los estadounidenses deben venir siempre primero.

2. Prioridades

La era de la migración masiva ha terminado – The Era of Mass Migration Is Over – Quién ingresa a un país —en qué números y desde dónde— definirá inevitablemente el futuro de esa nación. Cualquier país que se considere soberano tiene el derecho y el deber de definir su propio futuro. A lo largo de la historia, naciones soberanas prohibieron la migración descontrolada y otorgaron la ciudadanía solo rara vez a extranjeros, quienes también debían cumplir requisitos exigentes. La experiencia del Occidente en las últimas décadas confirma esta antigua sabiduría. En países de todo el mundo, la migración masiva ha tensionado recursos domésticos, incrementado la violencia y otros crímenes, debilitado la cohesión social, distorsionado los mercados laborales y socavado la seguridad nacional. La era de la migración masiva debe terminar. La seguridad fronteriza es el elemento primordial de la seguridad nacional. Debemos proteger a nuestro país de invasiones, no solo de migraciones incontroladas sino de amenazas transfronterizas como terrorismo, drogas, espionaje y trata de personas. Una frontera controlada por la voluntad del pueblo americano, implementada por su gobierno, es fundamental para la supervivencia de Estados Unidos como república soberana.

Protección de los Derechos y Libertades Fundamentales – El propósito del gobierno americano es asegurar los derechos naturales dados por Dios a los ciudadanos estadounidenses. A tal fin, los departamentos y agencias del gobierno de Estados Unidos han recibido poderes formidables. Esos poderes nunca deben ser abusados, ya sea bajo el pretexto de “desradicalización,” “proteger nuestra democracia,” o cualquier otro. Cuando y donde esos poderes se abusen, los abusadores deben rendir cuentas. En particular, los derechos de libre expresión, libertad de religión y de conciencia, y el derecho a elegir y dirigir nuestro gobierno común son derechos fundamentales que nunca deben ser vulnerados. En los países que comparten —o dicen compartir— estos principios, Estados Unidos abogará vigorosamente para que se respeten en letra y espíritu. Nos opondremos a restricciones impuestas por élites, antidemocráticas, sobre libertades básicas en Europa, el anglosfera, y el resto del mundo democrático, especialmente entre nuestros aliados.

Compartir y Reasignar Cargas – Burden‑Sharing and Burden‑Shifting – Los días en los que Estados Unidos mantenía todo el orden mundial como Atlas han terminado. Entre nuestros muchos aliados y socios hay decenas de naciones ricas y sofisticadas que deben asumir la responsabilidad principal por sus regiones y contribuir mucho más a nuestra defensa colectiva. El Presidente Trump ha establecido un nuevo estándar global con el Compromiso de La Haya, que compromete a los países de la OTAN a gastar el 5 % de su PIB en defensa, estándar que nuestros aliados de la OTAN han respaldado y ahora deben cumplir. Continuando con el enfoque del Presidente Trump de pedir a los aliados que asuman la responsabilidad principal en sus regiones, Estados Unidos organizará una red de reparto de cargas, con nuestro gobierno como convocante y apoyo. Este enfoque asegura que las cargas se compartan y que todos estos esfuerzos gocen de legitimidad más amplia. El modelo será asociaciones estratégicas que usen herramientas económicas para alinear incentivos, compartir cargas con aliados de ideas afines y exigir reformas que anclen la estabilidad a largo plazo. Esta claridad estratégica permitirá a Estados Unidos contrarrestar influencias hostiles y subversivas de forma eficiente, evitando la sobreextensión y el enfoque difuso que socavaron los esfuerzos pasados. Estados Unidos estará listo para ayudar —potencialmente mediante un trato más favorable en asuntos comerciales, intercambio tecnológico y adquisiciones de defensa— a aquellos países que voluntariamente asuman más responsabilidad en la seguridad de sus vecindarios y alineen sus controles de exportación con los nuestros.

Reequilibrio por medio de la Paz – Realignment Through Peace – Buscar acuerdos de paz bajo la dirección presidencial, incluso en regiones y países periféricos a nuestros intereses inmediatos, es una forma eficaz de aumentar la estabilidad, fortalecer la influencia global de Estados Unidos, realinear países y regiones hacia nuestros intereses, y abrir nuevos mercados. Los recursos requeridos se reducen a diplomacia presidencial, que nuestra gran nación puede asumir solo con liderazgo competente. Los dividendos —el fin de conflictos prolongados, vidas salvadas, nuevos amigos hechos— pueden superar ampliamente los costos relativamente menores de tiempo y atención.

Seguridad Económica – Economic Security – Finalmente, dado que la seguridad económica es fundamental para la seguridad nacional, trabajaremos para fortalecer aún más la economía americana, con énfasis en:

Comercio equilibrado – Balanced Trade – Estados Unidos priorizará reequilibrar nuestras relaciones comerciales, reducir déficits comerciales, oponerse a barreras a nuestras exportaciones, y terminar con dumping y otras prácticas anticompetitivas que perjudican a las industrias y trabajadores americanos. Buscamos acuerdos comerciales equitativos y recíprocos con naciones que quieran comerciar con nosotros en base a beneficio mutuo y respeto. Pero nuestras prioridades deben y serán nuestros propios trabajadores, nuestras propias industrias y nuestra propia seguridad nacional.

