Coubertin, medalla de oro en poesía olímpica, cobra sentido en días de guerra
Madrid, 21 mar (EFE).- El Día Mundial de la Poesía que se celebra este 21 de marzo presta poca atención al ámbito del deporte, pese a que grandes poetas como Homero, Nicolás Guillén, Rafael Alberti o Luis García Montero dedicaron célebres versos a esta actividad.
La cita deportiva por excelencia del calendario internacional, los Juegos Olímpicos, tuvo las competiciones artísticas entre sus pruebas entre las ediciones de 1912 y 1948 por iniciativa del barón francés Pierre de Coubertin, que ha pasado a la historia como el restaurador de los Juegos de la era moderna.
Coubertin era un acérrimo defensor de la relación de hermandad entre el deporte y la cultura y fue suya la idea de que a las competiciones deportivas se unieran otras de carácter artístico, entre ellas el concurso literario.
En los Juegos de Estocolmo 2012 el barón ganó la medalla de oro en la modalidad de literatura con una composición poética titulada ‘Oda al Deporte’, que firmó en francés y alemán con un doble seudónimo: Georg Hohrod y Martin Eschbach.
Coubertin no desveló que la autoría era suya hasta siete años después.
«Oh, Deporte, placer de los dioses, esencia de la vida. Has aparecido de pronto entre el gris claro en el que se agita el ingrato trabajo de la existencia moderna, como el radiante mensajero de las épocas desaparecidas, de aquellas épocas en que la humanidad sonreía», empieza la obra que mereció la medalla de oro y que hoy, con los efectos en el deporte de la guerra en Ucrania, adquiere un nuevo significado.
En las siguientes ocho estrofas la composición lírica de Coubertin explora la relación del deporte con la belleza, la justicia, la audacia, el honor, la alegría, la fecundidad, el progreso y, finalmente, la paz.
«Oh, Deporte, eres la Paz. Promueves las relaciones felices entre los pueblos, uniéndolos en su devoción compartida por una fuerza controlada, organizada y autodisciplinada. De ti, los jóvenes de todo el mundo aprenden a respetarse a sí mismos y, así, la diversidad de cualidades de cada nación se convierte en la fuente de una rivalidad generosa y amigable», termina la oda del noble francés.
El Comité Olímpico Internacional (COI) que Coubertin fundó en la universidad de la Sorbona en 1894 está centrado ahora, casi 128 años después, en difundir esos mensajes de paz entre la comunidad deportiva y canalizar la ayuda a los deportistas ucranianos que, debido a la invasión de su país por las tropas de Rusia, no pueden entrenar, competir o, cuando menos, vivir en unas condiciones dignas.
«Nuestro principio rector es la paz», ha manifestado al actual presidente del COI, Thomas Bach.
«Nuestro fundador, Pierre de Coubertin, nos encomendó esta misión. Cuando revivió los Juegos Olímpicos y creó el COI en 1894, con el pleno apoyo del Movimiento Internacional por la Paz de la época, dijo: ‘Si la institución de los Juegos Olímpicos prospera, puede convertirse en un potente factor para asegurar la paz universal'», recordó la semana pasada el dirigente alemán en una carta abierta a los deportistas del mundo.
Los «afligidos», en este caso por la guerra, deben recordar que el deporte «puede aportarles un sano entretenimiento en su angustia», como afirmó Coubertin en su oda, campeona olímpica de literatura en 1912.
Natalia Arriaga