Geoeconomía, geopolítica y una nueva redefinición de la globalización

 Por Cándido Mercedes

“Estamos viviendo un momento histórico, un verdadero punto de inflexión en la historia. El cambio de modelo geopolítico es cada vez más evidente. Tras la desaparición de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos se había enseñoreado del mundo, haciendo y deshaciendo a su antojo, sin prácticamente oposición. Hasta el año 2000, no había ninguna otra gran potencia que se pudiera considerar un verdadero rival para el poderío militar, financiero, económico y tecnológico estadounidense”. (Pedro Baños: Geo Hispanidad).

El mundo asiste, no cabe la menor duda, a un nuevo orden internacional, un no tan bisoño escenario internacional, irrumpe con una vastedad cuasi indescriptible. Atravesamos y estamos frente a un paradigma desconocido que, por su génesis, no nos damos cuenta de su novedad.

La hiperglobalización no ha devenido en una desglobalización, empero, elementos empíricos, factuales, indican que, por primera vez, como punto de inflexión, la geoeconomía y la geopolítica no son productividad y comercio en un área geográfica determinada, efectos de la política en el campo internacional, las relaciones con el exterior. Siguen conteniéndolas, empero, se acusa una nueva singularidad, un marco de especificidad, que se convierte en un eje articulador, transversal: la seguridad nacional.

Como nos dice LA CEPAL, nos encontramos en cambios tectónicos de la globalización. Esos podrían generar una fragmentación en la globalización, una globalización descentralizada o una poliglobalización. Esa globalización redefinida merced a los cambios gigantescos en “las cadenas de valor en la fragmentación del comercio y de los flujos de capital”; impactan denodadamente, significativamente, en la antesala de un nuevo orden internacional.

La hiperglobalización de los años 80 del siglo pasado concitó la búsqueda de países (geografía económica), para la inversión de capital y con ello, el aumento de la productividad como vía de aumentar la rentabilidad y disminución de los costos. La caída de la Unión Soviética, consecuencia en gran medida de la geoeconomía, trajo consigo un orden internacional unilateral, hegemónico, de Estados Unidos de América. 40 años después despertarían gigantes dormidos. “El centro gravitacional del planeta se desplaza hacia la cuenca del Indo-Pacífico donde se encuentra el 62 por ciento del PIB mundial”, según Jorge Dezgallar en su libro Abrazar El Mundo (Geopolítica).

Las tendencias mundiales son el fruto y la expresión de lo que se fue incubando con la geopolítica, concomitantemente con la geoeconomía, en una dimensión poca vista en la historia. Las grandes multinacionales y transnacionales orbitaron como génesis y prolegómenos de la expansión del mercado mundial. Luego, la localización de empresas fuera de su territorio, constituyó el paradigma de la oligarquía empresarial de los países altamente desarrollados.

Richard Nixon y Henry Kissinger “abrirían” el campo de la geopolítica en China, el 9 de Julio de 1971, con la visita, por primera vez, de un presidente estadounidense, como muy bien lo señala el canciller de esa época en su libro Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial. ¿Qué ha pasado a lo largo de los últimos 53 años, sobre todo a partir de 1981? Que la hiperglobalización se acunó simultáneamente con el comienzo de la Sociedad de la Información y, a partir de los 90 del siglo anterior, eclosionó el Internet. China aceleraría la locomotora dormida y de un 1% del PIB mundial, hoy alcanza un PIB, al precio de paridad de 19%, superior a los Estados Unidos, que es de 17.

El continente asiático, con 49 países, representa el 60% de la población mundial, al mismo tiempo, al unísono, nos encontramos que China, India, Malasia, Tailandia, Vietnam, Bangladesh, sin contar Japón, tienen un PIB mundial mayor que Estados Unidos, Europa y Canadá conjuntamente.

La revolución digital y con ello, la economía digital, han impulsado la geoeconomía, redefiniendo los altos niveles de la tecnología la geopolítica. La inteligencia artificial, el 5G, la información cuántica, la robótica, la impresión 3D, la nanotecnología, computación en la nube, analítica y macrodatos, realidad aumentada y el internet de las cosas, han creado un espacio de movimiento inaudito en la esfera mundial, donde hoy compiten con Estados Unidos, Europa y en algunas áreas tecnológicas, China, sobre todo y la India han superado a la patria de Abraham Lincoln.