Asegurar el acceso a cadenas de suministro críticas y materiales – Como lo argumentó Alexander Hamilton en los primeros días de nuestra república, Estados Unidos nunca debe depender de otra potencia para componentes clave —desde materias primas hasta piezas o productos terminados— necesarios para la defensa de la nación o su economía. Debemos asegurar nuevamente nuestro acceso independiente y confiable a los bienes que necesitamos para defendernos y preservar nuestro modo de vida. Esto requerirá expandir el acceso americano a minerales y materiales críticos mientras contrarrestamos prácticas económicas depredadoras. Además, la comunidad de inteligencia monitoreará cadenas de suministro clave y avances tecnológicos en todo el mundo para asegurarnos de comprender y mitigar vulnerabilidades y amenazas para la seguridad y prosperidad americanas.

Reindustrialización – Reindustrialization – El futuro pertenece a los fabricantes. Estados Unidos reindustrializará su economía, traerá de regreso la producción industrial (reshoring), y alentará y atraerá inversión en nuestra economía y nuestra fuerza laboral, con un enfoque en los sectores industriales críticos y tecnológicos emergentes que determinarán el futuro. Lo haremos mediante el uso estratégico de aranceles y nuevas tecnologías que favorezcan la producción industrial extensa en cada rincón de la nación, eleven los estándares de vida para los trabajadores americanos, y aseguren que nuestro país nunca más dependa de ningún adversario, presente o potencial, para productos o componentes críticos.

Revitalización de nuestra base industrial de defensa – Un ejército fuerte y capaz no puede existir sin una base industrial de defensa fuerte y capaz. La enorme brecha, demostrada en conflictos recientes, entre drones y misiles de bajo costo frente a los costosos sistemas requeridos para defenderse contra ellos ha dejado expuesta nuestra necesidad de cambiar y adaptarnos. América requiere una movilización nacional para innovar defensas potentes a bajo costo, producir sistemas y municiones modernos y capaces a gran escala, y restablecer nuestras cadenas de suministro industriales de defensa. En particular, debemos proporcionar a nuestros combatientes la gama completa de capacidades, desde armas de bajo costo que puedan derrotar a la mayoría de adversarios hasta los sistemas de alta gama necesarios para un conflicto con un enemigo sofisticado. Y para realizar la visión de paz a través de la fuerza del Presidente Trump, debemos hacerlo rápidamente. También alentaremos la revitalización de las bases industriales de todos nuestros aliados y socios para fortalecer la defensa colectiva.

Dominio Energético – Energy Dominance – Restaurar el dominio energético americano (en petróleo, gas, carbón y nuclear) y reubicar la producción de los componentes energéticos clave es una prioridad estratégica principal. Energía barata y abundante producirá empleos bien remunerados en Estados Unidos, reducirá costos para consumidores y negocios americanos, impulsará la reindustrialización y ayudará a mantener nuestra ventaja en tecnologías de vanguardia como la IA. Expandir nuestras exportaciones netas de energía también profundizará las relaciones con aliados mientras limita la influencia de adversarios, protege nuestra capacidad para defender nuestras costas, y —cuando y donde sea necesario— nos permite proyectar poder. Rechazamos las desastrosas ideologías del “cambio climático” y del “Net Zero” que han dañado gravemente a Europa, amenazan a Estados Unidos y subsidian a nuestros adversarios.

Preservar y hacer crecer el dominio del sector financiero de América – Estados Unidos cuenta con los mercados financieros y de capital más importantes del mundo, que son pilares de la influencia americana y proveen a los responsables de políticas herramientas y palancas significativas para avanzar las prioridades de seguridad nacional. Pero nuestra posición de liderazgo no puede darse por descontada. Preservar y ampliar nuestro dominio implica aprovechar nuestro sistema de libre mercado dinámico y nuestro liderazgo en finanzas digitales e innovación para asegurar que nuestros mercados continúen siendo los más dinámicos, líquidos y seguros, y sigan siendo la envidia del mundo.

3. Las Regiones

Se ha hecho costumbre que documentos como este mencionen cada parte del mundo y cada problema, bajo la premisa de que cualquier omisión significa un punto ciego o un desprecio. Como resultado, estos documentos se vuelven inflados y poco enfocados —lo opuesto a lo que una estrategia debe ser.

Enfocar y priorizar es elegir —reconocer que no todo importa por igual, para todos. No significa afirmar que ciertos pueblos, regiones o países sean intrínsecamente menos importantes. Estados Unidos es por toda medida la nación más generosa de la historia —sin embargo, no podemos permitirnos prestar la misma atención a cada región y cada problema del mundo.

El propósito de la política de seguridad nacional es la protección de los intereses nacionales fundamentales — algunas prioridades trascienden los límites regionales. Por ejemplo, una actividad terrorista en una zona poco relevante podría exigir nuestra atención urgente. Pero saltar de esa necesidad a una atención sostenida a la periferia sería un error.

A. Hemisferio Occidental: El Corolario Trump a la Doctrina Monroe

Después de años de abandono, Estados Unidos reafirmará y hará cumplir la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia americana en el Hemisferio Occidental, y para proteger nuestra patria y nuestro acceso a geografías clave en toda la región. Nie­ga­remos a competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales en nuestro hemisferio. Este “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe es una restauración de sentido común del poder y las prioridades americanas, consistente con nuestros intereses de seguridad.

Nuestros objetivos para el Hemisferio Occidental pueden resumirse en “Alistar y Expandir.” Alistaremos amigos establecidos en el hemisferio para controlar la migración, detener los flujos de drogas, y fortalecer la estabilidad y la seguridad en tierra y mar. Expandiremos cultivando y fortaleciendo nuevos socios mientras reforzamos el atractivo de nuestra propia nación como el socio de seguridad y económico preferido del hemisferio.

