La triste verdad de una existencia muerta

Lina Paulino.

Periodista y psicóloga clínica

¿Que es un muerto en vida?, es la pregunta con la que me animo a iniciar este artículo, tras una noche de meditación y observación particular donde el romanticismo e idealismo se conjugan para recitar la utopía natural de la ignorancia estudiada.

El mejor ejemplo para determinarlo es, si analizamos el estado vegetativo de algunos seres humanos que por circunstancias diversas han caído en esa condición, de la cual puedo decir con el perdón de los médicos si me equivoco, que a dichos pacientes el corazón le sigue palpitando, la sangre bombeando, y cuyo pulso  es  mínimamente perceptible, pero no sienten, ni escuchan, ni razonan, y no tiene ningún tipo de acción voluntaria, por lo tanto aparentan estar vivo pero han muerto.

Dicho prólogo,  esta sugerido en apocalipsis 3, donde Juan escribe a la iglesia de Sardis de parte de Dios,  y dice “conozco tus obras, que tienes nombre de que vives pero estas muerto”.

Quizás no tenga que abundar más para expresar el resultado de la meditación, que emana como un poema muerto, y que resalta la triste verdad de una humanidad que existe en la necropsia de una vida sin sentido, cuyo corazón dejo de sentir y el cerebro dejo de pensar y  donde los sentimientos  pertenecen a la zoología, ya que a los animales se les estima más que a la propia raza.

¡La robótica lo ha logrado!, nos han convertido en maquina programadas, con aplicaciones incluidas, y hoy en día no estamos hechos para llorar, para reír, para abrazar, para amar, y porque no hasta para odiar, simplemente estamos fríamente estereotipados.

En tal sentido, este artículo no está hecho para robot, de hecho, tampoco creo que haya de importarles, solo lo escribí como la última esperanza del que desfallece, y que pelea por no ser conectado a la máquina que solo conserva su existencia, y cada día intenta resucitar a la vida que murió.

El homo sapiens ha evolucionado o quizás haya involucionado, no sabemos, porque por más que nos hemos afanados, ni siquiera hemos determinado de dónde venimos y hacia dónde vamos, solo permanecemos en la oscura verdad de las especie, en la cual el verbo ser o estar ya no  se conjuga.

Toda esta inspiración filosófica, que para algunos será innecesaria, esconde la realidad de una humanidad latente, que ha perdido el corazón para sentir, el cerebro para pensar y alma para actuar, que preserva la existencia, pero no el espíritu de una especie que fue formada con las mismas manos de Dios, el cual, creo todo bueno y en gran manera.

“La moraleja de esta historia amarga”, primero, es que a poca gente le va a importar esta utópica narrativa de una verdad latente ya que este artículo no tiene la sangre impresa, el chime envuelto, y las  banalidades y morbosidades de una vida que murió.

No obstante, al final de una película de suspenso, queda la incertidumbre de lo que pasara, sino resucitamos a la esperanza, al amor, a la paz, al respeto, la dignidad, el  dolor humano que muestra compasión, y la verdad de una vida que por demás no nos pertenece.

Solo queda esperar que el actor, quizás el único protagonista, tenga los ideales suficientes para seguir luchando, por salvar al mundo, que ya enterró su historia, y el sentir de una existencia que nos hace humano.

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