¿Y quien va’pagá lo plato roto?

César Nicolás Penson Paulus

Lo mismo aplica para el refrán popular de “Pagar la jaba”. Es la intención torcida de que sea “otro” el que pague el pato o la culpa. La división en dos corrientes: la oficial, de retomar las clases presenciales del alumnado de la enseñanza pública el pasado 11 de este mes, y la reacción de la ADP de pedir que se pospusiera hasta el 31. Esta última nos tiene acostumbrados a decisiones de carácter politizado con encajes de partido de oposición. Sin embargo, esta vez, entiendo que la propuesta tiene marcada precaución, ante la creciente oleada de contagios del Covid. Los niños son un vector de contagio de difícil control, ante protocolos sanitarios aplicables, por su propia esencia infantil. La incertidumbre y el miedo ciudadano, se combinan con las autoritarias resoluciones del Ministerio de Salud y el de Educación, esta vez con el apoyo del Colegio Médico, chocando con el descreimiento ciudadano, ante un gobierno que “culipandea” con frecuencia. Si procurar la “inmunidad de rebaño” (lograr que anticuerpos nos hagan inmunes) implica bajas en el proceso, cualquier cifra es dolorosa. La pandemia ha acentuado la enorme brecha entre la educación pública y la privada y esta vez por asunto de recursos. 2 años perdidos con un fracaso educacional a través de la radio y la TV, a un costo abismal y resultados pírricos, acentúan el ya deteriorado panorama de la educación criolla. La compra no transparente de equipos tecnológicos, tablets, Pc’s, lap top, para cerrar esa brecha, es otro fracaso a la luz de los infinitos recursos que se traga el Minerd y de los que no puede exhibir resultados tangibles. Según un estudio de World Vision, el 83% de las familias no puede pagar el internet, insumo con costo no proporcional a la media económica personal. Lo virtual se hace fácil a ricos. Auspicio una escuela rural en Constanza y ante el cuestionamiento a una madre de porque no se conectaba con el celular, me dijo: “no puedo gatai en paquetico lo que tengo pa comei, y namá e pa sabei si la tarea taba bien”. Sin argumentos, entendí que sería un número más en las negativas estadísticas nacionales. La dinámica de aprendizaje de los niños requiere y se potencia con otros niños. Lo presencial es fundamental pero la precaución se impone. Los sistemas digitales resultan aburridos, de difícil control, no aseguran un verdadero aprendizaje y deprimen. Las universidades también enfrentan una deserción alarmante, con estudiantes frustrados, baja calidad de profesores y procesos que hacen aún más difícil el engorroso proceso virtual. El rescate requiere de una voluntad colectiva, liderado por alguien no identificado aun, que concite la ruta política, el compromiso de los protagonistas de este drama, incluyendo las instituciones del sector privado y la acción puntual del gobierno central. De no hacerse, es la población estudiantil la que pagará el pato y las jabas que el burro se comió.

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