Alistar

La política americana debe centrarse en alistar a campeones regionales que puedan ayudar a crear una estabilidad tolerable en la región, incluso más allá de las fronteras de esos socios. Estas naciones nos ayudarían a detener la migración ilegal y desestabilizadora, neutralizar cárteles, fomentar la manufactura cercana (near‑shore manufacturing), y desarrollar economías privadas locales, entre otras cosas. Recompensaremos y alentaremos a gobiernos, partidos y movimientos en la región que estén ampliamente alineados con nuestros principios y estrategia. Pero no podemos pasar por alto gobiernos con perspectivas diferentes con los cuales, sin embargo, compartamos intereses y que quieran trabajar con nosotros.

Estados Unidos debe reconsiderar nuestra presencia militar en el Hemisferio Occidental. Esto implica cuatro cosas obvias:

Un reajuste de nuestra presencia militar global para atender amenazas urgentes en nuestro Hemisferio, especialmente las misiones identificadas en esta estrategia, y alejarnos de teatros cuya importancia relativa para la seguridad nacional americana ha declinado en las últimas décadas o años;

Una presencia más adecuada de la Guardia Costera y la Marina para controlar rutas marítimas, frustrar migración ilegal y otro tipo de migración no deseada, reducir el tráfico humano y de drogas, y controlar rutas de tránsito clave en situaciones de crisis;

Despliegues específicos para asegurar la frontera y derrotar cárteles, incluyendo —cuando sea necesario— el uso de fuerza letal para reemplazar la estrategia fallida centrada solo en la aplicación de la ley que ha prevalecido las últimas décadas; y

Establecer o expandir el acceso en lugares estratégicamente importantes.

Estados Unidos priorizará la diplomacia comercial para fortalecer nuestra propia economía e industrias, usando aranceles y acuerdos comerciales recíprocos como herramientas poderosas. El objetivo es que nuestros países socios construyan sus economías domésticas, mientras un hemisferio occidental económicamente más fuerte y sofisticado se convierta en un mercado cada vez más atractivo para el comercio y la inversión estadounidenses.

Fortalecer cadenas de suministro críticas en este hemisferio reducirá dependencias e incrementará la resiliencia económica estadounidense. Los vínculos creados entre Estados Unidos y nuestros socios beneficiarán a ambas partes, al tiempo que harán más difícil que competidores no‑hemisféricos aumenten su influencia en la región. E incluso mientras priorizamos la diplomacia comercial, trabajaremos para fortalecer nuestras alianzas de seguridad — desde ventas de armas hasta intercambio de inteligencia y ejercicios conjuntos.

Expandir

Mientras profundizamos nuestras asociaciones con países con los que actualmente tenemos fuertes relaciones, debemos mirar hacia expandir nuestra red en la región. Queremos que otras naciones nos vean como su socio de primera opción, y disuadiremos —por diversos medios— su colaboración con otros.

El Hemisferio Occidental alberga muchos recursos estratégicos con los que Estados Unidos debería asociarse junto a aliados regionales para desarrollar —para hacer que los países vecinos, así como el nuestro, sean más prósperos. El Consejo de Seguridad Nacional iniciará de inmediato un robusto proceso interinstitucional para encargar a agencias, apoyadas por el brazo analítico de nuestra comunidad de inteligencia, la identificación de puntos estratégicos y recursos en el Hemisferio Occidental con miras a su protección y desarrollo conjunto con socios regionales.

Competidores no hemisféricos han logrado avances importantes en nuestro Hemisferio, tanto para desventajarnos económicamente en el presente como de formas que podrían perjudicarnos estratégicamente en el futuro. Permitir estas incursiones sin una respuesta seria es otro gran error estratégico americano de las últimas décadas.

Estados Unidos debe ser preeminente en el Hemisferio Occidental como condición de nuestra seguridad y prosperidad —una condición que nos permita afirmarnos con confianza donde y cuando lo necesitemos en la región. Los términos de nuestras alianzas, y los términos bajo los cuales brindamos cualquier tipo de ayuda, deben estar condicionados a la eliminación de la influencia adversaria externa —desde el control de instalaciones militares, puertos e infraestructura clave hasta la adquisición de activos estratégicos en sentido amplio.

Parte de la influencia extranjera será difícil de revertir, dada la alineación política entre ciertos gobiernos latinoamericanos y ciertos actores extranjeros. Sin embargo, muchos gobiernos no están alineados ideológicamente con potencias extranjeras, sino que se sienten atraídos por hacer negocios con ellas por otras razones, incluyendo bajos costos y menores obstáculos regulatorios. Estados Unidos ha logrado éxito en reducir la influencia externa en el Hemisferio Occidental demostrando, con precisión, cuántos costos ocultos —en espionaje, ciberseguridad, trampas de deuda y otras formas— están incrustados en la asistencia extranjera supuestamente “barata”. Debemos acelerar esos esfuerzos, incluyendo el uso de nuestra influencia en finanzas y tecnología para inducir a los países a rechazar tal asistencia.

En el Hemisferio Occidental —y en cualquier parte del mundo— Estados Unidos debería dejar claro que los bienes, servicios y tecnologías americanos son una compra mucho mejor a largo plazo, porque son de mayor calidad y no vienen con las mismas condiciones que la ayuda de otros países. Dicho esto, reformaremos nuestro propio sistema para agilizar aprobaciones y licencias —una vez más, para hacernos el socio de primera opción. La elección que todos los países deberían enfrentar es si quieren vivir en un mundo liderado por Estados Unidos de naciones soberanas y economías libres, o en un mundo paralelo en el que están influenciados por países al otro lado del mundo.

Todos los funcionarios estadounidenses que trabajen en o sobre la región deben conocer el cuadro completo de la influencia externa perjudicial, mientras simultáneamente aplican presión y ofrecen incentivos a países socios para proteger nuestro Hemisferio.