La geopolítica tiene que ver con la geografía como espacio vital y el área como se constituyen como centro de negociación o dominaciones, al mismo tiempo, opera lo económico, lo cultural, lo religioso, lo militar, no pudiendo subestimarse, desdeñarse ningún ámbito. Verbigracia: la Federación Rusa no alcanza el 1.5% del PIB mundial, sin embargo, es una potencia militar, nuclear, con más ojivas nucleares que los Estados Unidos. Noam Chomsky, uno de los intelectuales vivos de mayor influencia, en su libro ¿Quién domina El Mundo?, señala: “Entre los Estados, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido de lejos el primero entre desiguales y sigue siéndolo. Continúa dictando en gran medida los términos del discurso global en un abanico de asuntos que van desde Israel-Palestina, Irán… Con el inevitable declive, el poder de Washington queda hasta cierto punto compartido dentro del Gobierno mundial de facto…”.

El auge de la tecnología ha reconfigurado no solo la geoeconomía, sino también la geopolítica y con ello, la poliglobalización o globalización redefinida, ahora con fuerte énfasis en la seguridad nacional. Se ha conformado una triada: productividad, comercio y seguridad nacional. Esta nueva reconfiguración, como resultado de un imperio en deslizamiento y la emergencia de varios actores, desde la perspectiva del equilibrio, no del entramado de las teorías de juegos ni del dilema del prisionero, pues ello traería decisiones espantosas para el devenir de la humanidad.

El multilateralismo es el escenario de un nuevo orden mundial y, con ello, las modelaciones, a la luz de la nueva realidad de la geoeconomía, de nuevas instituciones, organismos internacionales, que expresen los colores e importancia de los países que hace 40 años solo eran territorios y demografías. Hoy son tecnologías, capital, inversión, capital humano. Algunas naciones con una ventaja comparativa: la cultura, los valores y la disciplina.

Pero, ¿qué es la geoeconomía? Para Edward Luttwark, la definición es “el mantenimiento de la antigua rivalidad existente entre las naciones utilizando medios económicos, en lugar de bélicos”. Pascal Lorot hace alrededor de 34 años la definió como “El análisis de las estrategias de orden económico, especialmente comerciales, decididos por los Estados en el contexto de las políticas para proteger las economías nacionales, al adquirir el dominio de ciertos segmentos de mercados para la producción y/o comercialización de productos que puedan considerarse un elemento de poder o de proyección internacional de la economía y sociedad nacional”.

El concepto geoeconomía es más holístico, más amplio, más moderno que geografía económica, que data desde los primeros años de la colonización. La geopolítica es, al decir de Klaus Dodds en su libro Geopolítica, la “relación entre el planeta (la tierra) y el poder político y su distribución”. Espacio y tiempo cambian, evolucionan y la geopolítica ha de ser dinámica porque viene a constituir la respuesta a la metamorfosis, mutaciones de los países, en lo que tiene que ver con los apogeos y la decadencia. Recursos de todas las especies gravitan para entender la geopolítica, así como la manera de cómo se hacen las cosas y los emergentes sistémicos.

Geopolítica es geografía y en gran medida, emoción. La geopolítica queda configurada en tres palabras: miedo, esperanza y humillación y como telón: el afán de ser grande o seguir siendo el más grande. Es ahí el triunfo de Donald Trump, tanto en el 2016 como ahora en el 2024. ¡El sintetiza la geopolítica de la esperanza para una nación que apela a la grandeza perdida!

Actualmente, el mundo de la geoeconomía y de la geopolítica no se entrecruzan, se encuentran en una yuxtaposición. Ello genera grandes desafíos de parte de muchos países (Europa, Estados Unidos, China, Rusia, India). El epicentro es el nuevo orden internacional. Por eso vemos las guerras comerciales, la búsqueda de un proteccionismo, el nuevo proceso de reindustrialización, el nearshoring (deslocalización cercana), el reshoring (aumentar la capacidad de fabricación nacional), el freinshoring (cadenas de suministros con socios extranjeros alineados) y el denisking (reducir la dependencia de socios considerados no alineados).

Geoeconomía y geopolítica han de reinventarse en una renovación que responda a los aspectos: influencia y poder, espacio y territorio y FUTURO. Estamos, pues, frente a una nueva configuración mundial que atraviesa, inexcusablemente, por el multilateralismo, más temprano que tarde.

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