Honestidad contra corrupción

Melvin Matthews

Si partiésemos de la presunción de que la población dominicana es honesta, integrada por un electorado mayoritariamente practicante de la honestidad, se pudiera entonces colegir que la reelección por cuatro años más del presidente Luis Abinader será pan comido, triunfadora con relativa facilidad.

Pero no es así. El pueblo dominicano ha aprendido a ser deshonesto y corrupto, aleccionado por la impunidad y los privilegios que gobernantes y las élites del poder político, empresarial, militar e intelectual a lo largo de nuestra historia, particularmente durante los regímenes vigentes entre 1966 y 2020, con ligeras excepciones.

Pero, ¿Qué es la honestidad? Al margen del concepto canónico derivado de un impedimento dirimente del matrimonio sin validez, en el contexto llano la honestidad consiste en hablar y actuar con sinceridad; es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto ha cia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo.

El honesto es un ser humano sincero, franco, adolece de segundas intenciones en el trato con las personas; se abstiene de sacar ventajas de las debilidades posibles o situaciones de inferioridad de otras personas. Por ejemplo, reconoce cuando se equivoca, devuelve los objetos ajenos encontrados y no sube al metro sin pagar el boleto, ni trata de colarse primero en las filas de los servicios públicos.

Siendo honesto, creo que el conjunto de los individuos que integran esta sociedad dominicana de la posmodernidad siglo XXI, desencaja de las definiciones expuestas anteriormente.

No obstante, considero que Abinader ha dado muestras de poseer la cualidad de honesto. No se ha encumbrado desde la poltrona palaciega, admite y corrige cuando se equivoca, ejerce la función pública de forma transparente, apegado a la sinceridad y la franqueza, mismas que mostró al presentar su discurso para buscar la repostulación en la convención de octubre.

“En pocos meses deberás elegir si prefieres continuar con más honestidad en la política”, dijo Abinader a la nación, a sabiendas de que la lucha contra la corrupción emprendida desde la Procuraduría General de la República ha conmocionado tanto a la clase política, que la escisión entre honestos y corruptos ha sido inevitable.

Obviamente, el hambre, la desnudez, el hacinamiento, la carencia de servicios, junto a la indolencia de funcionarios públicos, forman parte del caldo de cultivo que alimenta la corrupción política y promueve la generalizada deshonestidad de la población. El gran reto de Abinader: reelegirse con los honestos.

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