Proteger con éxito nuestro Hemisferio también requiere una colaboración más estrecha entre el Gobierno de EE. UU. y el sector privado americano. Todas nuestras embajadas deben estar al tanto de grandes oportunidades de negocios en sus países anfitriones, especialmente contratos gubernamentales importantes. Cada funcionario del gobierno estadounidense que interactúe con estos países debe entender que parte de su trabajo es ayudar a las empresas americanas a competir y tener éxito.

El Gobierno de EE. UU. identificará oportunidades estratégicas de adquisición e inversión para empresas americanas en la región, y presentará estas oportunidades para evaluación por parte de todos los programas de financiamiento del gobierno de EE. UU., incluidos, entre otros, los de los departamentos de Estado, Defensa y Energía; la Small Business Administration; la International Development Finance Corporation; el Banco de Exportación-Importación; y la Millennium Challenge Corporation. También deberíamos asociarnos con gobiernos y empresas regionales para construir infraestructura energética escalable y resiliente, invertir en acceso a minerales críticos y reforzar las redes de comunicaciones cibernéticas existentes y futuras que aprovechen al máximo el potencial de cifrado y seguridad americano. Las mencionadas entidades del gobierno de EE. UU. deberían usarse para financiar parte de los costos de adquisición de bienes estadounidenses en el extranjero.

Estados Unidos también debe resistir y revertir medidas como impuestos dirigidos, regulaciones injustas y expropiaciones que desventajen a las empresas estadounidenses. Los términos de nuestros acuerdos —especialmente con aquellos países que dependen más de nosotros y por lo tanto sobre los que tenemos mayor influencia— deben favorecer contratos exclusivos para nuestras empresas. Al mismo tiempo, debemos hacer todo lo posible por reemplazar a compañías extranjeras que construyen infraestructura en la región.

B. Asia: Ganar el futuro económico, prevenir la confrontación militar

Liderar desde una posición de fuerza

El Presidente Trump revirtió por sí solo más de tres décadas de suposiciones equivocadas de Estados Unidos sobre China: a saber, que abriendo nuestros mercados a China, alentando negocios estadounidenses a invertir en China y externalizando nuestra manufactura hacia China, facilitaríamos la entrada de China en el llamado “orden internacional basado en reglas.” Esto no sucedió. China se enriqueció y fortaleció, y usó su riqueza y poder en su considerable ventaja. Las élites americanas —durante cuatro administraciones sucesivas de ambos partidos— fueron en algunos casos cómplices activos de la estrategia de China o en otros estaban en negación.

El Indo‑Pacífico ya es fuente de casi la mitad del PIB mundial basado en paridad de poder adquisitivo (PPA), y un tercio basado en PIB nominal. Esa participación está destinada a crecer a lo largo del siglo XXI. Esto significa que el Indo‑Pacífico ya es —y continuará siendo— una de las principales arenas económicas y geopolíticas del próximo siglo. Para prosperar en casa, debemos competir allí con éxito —y lo estamos haciendo. El Presidente Trump firmó acuerdos importantes durante sus viajes de octubre de 2025 que profundizan nuestros poderosos lazos de comercio, cultura, tecnología y defensa, y reafirman nuestro compromiso con un Indo‑Pacífico libre y abierto.

Estados Unidos conserva enormes activos —la economía más fuerte, el ejército más poderoso, una innovación sin igual, “soft power” irrebatible y un historial histórico de beneficiar a nuestros aliados y socios— que nos permiten competir con éxito. El Presidente Trump está construyendo alianzas y fortaleciendo asociaciones en el Indo‑Pacífico que serán la base de seguridad y prosperidad durante el futuro lejano.

Economía: Las apuestas definitivas

Desde que la economía china se reabrió al mundo en 1979, las relaciones comerciales entre nuestros dos países han sido y siguen siendo fundamentalmente desequilibradas. Lo que comenzó como una relación entre una economía madura, rica y una de las economías más pobres del mundo se transformó en una relación entre casi pares, aun cuando, hasta muy recientemente, la postura de Estados Unidos seguía anclada en esas antiguas suposiciones.

China se adaptó al cambio en la política arancelaria estadounidense iniciado en 2017 en parte fortaleciendo su control sobre cadenas de suministro, especialmente en los países de bajos y medianos ingresos (es decir, con PIB per cápita de US$ 13,800 o menos) — entre los campos de batalla económicos más importantes de las próximas décadas. Las exportaciones de China a países de bajos ingresos se duplicaron entre 2020 y 2024. Estados Unidos importa bienes chinos indirectamente desde intermediarios y fábricas construidas por China en una docena de países, incluido México. Las exportaciones de China a países de bajos ingresos hoy son casi cuatro veces sus exportaciones a Estados Unidos. Cuando el Presidente Trump asumió por primera vez en 2017, las exportaciones de China a los Estados Unidos representaban el 4 % de su PIB, pero desde entonces han caído a poco más del 2 % de su PIB. China continúa, sin embargo, exportando a Estados Unidos a través de otros países intermediarios.

En adelante, reequilibraremos la relación económica de Estados Unidos con China, priorizando la reciprocidad y la equidad para restaurar la independencia económica americana. El comercio con China debe ser equilibrado y centrado en factores no sensibles. Si Estados Unidos continúa en un camino de crecimiento —y puede sostenerlo mientras mantiene una relación económica genuinamente mutuamente ventajosa con Pekín— deberíamos avanzar desde nuestra economía actual de 30 billones de dólares (2025) hacia 40 billones en la década de 2030, lo que colocaría a nuestro país en una posición envidiable para mantener nuestro estatus como la economía líder del mundo a largo plazo. Nuestro objetivo final es sentar las bases para una vitalidad económica duradera.

