La democracia en la era de la posverdad
Esmirna Paredes
El domingo 1 de enero Luiz Inácio Lula da Silva tomó posesión en lo que vendría a ser su tercer mandato como presidente de Brasil, luego de haber derrotado a Jair Bolsonaro en las elecciones del 30 de octubre de 2022. Una semana después, el día 8, los bolsonaristas atacaron la sede de los tres poderes en Brasilia, en signo de protesta, pidiendo la intervención militar y la renuncia del actual mandatario. En respuesta, Lula da Silva puso en acto la intervención federal de la capital hasta el 31 de enero del presente año. Estos sucesos hacen recordar lo acontecido en los Estados Unidos el 6 de enero de 2021, cuando seguidores de Donald Trump asaltaron el Capitolio.
Al parecer, los bolsonaristas reaccionaron de la misma manera que hace dos años los republicanos en Estados Unidos, al haber perdido las elecciones. En este sentido, el mundo democrático está protagonizando una crisis política que se traduce en intentos de golpes de Estado, protestas y revueltas populares, poniendo duramente a prueba la democracia. La pregunta que surge espontánea es: ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Las bases de estos acontecimientos se encuentran en la fuerte desinformación que atraviesa el mundo occidental, de hecho, esta es la era de la posverdad y de la pornocracia, citando al profesor Iván Gatón.
En efecto, es muy difícil distinguir una noticia falsa de una verdadera. De esta manera, todo lo que se lee es tomado como cierto y el resultado es que las masas logran obtener mucha información y poco conocimiento. Pero si los datos fueran ciertos, no habría que preocuparse: el problema subyace en que muchas veces son falsos y manipulados, algo que poco importa al lector, que no solo cree lo que lee sin analizarlo, sino que lo difunde. Actualmente, con el auge de las nuevas tecnologías de la información, como las redes sociales, todo se propaga rápidamente, logrando influir fuertemente sobre las masas, que reaccionan siguiendo más las emociones que la razón.
Todo esto favorece la difusión de teorías conspirativas que se propagan rápidamente y encuentran un gran número de seguidores. De hecho, hoy en día hay tres elementos que están en crisis: la verdad, la información y la democracia. Pedro Baños, en su libro “Así se domina el mundo”, afirma que, con las nuevas tecnologías, las sociedades se enfrentan a un lavado de cerebro, debido a la gran cantidad de información sin analizar y sin contextualizar que reciben, lo que ha dado como resultado una opinión pública desinformada.
Este entramado es aprovechado por la democracia misma, la cual se basa en una alternancia de partidos políticos que tratan de llegar al poder y, para lograrlo, muchas veces crean contenido negativo sobre los demás opositores. Poco importa la veracidad, dado que, una mentira repetida muchas veces se convierte en “una gran verdad”. Por otro lado, desmentir una noticia falsa puede resultar un trabajo arduo, muchas veces imposible de realizar.
De ahí que, cuando ciertas noticias conspiranoicas son difundidas, encuentran un gran público y a veces logran materializarse poniendo en acto sucesos como los acontecidos en Estados Unidos y en Brasil, pero que han visto como protagonistas también países europeos como Francia, Alemania e Italia. Esto es posible, porque los individuos al informarse no procuran usar la conciencia crítica, solo desean hacerlo sin mucho esfuerzo. Todo este panorama crea un clima de incertidumbre donde muchos se preguntan si la democracia como único sistema político seguirá siendo útil a largo plazo.
Finalmente, la Covid-19 y la guerra en Ucrania han acelerado procesos geopolíticos que ya estaban en marcha, dentro de los cuales se encuentra la necesidad, por parte de los pueblos, de un gobierno que garantice cierto clima de seguridad, tanto alimentaria como sanitaria y ciudadana, en un mundo cada vez más incierto, donde la infocracia incide en el rumbo de la política. De hecho, la información y la democracia están en crisis.