Nicole Kidman sabe muy bien lo que hace

Por Jennifer Weiner

The New York Times

En El club de las divorciadas, Goldie Hawn hizo una clasificación memorable de las tres edades de la mujer en Hollywood: “Nena, fiscala de distrito y Paseando a miss Daisy”.

Eso fue en 1996. Casi 30 años después, las mujeres de mediana edad están por todas partes. Por cada fiscala de distrito, madre de la novia o del novio, presentadora de noticias o presidenta, hay una mujer en sus 40 o 50 años, o más, como la protagonista romántica o la actriz principal. Pensemos en Demi Moore en la película de terror corporal La sustancia, en Julianne Moore y Tilda Swinton en La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, o en Angelina Jolie como Maria Callas en Maria.

Y luego está Nicole Kidman, quien últimamente ha estado más ocupada que nunca, interpretando los papeles esperados y los menos esperados, en la pantalla grande y la chica.

Lo notable de la trayectoria de Kidman no es solo que haya seguido trabajando con tanta constancia. Es que, en el camino, ha transformado su presencia en la pantalla y su papel en la industria. Antes era célebre por interpretar al objeto del deseo de un hombre, en películas hechas por hombres y en gran medida para hombres; hoy muchos de los proyectos que protagoniza y produce están escritos y dirigidos por mujeres y se dirigen directamente a un público femenino. Tras destacar como objeto de la mirada masculina, ahora actúa y crea para la mirada femenina.

Se trata de una elección inusual para una mujer de casi 60 años en una industria que sigue centrada en la juventud y dominada por los hombres. No es de extrañar que los papeles más recientes de Kidman hayan atraído a innumerables fans femeninas. Tampoco debería sorprender que también hayan atraído una buena dosis de desdén por parte de algunos guardianes de la cultura.

Ni unas ni otros pueden negar que Kidman ha estado ocupada. Desde 2018, ha aparecido en 10 películas y ocho series de televisión, bastantes más que muchas de sus colegas. Ha estado en películas de superhéroes y en cine de arte y, lo más notable, en una serie tras otra en plataformas de emisión en continuo.

Algunos de esos papeles se apegan a los estándares de la industria, como la esposa adinerada y agraviada que ha interpretado en varias ocasiones, más recientemente en La pareja perfecta, serie que probablemente alguna mujer que conozcas esté maratoneando en este preciso instante. Pero en la comedia romántica Un asunto familiar comparte escenas de desnudo con un Zac Efron mucho más joven y muy musculoso. Y en Babygirl, que saldrá en diciembre, interpretará a una directora ejecutiva y madre que está felizmente casada (con Antonio Banderas, por si fuera poco), pero que decide explorar sus fantasías sadomasoquistas con el becario veinteañero de la oficina.

Por sorprendente que resulte ver a una mujer oponerse tan enérgicamente a las viejas costumbres, es aún más sorprendente que sea Kidman. En la década de 1990 era tan famosa por su belleza y su matrimonio con Tom Cruise como por su talento. Otras estrellas femeninas tenían chispa o eran extravagantes o sexis o eran la típica chica buena. Kidman era etérea. Y aunque no dudaba en aceptar papeles difíciles (o en llevar una que otra nariz protésica poco favorecedora), nadie la habría señalado como la estrella con más posibilidades de trazar su propio camino en la industria.

Pero henos aquí. En 2010, Kidman (junto con su socio, Per Saari) fundó Blossom Films. En 2017 hizo una promesa: trabajar con una directora al menos una vez cada 18 meses. “Como mujer en esta industria”, dijo, “si tienes un poco de poder, si tienes la oportunidad de conseguir que un proyecto sea aprobado, si tienes la oportunidad de decir quién quieres que lo dirija, si dices: ‘Quiero que una mujer haga esto’, eso ayudará”.

