Por MELVIN MAÑÓN 

Los problemas se acumulan y los errores también, sin embargo, los de siempre arrastran, como siempre, al presidente Abinader a una campaña reeleccionista.

El pueblo está enojado por los precios y por el comportamiento del partido y del gobierno entre otros motivos pero, y por encima de estos temas, planean otros mas decisivos, aunque y paradójicamente conciernen -en apariencia-  a una minoría.

El presidente Abinader se corre el riesgo de avanzar a un proceso reeleccionista sin pueblo y sin partido. El pueblo ha ido perdiéndolo por el descontento ante los precios altos, la corrupción en aumento\, la evidente ineficiencia del gobierno y el cuestionamiento de su autoridad. El partido, que nunca ha sido mas que una franquicia electoral con muchas y notorias inconductas vive varias crisis a la vez. Una porque no tienen todos los empleos y cargos que apetecían y creen merecer aunque sea para dilapidarlos y otra por la insistencia en escoger las nuevas autoridades partidarias conforme a una nómina de delegados que preserve el control del partido en las actuales manos.

La polarización del electorado que vivimos en 2020 no creo que se repetirá en el 2024. El gobierno no podrá contar con buena parte de los votos de la Plaza de la Bandera porque se ha movido demasiado a la derecha de aquel conglomerado; la credibilidad del presidente esta agrietada, la presencia a su lado de las grandes fortunas lo lastran y los escándalos se suceden sin castigo.

En gran medida Luis Abinader hoy no es ni representa lo que los dominicanos creyeron y esperaban al votarlo. Tampoco los dominicanos son hoy lo que Luis Abinader creyó y esperaba que fueran cuando fue electo.  La mansedumbre y la resignación han sido reemplazadas por el disgusto y la insubordinación. Esta doble discrepancia busca una expresión política propia y la tendrá. Aquí y de ahora en adelante, habrá que demostrar que, quienes tienen aspiraciones y/o vocación de poder son capaces de transformar esa vocación en posibilidades de poder.

Los que le han aconsejado al presidente Abinadar y acaso le han prometido una reelección segura, por la decrepitud o descrédito de los opositores tradicionales, no han entendido nada. PLD, PRD, PRM, FUPU, PR y otras siglas representan el pasado, la vieja política adonde los dominicanos no quieren regresar.

Sin los méritos poéticos que inspiraron la versión original de Silvio Rodríguez, pero muy cerca del sentimiento que late en todas partes: “La era está pariendo un corazón. No puede mas, se muere de dolor y hay que acudir corriendo pues se cae . . . el porvenir . . .”

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