Abinader: cuidado con Kenia y la ONU
José Miguel Gómez
Haití es un país impredecible. Kenia es pobre y sin capacidad de respuestas a sus propios males. André Maurois dice: “la cultura es lo que queda después de haber olvidado lo que se aprendió”. La cultura y el aprendizaje de Kenia contra sus bandas, confrontación de etnias y endo y exogrupos ha sido extremadamente violentas, extremistas y deshumanizantes; la limpieza es “negro contra negro” “pobres contra pobres” y culturalmente parecidos Kenia y Haití; y eso, lo conoce perfectamente EE. UU y la ONU; ¿por qué Kenia? Un país de resistencia a la alternabilidad y la gobernanza, a democracia y al desarrollo con inclusión; además, distante, de recursos tan precarios que, pareciera victima la gratitud invisible.
Lord Acton refiere: “el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”.
En Haití, se ha corrompido todo, no existe regla, ni normas, ni limites, ni miedo y tampoco esperanza.
Kenia y Nigeria van de primero, los españoles, canadienses, franceses y algunas islas entraran con otras estrategias.
México, más conservador entrenará a los militares haitianos, a los que los cascos azules nunca pudieron, y abandonaron la misión diciendo “los haitianos tienen una cultura que se niega a la civilización” “Haití es inviable”.
Pero Haití hay que ocuparlo, enfrentarlo y controlarlo para que no sigan secuestrando, asesinando, imponiendo el desorden y caos. Parece que no aprendieron, o no han podido desmontar el sistema de creencia, el mal aprendizaje de que, la violencia y la agresión son formas de subsistencia, lo que la neurociencia explica: “rechazar hacer el mal o evitar hacer el daño al otro, o poder discriminar las consecuencias que, son funciones del lóbulo prefrontal ventro-medial del cerebro”.
Contra Haití, los keniano y nigeriano pueden a su manera y a sus formas. Aunque la ONU les dirá “Haz lo que digo, pero no haga lo que hago”. Lo difícil viene después, mantener, controlar y domesticar lo que hace siglo que se olvidó o que nunca se aprendió.
Al presidente nuestro, Luis Abinader le tocará revisar la historia, nunca ponerse los zapatos de Kenia, ni pisar a la forma de la ONU; debido a que regresan y nosotros nos quedamos a vivir en la misma isla, con el mismo canal, bajo el mismo aprendizaje y resistencia. Me parece, sin pretensiones de canciller ni diplomático, jugar a la calma, observar y mantener la frontera vigilada y cerrada, pero dejar a discreción que pase un poco alimentos y medicina; pero no aceptar keniano y nigeriano en el país, cuidar las formas de esos acuerdos diplomáticos, no administrar recursos de la ONU.
Literalmente debe ser una intervención militar para luego ponderar un gobierno haitiano “fuerte” con un ejército de la ONU por años o décadas, organizar el Estado, recoger todas las armas en manos de las bandas, reinventar el país, invertir sin corrupción en estructuras, escuelas, hospitales, carreteras, agricultura, electricidad, etc.
El Masacre hay que compartirlo, con equidad y respetando los acuerdos. El ejército nuestro cuidar la frontera dominicana y los pueblos fronterizos, bajo nuestras leyes y mandatos de nuestra constitución. Abinader, cabeza fría, emociones controladas, consultar, aglutinar la identidad, la diversidad y espíritu Duartiano que, es la vía y el sentir de los buenos dominicanos, que siempre nos unimos en las desgracias.
Hoy