Es importante que esto vaya acompañado por un enfoque robusto y continuo en la disuasión para prevenir una guerra en el Indo‑Pacífico. Este enfoque combinado puede convertirse en un ciclo virtuoso: una fuerte disuasión americana abre espacio para acción económica más disciplinada, mientras una acción económica más disciplinada conduce a mayores recursos estadounidenses para sostener la disuasión a largo plazo.

Para lograr esto, varias cosas son esenciales.

Primero, Estados Unidos debe proteger y defender nuestra economía y nuestro pueblo de daños, venga de cualquier país o fuente. Esto significa terminar (entre otras cosas):

Con subsidios estatales depredadores y estrategias industriales dirigidas por el Estado;

Con prácticas comerciales injustas;

Con destrucción de empleos y desindustrialización;

Con robo a gran escala de propiedad intelectual y espionaje industrial;

Con amenazas contra nuestras cadenas de suministro que pongan en riesgo el acceso de EE. UU. a recursos críticos, incluidos minerales y tierras raras;

Con la exportación de precursores de fentanilo que alimentan la epidemia de opioides en Estados Unidos; y

Con propaganda, operaciones de influencia y otras formas de subversión cultural.

Segundo, Estados Unidos debe trabajar con nuestros aliados con tratados y socios —que juntos suman otros 35 billones de dólares en poder económico añadido a nuestra economía nacional de 30 billones (constituyendo juntos más de la mitad de la economía mundial)— para contrarrestar prácticas económicas depredadoras y usar nuestro poder económico combinado para ayudar a salvaguardar nuestra posición privilegiada en la economía mundial y asegurar que las economías aliadas no queden subordinadas a ninguna potencia competidora. Debemos continuar mejorando las relaciones comerciales (y de otro tipo) con India para incentivar a Nueva Delhi a contribuir a la seguridad del Indo‑Pacífico, incluso mediante la cooperación cuatrilateral continua con Australia, Japón y Estados Unidos (el “Quad”). Además, trabajaremos para alinear las acciones de nuestros aliados y socios con nuestro interés conjunto en prevenir la dominación por parte de cualquier nación competidora.

Al mismo tiempo, Estados Unidos debe invertir en investigación para preservar y avanzar nuestra ventaja en tecnología militar y de doble uso, con énfasis en dominios donde las ventajas estadounidenses son más fuertes. Esto incluye espacios submarinos, espaciales, nucleares, así como otros que definirán el futuro del poder militar, como IA, computación cuántica, sistemas autónomos, además de la energía necesaria para impulsar estos dominios.

Adicionalmente, las relaciones críticas del gobierno de EE. UU. con el sector privado americano ayudan a mantener vigilancia sobre amenazas persistentes a las redes estadounidenses, incluyendo infraestructura crítica. Esto, a su vez, permite al gobierno estadounidense llevar a cabo descubrimiento, atribución y respuesta en tiempo real (es decir, defensa de redes y operaciones cibernéticas ofensivas) mientras protege la competitividad de la economía estadounidense y fortalece la resiliencia del sector tecnológico americano.

Mejorar estas capacidades también requerirá una considerable desregulación para incrementar nuestra competitividad, fomentar la innovación y aumentar el acceso de América a sus recursos naturales. Al hacerlo, deberíamos apuntar a restaurar un balance militar favorable a Estados Unidos y a nuestros aliados en la región.

Además de mantener la preeminencia económica y consolidar nuestro sistema de alianzas en un bloque económico, Estados Unidos debe ejecutar un compromiso diplomático sólido y un compromiso económico liderado por el sector privado en aquellos países donde es probable que ocurra la mayor parte del crecimiento económico mundial durante las próximas décadas.

La diplomacia “America First” busca reequilibrar las relaciones comerciales globales. Hemos dejado claro a nuestros aliados que nuestro déficit por cuenta corriente actual es insostenible. Debemos alentar a Europa, Japón, Corea, Australia, Canadá, México y otras naciones prominentes a adoptar políticas comerciales que ayuden a reequilibrar la economía de China hacia el consumo de los hogares, porque el Sudeste Asiático, América Latina y el Medio Oriente no pueden por sí solos absorber la enorme capacidad excedente de China. Las naciones exportadoras de Europa y Asia también pueden mirar hacia los países de ingresos medianos como un mercado limitado pero creciente para sus exportaciones.

Las compañías estatales y respaldadas por el Estado de China sobresalen en construir infraestructura física y digital, y China ha reciclado probablemente 1.3 billones de dólares de sus superávits comerciales en préstamos a sus socios comerciales. América y sus aliados aún no han formulado, mucho menos ejecutado, un plan conjunto para el llamado “Sur Global”, pero juntos poseemos recursos tremendos. Europa, Japón, Corea del Sur y otros poseen activos extranjeros netos por 7 billones de dólares. Las instituciones financieras internacionales, incluidas los bancos multilaterales de desarrollo, poseen activos combinados de 1.5 billones. Si bien la expansión de sus misiones ha minado la efectividad de algunas de estas instituciones, esta administración está dedicada a usar su posición de liderazgo para implementar reformas que aseguren que sirvan a los intereses americanos.

Lo que diferencia a Estados Unidos del resto del mundo —nuestra apertura, transparencia, confiabilidad, compromiso con la libertad y la innovación, y el capitalismo de libre mercado— continuará haciendo de nosotros el socio global de primera opción. Estados Unidos aún mantiene la posición dominante en las tecnologías clave que el mundo necesita. Debemos presentar a los socios un conjunto de incentivos —por ejemplo, cooperación de alta tecnología, compras de defensa, y acceso a nuestros mercados de capital— que inclinen las decisiones a nuestro favor.