Blossom Films también trabaja con hombres directores, pero en los proyectos enfocados en mujeres el proceso es una ciencia: adquirir los derechos de una obra de propiedad intelectual de una novelista superventas —Liane Moriarty, Jean Hanff Korelitz, Elin Hilderbrand o Janice YK Lee, por ejemplo— que tenga un papel para Kidman, junto con otros papeles atractivos para otras mujeres, y no todas deben ser delgadas o blancas. Contratar a mujeres para que escriban guiones y a directoras para que los filmen. Antes de que las palomitas salgan del microondas, la audiencia ya se habrá reunido, controles remotos en mano y mantas pesadas en el regazo, para disfrutar de historias adictivas, lugares atractivos, trajes de diseñador e interiores de lujo.

Pero Kidman les ofrece algo más. En lugar de limitarse a invitar a los espectadores a admirar su rostro y sus formas (y a su compradora personal), el trabajo actual de Kidman les permite admirar tanto el poder como la vulnerabilidad de sus personajes. Si hay personas jóvenes y atractivas descansando en esa piscina de Nantucket, algunas son hombres. Si Kidman hace una escena desnuda, el hombre que la acompaña suele estar igual de expuesto.

Dentro de la familia Blossom se encuentran la estrella australiana en ciernes Zoe Terakes y la actriz estadounidense Ji-young Yoo, las directoras Lulu Wang y Halina Reijn (de Babygirl), junto con la novelista Janelle Brown, cuya obra está siendo adaptada por Kidman. Talentos cuyas carreras han recibido un impulso que podrían no haber encontrado en el mar de producciones de hombres para hombres.

A pesar de este historial, no todo el mundo está impresionado. En un reciente ensayo publicado en la revista Time, Judy Berman lamentaba que “cada pocos meses”, Kidman “parece volver a nuestros televisores interpretando a otra madre rica al borde de un ataque de nervios”, añadiendo: “A estas alturas, la específica sobreexposición de esta estrella constituye un misterio más fascinante que cualquier historia intrigante en la que aparezca”. Un artículo de Ben Travers en IndieWire se preguntaba: “¿No podría estar utilizando su estatus de estrella para elevar más historias distintas dirigidas por mujeres? ¿Acaso todas tienen que parecer copias de Big Little Lies? ¿Por qué su manera de hacer televisión tiene que ser tan poco variada?”. En Slate, David Mack se quejaba de su “universo cinematográfico de lectura playera”. (Todo el mundo sabe que los universos cinematográficos deben proceder de los cómics, no de los libros de playa).

¿Apuestas seguras? Podría ser. ¿Demasiado comercial? Tal vez. O puede que Kidman haya identificado a un público que durante mucho tiempo ha sido ignorado o menospreciado y le esté dando, inteligentemente, lo que quiere, al tiempo que ofrece a muchas otras mujeres trabajos importantes o les abre la puerta de la industria. ¿Es eso menos válido que hacer películas de superhéroes para hombres adolescentes?

Puedes añorar los días en que Kidman interpretaba a una sensual mujer de la limpieza o a una trágica bailarina moribunda en lugar de a una ejecutiva de éxito. Puedes desdeñar los dramas y los libros de playa y, por extensión, a las mujeres que los disfrutan. Puedes argumentar que una Nicole Kidman delgada, blanca y que se ajusta a los cánones de belleza, interpretando a mujeres ricas vestidas de seda y cachemira, parece menos un avance feminista y más un estancamiento capitalista.

Pero recuerda que en 2016, cuando Kidman emprendió el primero de sus proyectos dirigidos por mujeres, un escaso 4 por ciento de las 100 películas más taquilleras de ese año fueron dirigidas por mujeres. Aunque aún no es tan alto como debería, ese porcentaje es ahora del 14 por ciento. Este año, las estrellas femeninas de cierta edad dominaron tanto la alfombra roja como las conversaciones en los festivales de cine.

Las cosas no son perfectas, pero han mejorado. Y con cada serie que ha hecho, cada libro de mujeres cuyos derechos ha adquirido, cada directora con la que ha trabajado y cada intérprete no masculino que ha contratado, Nicole Kidman ha sido parte de la solución.

Jennifer Weiner, novelista, escribe con frecuencia sobre género y cultura.

The New York Times

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