Un outsider: ¿es predecible o factible en 2028?

Francisco S. Cruz

Cada vez más nos vamos convenciendo de que, a pesar de que el sistema de partidos está en crisis, en el país no termina de surgir o cuajar, con firmeza, una figura -u outsider- que pueda capitalizar , cual Trump, Macron o Bukele, el descontento ciudadano hacia los partidos políticos. Tal ausencia o fenómeno, quizá se explique porque, a pesar de que hay un déficit de credibilidad pública que trasciende partidos políticos, líderes, organizaciones de la “sociedad civil”, “hacedores de opinión pública” y una ascendente abstención electoral-ciudadana -cada vez más alta-, aún el colapso del sistema de partidos tradicional no es irreversible.

Incluso, el asomo más incipiente y de impacto -El Cobrador-, prácticamente, se opacó o diluyó en banales alusiones o acusaciones, si se quiere de patio o faldas, como señal inequívoca de que tal fenómeno (el de un outsider) necesita más sostenibilidad o consistencia social para afianzarse como opción política-electoral. Y es una pena, porque mal que bien, nuestro sistema de partidos necesita una amenaza más allá de su declive que lo haga auto-criticarse y renovarse más que remiendos cosméticos o líderes que se empecinan en repetirse-perpetuarse (algo ya cíclico o histórico en nuestro país).

Entonces, esa tendencia o permanencia sociopolítica nos va diciendo que, en ese aspecto aunque hay más que síntomas, la sociedad dominicana no termina de cuajar o generar un nivel de conciencia política capaz de hacer posible, vía un outsider, esa ruptura o cambio de paradigma sociopolítico.

Y podría darse el caso, sui géneris, que, efectivamente, el país siga en ese reciclaje político-electoral sin que surja una figura-amenaza sostenible y antítesis al referente político-tradicional actual; pues las más recientes “encuestas” sobre preferencias políticas y potenciales proyectos presidenciales apuntan o afianzan a figuras ya conocidas o que son ensayos de una periferia de elite económica que aún sigue usando esos “aparatos” políticos -los partidos- para llegar al poder, algo que, aunque desde otra perspectiva, se dio en 2020; y contraproducente-mente el apoyo de un líder político tradicional. Sin duda, algo atípico o arrítmico.

Tal simbiosis o rareza sociopolítica casi nos lleva a concluir que, en materia de conciencia sociopolítica -Juan Bosch, insistió mucho en ello-, nuestro país resulta muy conservador o tal vez subyace, históricamente, una apatía socio-cultural de tal magnitud o sonambulismo sociopolítico-electoral que hace, cuasi predecible, que el 2028 se decante entre la permanencia de los que están en el poder -el PRM- o que la endeble oposición -PLD-FP- logre unificarse en torno a un candidato o figura política, en todo caso conocida, prolongándose un colapso o ruptura que, sabrá Dios cuándo emergerá, si acaso. De suerte, que el 2028, a menos que no surja una amenaza-figura o evento imprevisto (un movimiento-partido no tradicional) -que no se vislumbra-, se proyecta como un proceso político-electoral sin novedad política alguna si hablamos de la posibilidad de un outsider. ¿O nos equivocamos?

El Caribe

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