Los cierres del gobierno son los culpables de tus vuelos retrasados
Por Binyamin Appelbaum
The New york Times
Escritor de Opinión
La Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés) no tiene suficientes controladores aéreos para vigilar el tráfico aéreo de Estados Unidos. Es un gran problema. Las aerolíneas han tenido que retrasar, reprogramar o cancelar miles de vuelos, sobre todo en el aeropuerto internacional Newark Liberty de Nueva Jersey. Si has volado recientemente, quizás hayas tenido algo de tiempo extra en la pista para preguntarte qué salió mal.
Gran parte de la respuesta: los cierres del gobierno.
Las interrupciones reiteradas en la financiación de la FAA en los últimos 15 años, causadas por los cierres y otras disputas presupuestarias, han desempeñado un papel clave en impedir que la agencia contrate y capacite a suficientes controladores. Mientras el Congreso se tambalea hacia otro posible cierre, las dificultades de la FAA ilustran lo que está en juego.
Los cierres suelen ser breves, porque los estadounidenses recuerdan pronto que el gobierno hace cosas importantes. Pero que un cierre termine no significa que todo volverá a la normalidad. Algunos de los daños perduran. Un cierre del gobierno en 2013 canceló la temporada anual de investigación del Programa Antártico de Estados Unidos, lo que provocó que más de dos decenas de estudios científicos perdieran un año de datos. Otro cierre, que comenzó en diciembre de 2018, obligó a cancelar unas 86.000 audiencias judiciales de inmigración, algunas de las cuales tardaron años en reprogramarse. Durante ese cierre, turistas sin supervisión talaron árboles de Josué en el Parque Nacional de Joshua Tree. Estos árboles de crecimiento lento pueden tardar 50 años en alcanzar su altura máxima.
Las interrupciones de la financiación son especialmente difíciles para la FAA: toma años formar a los controladores aéreos, y hay límites sobre cuántos pueden capacitarse a la vez. Cuando no se alimenta el flujo de personal, la agencia se retrasa y uno termina atrapado en la ciudad equivocada.
Las luchas de la FAA están resumidas en un informe reciente de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, que convocaron a un grupo de expertos para examinar por qué la agencia tenía tantas dificultades para colocar personal en las torres de control de tráfico aéreo.
A principios de la década de 2010, todos los organismos federales se preparaban para la jubilación de una gran generación de baby boomers. El reto de la FAA era especialmente grave porque había contratado a muchos de sus controladores más o menos al mismo tiempo, como sustitutos de los huelguistas despedidos por el presidente Ronald Reagan en agosto de 1981.
Sin embargo, las Academias Nacionales descubrieron que, de manera sistemática, la FAA contrataba menos trabajadores de los que sus propios modelos internos indicaban que necesitaría. La agencia no alcanzó las expectativas en ocho de los diez años entre 2013 y 2023. Durante ese período, terminó contratando a menos de dos tercios de los trabajadores que había estimado que necesitaría.
Las interrupciones en la financiación comenzaron en 2011, cuando los republicanos, que acababan de hacerse con el control del Congreso, insistieron en que no elevarían el límite de la deuda federal para hacer frente a las obligaciones gubernamentales existentes hasta que el gobierno de Barack Obama accediera a reducir el gasto futuro. En virtud del acuerdo resultante, la FAA se vio obligada a congelar las contrataciones durante gran parte de 2013 y 2014. Cuando los republicanos, que pretendían recortar aún más los gastos, forzaron el cierre del gobierno durante 16 días en otoño de 2013, la agencia cerró su academia de formación y envió a los reclutas de vuelta a sus hogares. Como consecuencia de las interrupciones, durante esos dos años, la FAA empezó a capacitar aproximadamente a la mitad del número de controladores que necesitaba.
La agencia no ha podido compensar esas carencias. Uno de los problemas es que ha necesitado toda la capacidad de su academia de formación solo para cumplir sus objetivos anuales vigentes. En 2016 y 2017, los dos años en los que la agencia realmente alcanzó sus objetivos de contratación, básicamente se mantuvo a flote.
El segundo problema es que los golpes siguieron llegando. Tres paros en 2018 y 2019 volvieron a interrumpir la contratación y obligaron a cerrar la academia.
El impacto no fue inmediato. Toma un promedio de cinco años entrenar controladores para trabajar en las instalaciones más importantes. Pero incluso antes de que la covid volviera a paralizar el proceso de formación de la FAA, la escasez de personal ya pasaba factura.
En los últimos años, el gobierno ha instado a las compañías aéreas a reducir los horarios de los vuelos de verano en algunos de los aeropuertos más populares del país, porque no puede hacer frente al volumen. United Airlines, por ejemplo, recortó alrededor del 10 por ciento de sus vuelos programados de entrada y salida de Newark porque los vuelos de llegada sufrían retrasos en promedio de dos horas. Incluso con menos vuelos, la agencia está al límite de su capacidad. Las Academias Nacionales descubrieron que la FAA recurre cada vez más a turnos obligatorios de horas extras y semanas de seis días para cubrir la escasez de personal. El presupuesto para horas extras ha aumentado un 300 por ciento desde 2013.
Depender de controladores sobrecargados es especialmente peligroso, porque la FAA está sujeta a tecnologías anticuadas que le ha costado mucho actualizar o sustituir. Como en tantas otras áreas, Estados Unidos se ha quedado rezagado respecto a otras naciones que utilizan tecnologías más modernas para guiar a un mayor número de aviones de forma segura a través de zonas abarrotadas del cielo.
En los últimos años, se han acumulado los incidentes. En un incidente ocurrido en 2023 en el aeropuerto de Austin, Texas, un avión de Southwest recibió autorización para despegar de la misma pista donde se había autorizado el aterrizaje de un avión de FedEx. Los aviones estuvieron a punto de chocar. No hay pruebas claras de que la escasez de personal influyera en la colisión en enero de un helicóptero y un avión de American Airlines que intentaban aterrizar en el Aeropuerto Nacional Reagan de Washington D. C., pero una amplia gama de expertos advierte de que los accidentes son cada vez más probables.
Un posible correctivo es retirar al gobierno de su papel. Naciones como Australia, Canadá y Alemania han creado empresas independientes, financiadas por la industria, para gestionar sus sistemas de control del tráfico aéreo. La FAA ya recauda gran parte de su financiación directamente de la industria de la aviación. Podría financiarse totalmente del mismo modo.
Como alternativa, algunos congresistas republicanos proponen evitar futuras interrupciones en la financiación —y en el suministro de controladores aéreos— al eximir de los cierres los programas de formación de la FAA, tal como el Congreso ya exime al sistema de control de tráfico aéreo.
Cualquiera de los dos planteamientos mejoraría la situación actual, pero ambos pasan por alto la cuestión más importante: los cierres causan daños impredecibles y duraderos. Si nuestros representantes electos vuelven a incumplir sus responsabilidades básicas y el gobierno vuelve a cerrarse, otras cosas se deteriorarán y las consecuencias nos acompañarán durante mucho tiempo.
The New York Times