Reflexiones agridulces por el Día del Periodista
Por RAFAEL GÓMEZ
Este martes 5 de abril se conmemora en República Dominicana el Día del Periodista, una fecha oportuna para celebrar, participar en homenajes, recibir elogios y dar agradecimientos por la conmemoración.
Un día consagrado en el calendario dominicano para que todos los que decidimos abrazar con dedicación y pasión esta profesión, lo celebremos con orgullo.
Pero, más que eso, para reflexionar sobre la forma en que deberíamos estar todos juntos, como una sola familia de este oficio, que trabaja y lucha por su superación colectiva, y no individual, a favor de los mejores intereses del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y todos sus miembros.
La seccional del CDP en Nueva York, encabezada por su secretario general Roberto Francis, ha organizado desde el pasado 18 de marzo, una agenda de actividades en conmemoración de este día.
Entre estas se encuentran charlas-conferencias con la participación de destacados profesionales como Ramón de Luna, Adalberto Grullón y Carlos Manuel Estrella, además, actividades artísticas y una misa por la salud de todos sus miembros y de recordación a los periodistas fallecidos a cargo del sacerdote Luis Barros.
Tomando como referencia la primera publicación del periódico “El Telégrafo Constitucional”, que data del 5 de abril de 1821, fue que el entonces presidente Joaquín Balaguer, casi en los finales de su mandato en 1962, promulgó la Ley 5807, estableciendo este día para que los comunicadores sociales dominicanos, dentro y fuera del país celebren esta fecha memorable.
Desde entonces han transcurrido 60 años, y debemos recordar a los que en plena labor de reporteros profesionales han encontrado la muerte en su misión de retransmitir una noticia trascendental a su comunidad, su pueblo, el país o el mundo.
Seis décadas de homenajes a los que más se han destacado por haber logrado con su esfuerzo y sacrificio alcanzar la supremacía del éxito como informadores a sus respectivas comunidades.
Seis décadas de esfuerzos por recuperar los beneficios que se otorgaron en esa ley para su sostenimiento, fortalecimiento y desarrollo, denegados por quienes tienen el dominio y control de los medios de comunicación, y a los que pertenecen los periodistas como simples asalariados.
Sesenta años de lucha a favor de la libertad de expresión, contra la censura, los bloqueos informativos, las amenazas y atentados.
No hay nada más difícil para aquellos que han tenido la suerte de superar la veintena de años de labor periodística que la de decidir una retirada para descansar de esta tensa y en ocasiones peligrosa labor profesional.
Esta decisión, generalmente, llega forzada por factores de salud o causas que imposibilitan física o mentalmente la continuidad de esta labor, que exige momentos de jugársela el todo por el todo.
En un mundo corrupto como el que vivimos hoy día, ser periodista para informar la verdad con responsabilidad e independencia implica asumir riesgos en lo personal, una tentación a lo inmoral, sobre todo cuando se trata de investigar hechos y acontecimientos negativos o de cuestionables conductas de personas o grupos sociales.
Y muy en especial cuando los implicados pertenecen a grupos políticos, empresarios, comerciantes, funcionarios públicos, organismos policiales y militares, o elementos vinculados al narcotráfico.
El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que la libertad de expresión tiene una doble dimensión: reconocer que todos somos libres de expresarnos, y que todos tenemos derecho a recibir información.
Pero esta máxima no fue suficiente para evitar atentados contra los que reclamaban se cumpliera y respetara dicho mandato. Muchos fueron silenciados con la muerte por su osadía de revelar acciones punitivas.
Así cayeron periodistas dominicanos como Orlando Martínez, Gregorio García Castro, Narciso González, Blas Olivo Santana y Marcelino Vega, entre otros, víctimas de los enemigos de la libertad de expresión y difusión del pensamiento.
Ejercer el periodismo en todas formas, es una de las profesiones que más elevan los sentimientos, el orgullo y la pasión.
Quienes escogen esta profesión como su medio principal de sustento económico saben que sus responsabilidades básicas descansan en la búsqueda de la verdad informativa a través de la entrevista, reportajes, investigaciones de fuentes seguras y verificables, de opiniones y análisis responsables.
El periodista siempre tendrá a su lado como prueba de un hecho trascendental a un equipo inseparable de apoyo que certifica la verdad de la entrevista o reportaje noticioso con imágenes fijas (fotógrafo) o en movimiento (camarógrafo).
¿Dónde en verdad puede existir el potencial peligro del ejercicio del periodismo? Sería mucho decir, pero este se manifiesta cuando se establece un contubernio entre el Estado y el crimen organizado en todas sus vertientes.
Es aquí donde la labor investigativa de un comunicador corre peligro, porque sus inquietudes de recopilar informaciones sensibles para hacerlas públicas podrían afectar intereses de sectores de poder implicados en actos reñidos con la ley, recibiendo a cambio como represalia un juicio y condena clandestino lamentable.
Esperamos que este 5 de abril sirva de plataforma para eliminar diatribas, resquemores y diferencias personales innecesarias reinantes que debilitan al CDP como institución.
Que todos juntos trabajemos por los verdaderos principios por los cuales los forjadores de esta institución crearon nuestro organismo colegiado con espíritu gremialista, por el bien de un CDP fuerte, institucional, integracionista y defensor de la libertad de prensa