Del asesinato como fracaso de la razón
Edgar Lantigua
El asesinato es el fracaso de la razón, cuando la ira, el desamor, la envidia, la ambición de dinero, de poder, nos impiden ver el valor de la vida del otro, ese al que no hemos creado, aunque haya llegado a través nuestro.
Más aun, cuando a quien se mata es a quien es o ha sido, esposa y madre.
Excepto en la obra de Thomas de Quincey, Del asesinato considerado como una de las bellas artes y, en el proceder de los asesinos psicópatas, en los que el asesinato se torna en un acto en el que predomina el deleite con la ejecución, la forma o el afán de demostrar superioridad sobre policías, investigadores y, sobre la sociedad misma, en el resto de los casos el afán de poseer, dinero, propiedades, a la persona amada, son las fuerzas impulsoras del atentado contra la vida.
Poseer lo que el otro tiene, en términos materiales, en afectos, en poder, ocupan un lugar cimero en el atentado a la obra de Dios, la vida.
Donde la razón se pierde más, es cuando el motivo del crimen o de la intención criminal, es el amor o el desamor, cara y cruz de una misma moneda, por ese enfermizo sentido de pertenencia del otro, que proclama, “mía o de nadie”.
Con cuanta frecuencia, el detonante es una canción, una copa, un ambiente que trae recuerdos, el dilema que nos presenta Neruda en estos versos del poema 20 de su libro; Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que dice: “De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos”. Duda de oscuras y terribles consecuencias. En 2022 en nuestro país hemos tenido una disminución de los casos de feminicidios, con 58 muertes, frente a las 80 del 2021, seguimos estando en el grupo grande de los países con más casos por cada 100 mil habitantes en la región.
Y no es un fenómeno exclusivo de países como el nuestro, se da en todas partes. Un informe de las Naciones Unidas de noviembre de 2022 da cuenta de que 5 mujeres mueren cada hora en el mundo, por alguien de su propia familia.
Donde menos casos se dan, en el Caribe; Anguila, Islas Virgenes británicas, en Europa; Mónaco, Malta, Liechtenstein, Islandia y Andorra, habrá que ver qué se come en esos lugares.
Desde hace tiempo se hacen esfuerzos para parar estos hechos, desde la perspectiva punitiva, el rol de fiscales y policías, desde el comportamiento, en procura de cambiar patrones patriarcales y, en menor medida, en lograr aumento de la autoestima de las personas y el uso de la sabiduría popular, aquella que dice: “más pa’ alante vive gente”.
Pero ¿qué más necesitamos aprender, para entender casos como el reciente de Luperón de un hombre que intenta matar a puñaladas a su ex mujer y madre de su hija, separados hace 10 años, ella residiendo en España y ya casada con otra persona?
Que no se piense en los hijos, que se mate también a los hijos, a la madre o los hermanos de quien ya dejo de quererte, como en otros casos, es fracaso evidente de la razón, es estar en el reino de la sinrazón.
¿Acaso no es el fracaso manifesto de la razón, pretender, 10 años después, cuando ya esa persona ha reconstruido su vida, recuperar un amor que, ya es de otro, “como antes de mis besos”?