¡Ahora sí! Todos menstruamos

Samuel Luna

Estoy siendo golpeado por un torbellino que pertenece a la bioética, a la teología y a mi propia tradición cultural isleña; este fenómeno me está aturdiendo de forma agresiva y rápida, percibo una corriente ideológica que viene demoliendo los valores que siempre han funcionado en nuestra cultura , y ahora tratan de sustituir nuestras costumbres por otras prácticas y creencias que ni en sus propios países han funcionado; países que han perdido su identidad, y sus tradiciones familiares.

Este torbellino está disfrazado y compuesto por palabras y discursos que nos hacen creer que  nuestra lucha es por dignificar y defender nuestros derechos.

Ayer leí en la prensa de Chile una pancarta que decía: «Menstruar no es un privilegio, es un derecho”. La idea es borrar la palabra mujer por la palabra personas; ahora se ha generado una trifurca en Chile, algunas diputadas Chilenas precisaron que el término “personas” incluye a cualquier ser humano que menstrúe. Es increíble hasta donde hemos llegado, es algo insólito y difícil de digerir. Lo grande de todo esto es que la política, las ideologías de la reciente izquierda se han ramificado para poder escalar y acaparar una población que antes no era parte de las reformas sociales; quieren aprobar y promover cualquier proyecto que le genere crecimiento y poder político, aunque el mismito diablo se los lleve a todos. 

Aclaro que he sido de la izquierda, y creo en valores de la derecha, pero ha llegado el momento de defender más a la familia y seguir a Dios que seguir a los partidos políticos encadenados por agendas  extrañas.

Es interesante que por muchos años y hasta el día de hoy, muchos políticos han querido separar la política de la religión; sin embargo, en la política, específicamente la izquierda, ha cometido el gran error de esquivar y atacar a la religión, olvidando, ya como he escrito en otros artículos, que la política y la religión suelen llevar una simbiótica mutualista; es decir, tanto el sector religioso como el político se han sostenido mutuamente para preservar los principios de la democracia y la justicia.

Hemos sacado la religión, los valores universales que producen vida, los valores judeocristianos; y al mismo tiempo, queremos promover la desintegración del hombre y de la mujer, queremos que el hombre también pueda hacerse mujer y la mujer se convierta en hombre.

Lo grande de todo esto es que,  existe una agenda intencional y marcada, no soy un perseguidor de personas que piensen diferente a mi, pero siempre he estado en contra de las agendas que quieren destruir la esencia de la sociedad, La Familia. Menstruar no es un derecho legal, no se decide en el congreso, no se crea con marchas, ni con consignas, y mucho menos con pancartas; menstruar le pertenece a la mujer, solamente a la mujer.

Por esa razón, difiero de que se reemplace la palabra “mujer” por el término “personas menstruantes”.

Algunos dirían, pero esto fue en Chile, pues yo creo que muy pronto enfrentaremos el mismo “show” en nuestro país. Las dominicanas deben estar lista para salir al frente y decir con autoridad que menstruar es una virtud que solo es de las mujeres y que no es una ofensa para ellas menstruar.

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Y que si un sector minoritario llamado transgénero se siente ofendido, la mayoría de mujeres deberían sentirse burladas y no respetadas por esa minoría que quiere eliminar la palabra mujer. Lo que sí yo creo, es que el movimiento feminista debe volver a sus raíces y estudiar porqué y para qué surgió ese movimiento. Yo creo y lo practico, que la mujer y el hombre, ambos, deben ser tratados con dignidad.

La mujer debe tener igual oportunidad que el hombre para estudiar, para participar en la política, para ser parte activa de todas las esferas sociales; pero, no podemos promover cosas absurdas, no podemos motivar una guerra entre la mujer y el hombre, no debemos sentirnos menos por el hecho de nacer mujer o hombre, y si esto pasa, es una responsabilidad de cada persona de buscar orientación y ayuda, no es la tarea de un partido político, ni de la izquierda, y mucho menos el papel de un congreso.

Queremos dejar claro que:
– Es imposible bregar con temas morales, de la bioética, sin incluir la religión o la tradición judeocristiana. Decía aquel filósofo griego, Heráclito de Éfeso, que todas las leyes humanas se alimentan de las leyes divinas.
– Debemos cuidarnos como mujer y como hombre de esas lluvias ácidas que van destruyendo nuestro real propósito en esta vida: Vivir en abundancia y sin amargura. Abrazar quiénes realmente somos, sin temor y bloqueando aquellas voces que llegan de aguas contaminadas y mortíferas.
– No compremos patrones que no han funcionado en otros países llamados “desarrollados”. Conservemos nuestras raíces, nuestras familias y disfrutemos cada día nuestro legado y regalo de ser mujer.

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