Discurso: Disquisiciones Conceptuales

Guillermo Caram

Las confusiones conceptuales sobre rol del Estado, manejo económico y administrativo, reducen impacto social y político de Gobiernos con el consecuente perjuicio al sostenimiento y perfeccionamiento de nuestra democracia.

La satisfacción mostrada sobre beneficios de entidades públicas en el discurso presidencial motiva cuestionamientos. Punta Catalina tuvo grandes beneficios porque en lugar de vender energía a precios según sus costos, siguió vendiéndola a precios altos determinados por un mecanismo absurdo de fijación. Banreservas obtuvo altísimos beneficios porque sus préstamos fueron otorgadas a elevados intereses, acomodándose al oligopolio bancario.

¿No hubiera sido rol de Estado más apropiado que ambas entidades presionaran bajar precios de servicios que prestan en lugar de sumarse al “establishment” instituido procurando mas beneficios?

La exaltación de subsidios al consumo ante menos subsidios productivos induce inflación. Combatida con aumentos de intereses, incrementan costos a productores, dejando de producir. Subsidios inhiben emprendimiento, auspician corruptelas, estimulan dependencia y clientelismo, incrementan gastos generadores de déficits financiados con endeudamientos.

¿No habrá llegado el momento de reorientarlos hacia producción?

El pacto para encarar situación haitiana es pertinente, adecuadamente concebido. “Defender la soberanía” pudiera interpretarse que estamos en guerra, respaldada por adquisiciones de equipos y movilizaciones militares. Declaraciones reprochantes refuerzan ésta interpretación y alimentan confrontaciones, frente a una comunidad internacional a la que no le han valido quejas y lamentaciones.

¿Cuándo nos convenceremos que este esquema de acción no conduce a nada, requiriéndose sustituirlo por cooperación al desarrollo institucional y económico haitiano, única forma de contener migración y de conminar comunidad internacional? El seguimiento de decisiones es fundamental. Un pacto similar fue convocado tiempo atrás sin resultados, al igual que la docena de reformas presentadas al CES no plasmadas a la realidad. Por eso no generó entusiasmo la “nueva ola” de reformas anunciadas.

¿No sería pertinente que el gobierno dispusiera el seguimiento adecuado a sus propias decisiones?

Una correcta concepción de Estado conlleva no evadir temas neurálgicos: creciente hipertrofia burocrática, fiscalidad deficitaria, endeudamiento, marginalidad laboral, seguridad social, desorden territorial y taponamientos del tráfico.

¿Será posible observar éstas disquisiciones?

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