Las visitas del Presidente Trump en mayo de 2025 a países del Golfo demostraron el poder y atractivo de la tecnología americana. Allí, el Presidente obtuvo el apoyo de los Estados del Golfo para la superior tecnología de IA de Estados Unidos, profundizando nuestras asociaciones. América debería de forma similar movilizar a nuestros aliados y socios en Europa y Asia, incluida India, para consolidar y mejorar nuestras posiciones conjuntas en el Hemisferio Occidental y, con respecto a minerales críticos, en África. Deberíamos formar coaliciones que usen nuestras ventajas comparativas en finanzas y tecnología para construir mercados de exportación con países cooperantes. Nuestros socios económicos ya no deberían esperar ganar ingresos de Estados Unidos a través del exceso de capacidad y desequilibrios estructurales; en cambio, deben buscar crecimiento mediante cooperación administrada vinculada a la alineación estratégica y mediante la recepción de inversión estadounidense a largo plazo.

Con los mercados de capital más profundos y eficientes del mundo, Estados Unidos puede ayudar a países de bajos ingresos a desarrollar sus propios mercados de capital y ligar más estrechamente sus monedas al dólar, asegurando el futuro del dólar como moneda de reserva mundial.

Nuestras mayores ventajas siguen siendo nuestro sistema de gobierno y nuestra economía de libre mercado dinámica. Pero no podemos asumir que las ventajas de nuestro sistema prevalecerán por defecto. Una estrategia de seguridad nacional es, por lo tanto, esencial.

Disuadir amenazas militares

A largo plazo, mantener la preeminencia económica y tecnológica estadounidense es la forma más segura de disuadir y prevenir un conflicto militar a gran escala.

Un balance militar convencional favorable sigue siendo un componente esencial de la competencia estratégica. Hay, con razón, mucho enfoque en Taiwán, en parte por la dominancia de Taiwán en la producción de semiconductores, pero mayormente porque Taiwán brinda acceso directo a la Segunda Cadena de Islas (Second Island Chain) y divide el noreste y sureste de Asia en dos teatros distintos. Dado que un tercio del transporte marítimo global pasa anualmente por el mar de China Meridional, esto tiene importantes implicaciones para la economía estadounidense. Por lo tanto, disuadir un conflicto por Taiwán —idealmente preservando una superioridad militar— es una prioridad. También mantendremos nuestra política declaratoria de larga data sobre Taiwán, lo que significa que Estados Unidos no apoya ningún cambio unilateral al statu quo en el Estrecho de Taiwán.

Construiremos un ejército capaz de negar agresión en cualquier lugar de la Primera Cadena de Islas (First Island Chain). Pero el ejército americano no puede —y no debe— hacerlo solo. Nuestros aliados deben elevar su gasto en defensa y, más importante aún, hacer mucho más por la defensa colectiva. Los esfuerzos diplomáticos estadounidenses deberían centrarse en presionar a nuestros aliados de la Primera Cadena de Islas para permitir al ejército de EE. UU. un mayor acceso a sus puertos y otras instalaciones, para gastar más en su propia defensa, y sobre todo para invertir en capacidades orientadas a disuadir agresores. Esto interconectará los asuntos de seguridad marítima a lo largo de la Primera Cadena de Islas mientras refuerza la capacidad de EE. UU. y sus aliados para negar cualquier intento de apoderarse de Taiwán o lograr un equilibrio de fuerzas tan desfavorable para nosotros que defender esa isla sea imposible.

Un desafío de seguridad relacionado es la posibilidad de que cualquier país competidor controle el mar de China Meridional. Esto podría permitir que una potencia hostil imponga un sistema de peajes sobre una de las rutas comerciales más vitales del mundo o —peor aún— cerrarla y reabrirla a voluntad. Cualquiera de esos dos resultados sería perjudicial para la economía estadounidense y los intereses más amplios de Estados Unidos. Deben desarrollarse medidas robustas junto con la disuasión necesaria para mantener esas rutas abiertas, libres de peajes, y no sujetas a cierres arbitrarios por parte de un solo país. Esto requerirá no solo mayor inversión en nuestras capacidades militares —especialmente navales— sino también una fuerte cooperación con toda nación que sufra, desde India hasta Japón y más allá, si este problema no es abordado.

Dado el énfasis del Presidente Trump en aumentar la compartición de cargas por parte de Japón y Corea del Sur, debemos instar a estos países a elevar su gasto en defensa, con un enfoque en las capacidades necesarias para disuadir adversarios y proteger la Primera Cadena de Islas. También fortaleceremos y consolidaremos nuestra presencia militar en el Pacífico Occidental, mientras que en nuestras relaciones con Taiwán y Australia mantenemos un discurso firme sobre el aumento del gasto en defensa.

Prevenir conflictos requiere una postura vigilante en el Indo‑Pacífico, una base industrial de defensa renovada, mayor inversión militar por nuestra parte y por parte de aliados y socios, y ganar la competencia económica y tecnológica a largo plazo.

C. Promover la grandeza europea – Promoting European Greatness

Los funcionarios estadounidenses se han acostumbrado a pensar los problemas europeos en términos de insuficiente gasto militar y estancamiento económico. Hay algo de verdad ahí, pero los verdaderos problemas de Europa son aún más profundos.

Europa continental ha ido perdiendo participación en el PIB global —de 25 % en 1990 a 14 % hoy— en parte debido a regulaciones nacionales y transnacionales que socavan la creatividad y la productividad.

