CATALEJO: Trujillo y el borracho
Por ANULFO MATEO PEREZ
«Doy gracias a Dios -escribió Platón- por haber nacido griego y no bárbaro, hombre y no mujer, libre y no esclavo. Pero, por encima de todo, le agradezco haber nacido en el siglo de Sócrates».
Para analizar de forma objetiva las ideas y conducta del ser humano debe contextualizarse en el momento histórico, cómo creció y socializa con su medio, consolida sus virtudes y defectos.
El pensamiento del sujeto es consecuencia de la sociedad, en particular del orden económico, es decir, sus ideas son un “producto social”. Por eso, Marx expresó: “Las ideas de la clase dominante, son, en todas las épocas, las ideas dominantes”.
Es más fácil dirigir el país conforme a la vigencia del status quo, que empujar para romperlo, acción que conlleva estar armado de ideología y enfrentar serios desafíos y riesgos.
Los que fuimos testigos de la dictadura de Trujillo y todo el proceso histórico que le ha sucedido, tenemos ideas, opiniones y acciones partiendo de la conciencia social y condición de clase.
Muchos hemos cruzado o no “la raya de Pizarro”, si fuimos parte de esa dictadura o si la padecimos; si estuvimos al lado de los golpistas de 1963 o de los constitucionalistas de 1965. Como decía Federico Engels: “Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas”.
Valoro más la libertad, porque conocí la prisión. Guardo en mi memoria, lo que de niño no pude comprender: “¡Viva Trujillo! ¡Viva Trujillo! ¡Viva Trujillo!”, exclamaba frente a la Fortaleza en San Juan un pobre hombre pasado de tragos.
De inmediato corrieron dos individuos vestidos de civil y se lo llevaron preso. Luego escuché a papá referir, que la detención se debió a que ese día no estaba “marcado” para que “El Jefe” recibiera loas… y menos de un borracho.