Como médica, no le temo a la covid como antes, pero sí me quedo con sus lecciones
Por Daniela J. Lamas
The New York Times
Lamas, escritora colaboradora de Opinión, es médica especialista en cuidados intensivos y pulmonares en el Hospital Brigham and Women’s en Boston.
Solo hace unos años, caminaba por estos pasillos pensando constantemente en la covid, temiendo contraer el virus en la habitación de un paciente o durante una conversación con algún colega. Ese temor era una fuente de distracción, a veces muy absorbente. Pero ahora ya no temo que el virus haga que me enferme de gravedad, y la pandemia es un recuerdo que empieza a desvanecerse. A veces me cuesta creer que siquiera haya ocurrido.
Cuatro años después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia, el coronavirus sigue con nosotros. Probablemente siempre lo estará. Y, hasta el mes pasado, aún sigue provocando entre 500 y 1500 muertes semanales en Estados Unidos, una cifra superior a la mortalidad de la influenza, aunque inferior respecto a los años anteriores. También continúa la amenaza de la covid prolongada, los debilitantes síntomas que pueden persistir tras el contagio inicial.
Sin embargo, nuestra respuesta ha cambiado. El 1 de marzo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. empezaron a recomendar que los estadounidenses con covid ya no tuvieran que aislarse por cinco días luego de enfermarse. En su lugar, pueden retomar sus actividades habituales tras un plazo de 24 horas sin fiebre, que es la misma recomendación en el caso de la gripe y otras enfermedades respiratorias.
Cuando me detengo a pensar en lo que ocurrió en esta unidad de cuidados intensivos, en las mismas habitaciones por las que ahora camino, resulta sorprendente que la mayoría hayamos logrado volver a la vida tal y como era antes. Pero eso es lo que nos corresponde hacer. Podemos mantenernos en estado de vigilancia solo por un tiempo. No tenemos otra opción.