La ONU se tambalea en medio de crisis global
Melvin Matthews
Concomitante a su obstinación para que el Consejo de Seguridad autorice la conformación de una fuerza multinacional de paz en Haití, el presidente Luis Abinader insistió en el discurso que pronunció ante la Asamblea General sobre la necesidad de revitalizar la ONU y el multilateralismo.
El mandatario pareció desconcertado por el desacuerdo prevaleciente entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, incapaces de aprobar la misión hacia Haití. Y precisó su sentimiento con palabras asaz diplomáticas y hasta filosóficas: “No es este el porvenir que soñaron nuestros antecesores, ni el presente que merecen nuestros pueblos. La ONU no puede limitarse a registrar crisis: debe ser brújula en la tormenta y faro en la noche”.
Creo que Abinader observa lo que el grueso de la comunidad internacional percibe desde hace rato que la ONU se tambalea, a punto de zozobrar, en medio de la creciente crisis global, incompetente de hacer cumplir sus decisiones y resolver conflictos de manera efectiva.
Evidentemente, las rigideces entre Estados Unidos, China y Rusia, miembros permanentes junto a Francia y Reino Unido, dificultan seriamente el avance de resoluciones importantes relacionadas con conflictos actuales, ejemplos Haití, Israel contra Hamas en Gaza y Palestina y la invasión rusa a Ucrania, han reducido drásticamente el respeto que la ONU adquirió durante la Guerra Fría.
Coincido con el criterio de que la ONU se encuentra en un momento de crisis global y desafíos complejos, operando en un entorno de crecientes conflictos, crisis climática y desigualdad económica. Añádase, que líderes de la talla del presidente Donald Trump, atacan sin piedad el desempeño financiero y diplomático de la organización. En su turno reciente, Trump acusó a la ONU de aprobar políticas favorables a la inmigración ilegal hacia Estados Unidos y de promover desacertadas políticas de género.
No obstante, la ONU, acreditada desde su fundación en 1948 como un gobierno universal, trata de continuar su labor en la resolución de crisis, la promoción de los derechos humanos y la búsqueda de soluciones para los Objetivos del Desarrollo Sostenible, aunque encara críticas acerca de su eficacia y su capacidad de acción.
La situación actual de la ONU puede resumirse en el intento por recuperar la confianza mundial, diezmada por los polos de poder que gobiernan las relaciones internacionales: Washington, Beijing, Moscú, la Unión Europea, India y el BRICS: el organismo multilateral vive con la tirantez entre su misión y la realidad de un mundo en constante turbulencia.
Esas premisas motivan la exhortación de Abinader al resto del mundo, “a escucharnos con mayor apertura y disposición genuina al entendimiento mutuo”, so pretexto de que, “si no se transforma la ONU, podría caer en la irrelevancia, lo que sería una catástrofe que no debemos permitir”.
Estamos de acuerdo.
Hoy