Ambigüedad de la economía dominicana

Leonel Fernández

Santo Domingo, RD

En el proceso de reactivación de la economía dominicana, luego del impacto de la pandemia del Covid-19, hay cuatro sectores que se caracterizan por su dinamismo. Ellos son remesas, turismo, zonas francas y construcción.

El repunte experimentado por estos sectores se ha debido, fundamentalmente, al comportamiento experimentado por la economía norteamericana. Eso pone en evidencia que factores externos han provocado, de manera ambigua, resultados positivos y negativos en el desempeño de la economía nacional.

En los Estados Unidos, donde el desempleo se encuentra en uno de sus más bajos niveles históricos, de 3.5%, el consumo se ha constituido en uno de los elementos claves en el crecimiento de la economía de ese país.

Los norteamericanos compran, entre otros, alimentos, prendas de vestir, calzado, electrodomésticos, teléfonos celulares y vehículos de motor. Una buena parte de la producción de esos bienes se hace, normalmente, fuera del territorio de los Estados Unidos.

Como consecuencia de ese incremento en el consumo norteamericano, las zonas francas industriales de la República Dominicana experimentaron una expansión durante el primer cuatrimestre del 2021. Obtuvo un crecimiento de 23.1%.

De igual manera, la construcción se expandió en un 53.1%. El turismo todavía para ese primer cuatrimestre del año pasado se encontraba paralizado; y por esa razón tuvo un decrecimiento de -23.3%.

Las remesas alcanzaron la apreciable cifra de 3,459 millones de dólares, durante los meses de enero a abril del año pasado.

Esos niveles de reactivación de los sectores mencionados en la economía dominicana fueron un resultado directo de la política de expansión monetaria y fiscal del gobierno de los Estados Unidos.

Eso, por supuesto, se combinaba con una política análoga por parte de las autoridades nacionales, lo cual generaba unos niveles de liquidez financiera que se expresaba en un incremento de la inversión privada, tanto nacional como extranjera.

Naturalmente, algunas de esas cifras se ven infladas como resultado del rebote estadístico experimentado. Esto así, porque han sido calculadas en relación con el año de la pandemia, 2020, y no con respecto al 2019, que es aquel en el que se dispone de un índice normalizado de medición.

Descenso de la producción nacional

A pesar del rebote estadístico que se le suma a la reactivación económica del 2021, el sector agropecuario, sin embargo, tuvo durante los meses de enero a abril del 2021, unos resultados mediocres. Creció tan solo 1.3%.

Durante todo el año 2021, a pesar de la cifra inflada de crecimiento económico del 12.3% del PIB, el sector agropecuario solo obtuvo una frágil expansión de 2.6%.

Es importante destacar que durante los doce años previos a la pandemia (2008-2019), el crecimiento del sector agropecuario experimentó un promedio anual de 4.5%.

El nivel más alto se produjo en el 2009, alcanzando un 10.2%, lo cual representó cerca del 70% del crecimiento del PIB de ese año. