Actualidad panameña

Miguel Mejía

Ciudad de Panamá. De retorno a la Patria desde Brasil, entré a Ciudad de Panamá donde aproveché mi corta estadía para encontrarme, como siempre, con viejos y buenos amigos, entre ellos el expresidente Martín Torrijos Espino, hijo de ese héroe nacional panameño Omar Torrijos Herrera, propulsor de los Tratados Torrijos-Carter de 1977 que otorgaron a Panamá plena soberanía sobre el Canal en 1999, poniendo fin al control que ejercía Estados Unidos desde 1903. También nos reunimos con el panameño de origen palestino, Gassan Salama, con el ex ministro y parlamentario, reconocido dirigente del Partido Revolucionario Democrático (PRD), Héctor Alemán. Ambos dirigentes, Torrijos y Alemán, desde las pasadas elecciones dejaron dicho partido y están en proceso de conformar con sus estructuras una nueva organización política.

En estos breves intercambios, que realizamos indistintamente con estos amigos, hemos encontrado una situación social y política que en lo particular me preocupa el rumbo que está tomando, sobre todo frente a las inocultables pretensiones del gobierno de Donald Trump, en su interés obsesivo de colonizar nueva vez a este hermano país.

Cabe recordar que en enero del presente año el presidente Trump en su discurso de toma de posesión dedicó algunos párrafos a Panamá, amenazando con quitarle el Canal y retornar su control a Estados Unidos, justificando su pretensión colonialista al supuesto control de la República Popular China sobre el Canal, lo cual todos sabemos que no es verdad, además, ocho meses después hasta el día de hoy, Trump no ha podido demostrar esa falsedad.

No obstante, después de una conquista como la heredada de los Tratados Torrijos-Carter, el actual gobierno panameño dócilmente ha cedido a esas pretensiones imperiales hegemónicas con una serie de concesiones que laceran la soberanía del pueblo panameño. La más onerosa ha sido la firma de un memorando de entendimiento con el Departamento de Defensa, en el que Panamá cede soberanía, permitiendo la instalación de tres bases militares disfrazadas de centros de entrenamiento conjunto y operaciones para la protección del Canal de Panamá.

Además, Trump exige el paso expedito y gratuito por el Canal de las naves y buques de guerra del ejército y fuerzas navales norteamericanas. Todas estas acciones son violatorias del Tratado de Neutralidad que rige hoy la ruta interoceánica. Y ambos presidentes lo conocen.

Vista desde afuera y de forma por dentro, Panamá vive hoy una aparente calma, lo que pudiera llamarse una “vuelta a la normalidad”, luego de varios meses convulsos como consecuencias de diversas formas de protestas populares que incluyeron cierres de vías de tránsito, motivadas por la imposición de medidas antipopulares de parte del gobierno del presidente José Raúl Mulino. De igual forma, el pueblo panameño ha reaccionado enérgicamente en rechazo a las pretensiones norteamericanas sobre el Canal y contra la actitud servil y entreguista del gobierno de Mulino.

La reacción del presidente norteamericano fue quitar visas americanas a varios dirigentes del grupo constituido en defensa de la soberanía nacional encabezado por el expresidente Martín Torrijos y Ricardo Lombana, ambos candidatos a la presidencia de la República en las últimas elecciones presidenciales. Pese a ello, estos dirigentes junto al grupo continúan su lucha en defensa de la soberanía y la dignidad nacional.

Movimiento social vs autoritarismo gubernamental

La realidad actual panameña describe un panorama sombrío, pese a la fortaleza de los grupos que conforman el movimiento social en defensa de la soberanía nacional; el exacerbado autoritarismo del presidente Mulino contra el movimiento social le llevó al extremo de imponer una ley de pensiones rechazada por la mayoría del pueblo panameño, siendo reprimido brutalmente durante largas e intensas protestas en calles y barrios del país.

La represión no ha bastado para que el movimiento social silencie sus demandas por los derechos humanos, por la defensa de la autodeterminación; se mantiene activo resistiendo los embates y preparándose para próximas jornadas ante nuevas pretensiones entreguistas del gobierno, que planea esta vez reabrir la mina de cobre, clausurada en la ocasión, como resultado de grandes y masivas manifestaciones populares.

Mientras todo esto ocurre en las entrañas de Panamá, se respira un ambiente de tensa calma donde el movimiento social se mantiene alerta y la parte gubernamental a la espera de señales que le llegan para el inicio de nuevas confrontaciones. Ricardo Martinelli, desde su exilio dorado en Colombia incide permanentemente en la vida política del país, a través de sus redes sociales (lo visible), dirige su partido en el gobierno, no oculta sus diferencias con Mulino y controla su bancada en la Asamblea Nacional.

Esta situación de persecución y represión contra el movimiento social ha obligado el exilio para varios dirigentes, como son los casos de Erasmo Cerrud, directivo del sindicato de la construcción, exiliado en la Embajada de Nicaragua en Panamá, Saúl Méndez, secretario general del Suntracs, en Embajada de Bolivia al principio, se fue a ese país y hoy no tiene paradero definido. Genaro López, dirigente sindical, fue arrestado y encarcelado, hoy tiene medida cautelar de casa por cárcel.

Mediante “investigaciones en curso”, varios ex representantes de corregimientos están encarcelados, dirigentes magisteriales bajo procesos de investigación y otros se encuentran en la clandestinidad. Como podemos ver, preocupa la actualidad de Panamá y su combativo pueblo. Abogamos por una solución pacífica, armoniosa, con reconocimiento de los derechos humanos, respeto mutuo y paz en soberanía.

El Caribe

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