La Nación que se Piensa a sí Misma, se Salva a sí Misma

Por: Milton Olivo

La República Dominicana es más que un territorio; es una herencia espiritual, histórica y moral que nos compromete con algo mayor que nosotros mismos.

Quien ame de verdad esta patria -sus montañas, su gente, su memoria y su porvenir- entiende que gobernar no es administrar coyunturas, sino construir futuro. Y ese futuro solo será posible si orientamos cada decisión pública hacia la dignidad del ciudadano, la autonomía del Estado y el fortalecimiento de nuestras capacidades internas.

La salud del pueblo: primera obligación moral del EstadoNo existe desarrollo sin salud. Un país enfermo no produce, no aprende, no progresa. La inversión prioritaria en el sistema de salud no es un gasto; es una decisión estratégica que determina la resiliencia nacional.
Fortalecer hospitales, garantizar la atención primaria, asegurar medicamentos esenciales y promover una política preventiva basada en ciencia es proteger el recurso más valioso de la república: su gente.

Educación para la era del conocimiento.  La educación dominicana debe dejar atrás la memorización y abrazar la formación en habilidades, ciencias, tecnología y pensamiento crítico.    Un sistema educativo orientado al desarrollo de competencias permite crear ciudadanos capaces de innovar, trabajar en la economía del futuro y resolver problemas de manera autónoma.

Invertir en educación científica es sembrar independencia;
invertir en educación técnica es sembrar productividad;
invertir en educación humana es sembrar ciudadanía.

Producción nacional e industrialización agropecuaria.El verdadero poder de un país reside en su capacidad de producir.  La República Dominicana no puede seguir dependiendo de importaciones que consumen divisas, destruyen empleos y debilitan la soberanía económica.

Hoy es imperativo:

  • Impulsar la producción nacional con tecnología y crédito accesible.
  • Industrializar el sector agropecuario, agregando valor para generar exportaciones y empleo.
  • Crear cadenas productivas que integren campo, industria y mercado.

La autosuficiencia alimentaria es seguridad nacional, y la industrialización agropecuaria es el camino más rápido para elevar ingresos, modernizar la producción y reducir la pobreza rural.

Desarrollo de sectores productivos estratégicos.Cada país prospera cuando construye sobre sus fortalezas.  En el caso dominicano, turismo, agroindustria, energía renovable, servicios logísticos, biotecnología y economía digital poseen un potencial extraordinario.

Un Estado inteligente protege y estimula estos sectores, crea el marco regulatorio adecuado y elimina los obstáculos que frenan la inversión nacional, especialmente la de emprendedores y pequeñas empresas.

Política exterior no alineada: garantía de soberanía.La República Dominicana debe practicar una política exterior centrada exclusivamente en el interés nacional.   La historia demuestra que las naciones pequeñas fortalecen su seguridad cuando mantienen una postura independiente, respetuosa y no intervencionista.

Nuestra piedra angular diplomática debe ser clara:   “No nos involucramos en los asuntos internos de otros países, y exigimos igual respeto para el nuestro.”   Esta doctrina protege nuestra soberanía, evita conflictos innecesarios y nos posiciona como un país prudente, digno y confiable.

En conclusión, amar a la República Dominicana es trabajar por su autonomía.   Es colocar la salud, la educación, la producción, la ciencia y la soberanía en el centro de la agenda pública.  Es construir un país que viva de su inteligencia, su trabajo y su capacidad de decidir por sí mismo.

Porque la grandeza de una nación no se hereda: se construye con valor, claridad y propósito. Porque  “el verdadero patriotismo es la voluntad de convertir la esperanza de la patria en la realidad de su destino.”

El autor  aspira a la Secretaria General Nacional-PRM

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