Pero este declive económico es eclipsado por la perspectiva real y mucho más severa de la erradicación civilizacional. Los problemas mayores que enfrenta Europa incluyen actividades de la Unión Europea y otros órganos transnacionales que socavan la libertad política y la soberanía, políticas migratorias que transforman el continente y generan conflictos, censura de la libre expresión y supresión de la oposición política, tasas de natalidad en caída, y pérdida de identidades nacionales y autoconfianza.

Si las tendencias actuales continúan, el continente será irreconocible en 20 años o menos. Como tal, no es evidente que ciertos países europeos tendrán economías y fuerzas armadas lo suficientemente fuertes para seguir siendo aliados confiables. Muchas de estas naciones actualmente están afianzando su camino actual. Queremos que Europa siga siendo europea, que recupere su autoconfianza civilizacional, y que abandone su enfoque fracasado de asfixia regulatoria.

Esta falta de autoconfianza es más evidente en la relación de Europa con Rusia. Los aliados europeos disfrutan de una ventaja de poder duro significativa sobre Rusia por casi todas las medidas, salvo las armas nucleares. Como resultado de la guerra de Rusia en Ucrania, las relaciones europeas con Rusia están ahora profundamente deterioradas, y muchos europeos consideran a Rusia una amenaza existencial. Manejar las relaciones europeas con Rusia requerirá un considerable compromiso diplomático de Estados Unidos, tanto para restablecer condiciones de estabilidad estratégica en la masa continental euroasiática, como para mitigar el riesgo de conflicto entre Rusia y los estados europeos.

Es un interés central de Estados Unidos negociar un cese expeditivo de hostilidades en Ucrania, para estabilizar las economías europeas, prevenir una escalada o expansión imprevista de la guerra, reestablecer la estabilidad estratégica con Rusia, así como permitir la reconstrucción post‑hostilidades de Ucrania para asegurar su supervivencia como un Estado viable.

La guerra en Ucrania ha tenido el efecto perverso de aumentar las dependencias externas de Europa —especialmente de Alemania. Hoy, empresas químicas alemanas están construyendo algunas de las plantas de procesamiento más grandes del mundo en China, usando gas ruso que no pueden obtener en su país. La administración Trump se ve en desacuerdo con funcionarios europeos que mantienen expectativas poco realistas sobre la guerra apoyadas en gobiernos de minoría inestables, muchos de los cuales pisotean principios básicos de democracia para suprimir la oposición. Una gran mayoría europea quiere la paz, sin embargo ese deseo no se traduce en políticas, en gran medida por la subversión de los procesos democráticos en esos gobiernos. Esto es estratégicamente importante para Estados Unidos precisamente porque los estados europeos no pueden reformarse si se hallan atrapados en una crisis política.

Aun así, Europa sigue siendo estratégica y culturalmente vital para Estados Unidos. El comercio transatlántico permanece como uno de los pilares de la economía global y de la prosperidad americana. Sectores europeos desde la manufactura hasta la tecnología y la energía siguen siendo de los más robustos del mundo. Europa es hogar de investigación científica de vanguardia e instituciones culturales líderes en el mundo. No solo no podemos darnos el lujo de descartar a Europa —hacerlo sería contraproducente para lo que esta estrategia aspira a lograr.

La diplomacia americana debería continuar defendiendo la democracia genuina, la libertad de expresión y las celebraciones sin complejos del carácter individual y la historia de las naciones europeas. Estados Unidos alienta a sus aliados políticos en Europa a promover este renacimiento de espíritu, y la creciente influencia de partidos patrióticos europeos da motivos para gran optimismo.

Nuestra meta debe ser ayudar a Europa a corregir su trayectoria actual. Necesitaremos una Europa fuerte para ayudarnos a competir con éxito, y para trabajar en concierto con nosotros para impedir que cualquier adversario domine Europa.

América está, comprensiblemente, sentimentalmente apegada al continente europeo —y, por supuesto, a Gran Bretaña e Irlanda. El carácter de estos países es también estratégicamente importante porque contamos con aliados creativos, capaces, confiados y democráticos para establecer condiciones de estabilidad y seguridad. Queremos trabajar con países alineados que deseen restaurar su antigua grandeza.

A largo plazo, es más que plausible que en unas pocas décadas a lo sumo, ciertos miembros de la OTAN lleguen a ser mayoría no europea. Como tal, es una pregunta abierta si continuarán viendo su lugar en el mundo —o su alianza con Estados Unidos— de la misma manera que quienes firmaron la carta de la OTAN.

Nuestra política amplia para Europa debería priorizar:

Restablecer condiciones de estabilidad dentro de Europa y estabilidad estratégica con Rusia;

Permitir que Europa se mantenga por sí misma y actúe como un grupo de naciones soberanas alineadas, incluyendo que asuma la responsabilidad principal de su propia defensa, sin quedar dominada por potencia adversaria alguna;

Cultivar la resistencia a la trayectoria actual de Europa dentro de las naciones europeas;

Abrir los mercados europeos a bienes y servicios estadounidenses y asegurar un trato justo para los trabajadores y empresas estadounidenses;

Fortalecer a las naciones sanas de Europa Central, Oriental y del Sur mediante vínculos comerciales, ventas de armas, colaboración política, e intercambios culturales y educativos;

Terminar con la percepción —y prevenir la realidad— de que la OTAN es una alianza perpetuamente expandible; y

Animar a Europa a tomar medidas para combatir el exceso de capacidad mercantilista, el robo tecnológico, el espionaje cibernético y otras prácticas económicas hostiles.

