Abinader en Punta Catalina: aún perdiendo gana
Ignacio Nova[email protected]
La política vernácula se ha ejercido desde el precepto “abajo el de arriba”. Según este, la oposición niega calidades básicas a todo acto de los gobiernos vigentes.
Nuestras organizaciones políticas han sido exitosas en conformar un numeroso equipo de comunicadores y opinóbulos radicalizados cuyo rol es negar validez a las iniciativas de sus contrarios. Su slogan de tribu y secta impulsa una oposición dura y post-uasdiana: “Jamás coincidir con el enemigo”.
La energía mediática con la cual la oposición al gobierno de Luis Abinader se lanzó contra el Contrato formativo del Fideicomiso Punta Catalina (FCTPC), aprobado por la Cámara de Diputados el pasado 21 de octubre del pasado año, superó los megatones de las experiencias anteriores.
Al propiciarlas, no se reparó en escudar la propia imagen y credibilidad. Recurrieron a falsedades infantiles, útiles al menos porque: 1) los políticos saben que en la actual coyuntura la política no es pasatiempo o deporte nacional; 2) la gente desconoce el sistema jurídico vinculante a las acciones públicas.
Consecuentemente, el contrato para crear la FCTPC se atacó por: a) “no garantizar” la propiedad pública sobre esta y 2) “no existir” una ley nacional de fidecomisos.
Argumentos falsos. Existe la Ley 189-11.
Otros aspectos, verbigracia que Punta Catalina estaba siendo vendida, etc., fueron fárragos derivativos de tales presupuestos.
Vadeando las aguas de una confrontación que pudiera otorgar vigencia a los opositores, el Gobierno optó por continuar eliminando minas del territorio cotidiano nacional. Urgido del camino franco para la recuperación económica, evitó un clima de inestabilidad que pudiese devaluar la atención que requiere el desarrollo y la armonía sociedad-gobierno. Solicitar al Senado retirar ese Contrato contribuyó a tal clima de paz, negocios e iniciativas, y la oposición siente que ganó logrando tal retiro.
Todos felices.
Interiormente, el presidente debe estar riendo. Al Perder, ganó mucho ante los empresarios, a quienes pertenece, y frente sus gobernados deseosos de vivir tranquilos, superar la situación de Covid-19 y los desasosiegos.
El acápite 6.1 de dicho contrato, fijaba como fines del FCTPC, “Preservar y optimizar la operación” de la termoeléctrica, “así como la ejecución de las actuaciones y obras necesarias para su conservación y mantenimiento”. También “Recibir y conservar en propiedad fiduciaria los bienes y derechos transferidos al patrimonio Fideicomitido” (7.1) y, más específico: custodiar y administrar ese patrimonio en beneficio del ESTADO DOMINICANO, en calidad de Fideicomintante y de Fideicomisario” (7.3).
Sin aporte del Fideicomisario, no puede tratarse, en caso alguno, de un acto de venta.
Al transferir Punta Catalina a una entidad para-oficial por doble vía (la recibiría una entidad pública, la Fiduciaria Banreservas, propiedad del banco homónimo, de acciones mayoritariamente públicas), la CTPC no estaba siendo enajenada; sí construida en “fideicomiso público e irrevocable” capaz de recibir activos, bienes y derechos de fideicomitantes adherentes.
Luis Abinader prefirió, pues, una vía no orgánica para crear una CTPC capaz de captar inversiones privadas y adquirir instrumentos y servicios financieros “que ofrezcan mayor rendimiento y utilidad”.
Queda abierta la opción de convertirla en empresa pública descentralizada. Después, claro, del resultado de las anunciadas vistas públicas.