La otra guerra interna en Estados Unidos

Bernardo Vega

Entre 1861 y 1865 los Estados Unidos pasaron por la tragedia de una guerra civil que provocó más muertos americanos que los caídos en la Primera o Segunda Guerra Mundial, o la de Vietnam. Fue una guerra entre el Norte y el Sur, entre un norte en proceso de industrialización, que abogaba por la eliminación de la esclavitud y apoyaba las causas liberales. Por el otro lado, el Sur apoyaba la continuidad de la esclavitud, para su uso en las grandes plantaciones agrícolas y estaba compuesto por una población muy religiosa, sobre todo protestante y de ideas muy conservadoras.

Aunque el Sur perdió la guerra, hizo muchos esfuerzos por impedir que los afroamericanos gozasen de derechos civiles, hasta que en los años cincuenta del siglo pasado se obligó a la participación en las escuelas de niños afroamericanos, junto con niños blancos.

Hoy día existe una guerra soterrada entre azules (demócratas) y rojos (republicanos) y esta tiene lugar, no en un campo de batalla, sino en pasillos congresuales, en la Suprema Corte de Justicia y en la administración de las elecciones. Tres prominentes académicos norteamericanos, Ronald Brownstein, Michael Podhorzer y Jake Grumbach explican cómo Estados Unidos nunca ha sido una nación unida y que muchos de los elementos separatistas de la guerra civil se mantienen hoy día. A muchos republicanos les gustaría que Estados Unidos tuviese un Gobierno como el de Hungría o Venezuela, o simplemente antidemocrático, como el de Donald Trump. Los elementos conservadores controlan cadenas de televisión como Fox News, apoyados por su dueño el australiano Robert Murdoch, cuentan con el apoyo de miles de iglesias evangélicas, de la Asociación de Rifles y de multimillonarios republicanos. La organización de las elecciones en Estados Unidos es muy diferente a la nuestra, pues no existe una JCE, sino que las elecciones son llevadas a cabo por funcionarios de los Estados y allí es donde los republicanos están tratando, con éxito, de boicotear el registro de votantes para que afroamericanos no puedan ejercer su derecho y también boicotear el conteo de los votos, así como la asignación de distritos (Gerrymandering). Grupos paramilitares blancos apoyan estas gestiones. Ya los republicanos han logrado el control de la Suprema Corte de Justicia y sus resultantes decisiones conservadoras.

La insurrección del 6 de enero fue eso “una insurrección” y la Guardia Nacional tardó en llegar al Capitolio para restablecer el orden, ya que por ley solo puede entrar en el Distrito de Columbia si lo autoriza el secretario de Guerra, y este tardó en dar la orden.

¿Podrá la democracia sobrevivir estos ataques? Mientras durante el grueso del siglo XX la tendencia era hacia una convergencia entre “rojos” y “azules” ahora es todo lo contrario. Esto se ha visto agravado por el creciente distanciamiento en el ingreso per cápita entre los Estados del Sur y los del Norte, en su productividad y las expectativas de vida, para no mencionar la crisis de drogas y el alcoholismo. Hasta en los índices de vacunación contra el covid 19 se nota la gran diferencia entre rojos y azules.

Desde el año pasado los “rojos” han logrado que se adopten medidas con relación al tema del aborto, las discusiones en las aulas sobre raza, género y orientación sexual, así como sobre los derechos de los homosexuales.

En resumen, según Podhorzer, “después de un período de diferencias que se iban apagando, están resurgiendo diferencias básicas que existen desde la fundación misma de los Estados Unidos”. El objetivo es lograr un país controlado por un solo partido, el de los rojos, preponderantemente blancos y cristianos.

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