D. El Medio Oriente: Reasignar cargas, construir paz – Shift Burdens, Build Peace

Durante al menos medio siglo, la política exterior americana ha priorizado el Medio Oriente por encima de todas las demás regiones. Las razones son obvias: el Medio Oriente fue durante décadas el proveedor más importante de energía del mundo, un teatro principal de competencia entre superpotencias, y un área llena de conflictos que amenazaban con expandirse al resto del mundo e incluso llegar a nuestras costas.

Hoy, al menos dos de esas dinámicas ya no se mantienen. Los suministros energéticos se han diversificado en gran medida, y Estados Unidos es de nuevo un exportador neto de energía. La competencia entre superpotencias ha dado paso a la rivalidad entre grandes potencias, en la que Estados Unidos conserva la posición más envidiable, reforzada por la exitosa revitalización de nuestras alianzas en el Golfo, con otros socios árabes y con Israel por parte del Presidente Trump.

El conflicto sigue siendo la dinámica más problemática del Medio Oriente, pero hoy la situación es menos grave de lo que los titulares podrían sugerir. Irán —la fuerza desestabilizadora principal de la región— ha sido grandemente debilitada por acciones israelíes desde el 7 de octubre de 2023, y por la Operación “Midnight Hammer” de junio de 2025 del Presidente Trump, que degradó significativamente el programa nuclear iraní. El conflicto israelí‑palestino sigue siendo espinoso, pero gracias al alto al fuego y la liberación de rehenes negociados por el Presidente Trump, se ha avanzado hacia una paz más permanente. Los principales respaldos de Hamas han sido debilitados o se han alejado. Siria sigue siendo un problema potencial, pero con el apoyo estadounidense, árabe, israelí y turco podría estabilizarse y reasumir su lugar legítimo como actor positivo en la región.

A medida que esta administración revoca o flexibiliza políticas energéticas restrictivas y la producción energética americana se acelera, la razón histórica de Estados Unidos para enfocarse en el Medio Oriente disminuirá. En su lugar, la región se convertirá cada vez más en una fuente y un destino de inversión internacional, y en industrias mucho más allá del petróleo y el gas —incluyendo energía nuclear, IA y tecnologías de defensa.

También podemos trabajar con socios del Medio Oriente para avanzar otros intereses económicos, desde asegurar cadenas de suministro hasta ampliar oportunidades para desarrollar mercados amistosos y abiertos en otras partes del mundo como África.

Los socios en el Medio Oriente están demostrando su compromiso con combatir el radicalismo, una tendencia que la política americana debe continuar alentando. Pero hacerlo requerirá abandonar el experimento mal concebido de forzar a estos países —especialmente las monarquías del Golfo— a abandonar sus tradiciones y formas históricas de gobierno. Debemos alentar y reconocer las reformas cuando y donde emergen de forma orgánica, sin intentar imponerlas desde fuera. La clave para relaciones exitosas con el Medio Oriente es aceptar la región, sus líderes y sus naciones como son, mientras trabajamos juntos en áreas de interés común.

Estados Unidos siempre tendrá intereses centrales en asegurar que los suministros energéticos del Golfo no caigan en manos de un enemigo declarado, que el estrecho de Hormuz permanezca abierto, que el Mar Rojo siga navegable, que la región no sea incubadora ni exportadora de terror contra intereses estadounidenses o la patria americana, y que Israel permanezca seguro. Podemos —y debemos— abordar estas amenazas ideológica y militarmente, sin guerras interminables de “construcción de naciones”. También tenemos un interés claro en expandir los Acuerdos de Abraham a más naciones en la región y a otros países del mundo musulmán.

Pero los días en que el Medio Oriente dominaba la política exterior americana tanto en la planificación a largo plazo como en la ejecución diaria han terminado —no porque el Medio Oriente ya no importe, sino porque dejó de ser la irritación constante, y fuente de posible catástrofe inmediata, que fue alguna vez. Más bien, está emergiendo como un lugar de asociación, amistad e inversión —una tendencia que debe ser bienvenida y alentada. De hecho, la capacidad del Presidente Trump para unir al mundo árabe en Sharm el-Sheikh en busca de paz y normalización permitirá finalmente a Estados Unidos priorizar sus propios intereses.

E. África

Durante demasiado tiempo, la política americana hacia África se ha centrado en proveer —y luego en difundir— una ideología liberal. Estados Unidos en su lugar debería buscar asociarse con países selectos para mitigar conflictos, fomentar relaciones comerciales mutuamente beneficiosas, y hacer la transición de un paradigma de ayuda externa a uno de inversión y crecimiento capaz de aprovechar los abundantes recursos naturales y el potencial económico latente de África.

Las oportunidades de compromiso podrían incluir negociar soluciones a conflictos en curso (por ejemplo, RDC‑Ruanda, Sudán), y prevenir nuevos (por ejemplo, Etiopía‑Eritrea‑Somalia), así como modificar nuestro enfoque de ayuda e inversión (por ejemplo, la ley Africa Growth and Opportunity Act). Y debemos mantenernos atentos ante una resurgencia del terrorismo islamista en partes de África, al mismo tiempo que evitamos cualquier presencia o compromiso americano a largo plazo.

Estados Unidos debería transitar de una relación con África basada en la ayuda a una relación basada en el comercio y la inversión, favoreciendo asociaciones con estados capaces y confiables comprometidos a abrir sus mercados a bienes y servicios estadounidenses. Un área inmediata para inversión americana en África, con perspectivas de buen retorno de inversión, incluye el sector energético y el desarrollo de minerales críticos.

El desarrollo de energía nuclear respaldada por Estados Unidos, gas licuado (LPG) y tecnologías de gas natural licuado (LNG) puede generar ganancias para empresas estadounidenses y ayudarnos en la competencia por minerales críticos y otros recursos.

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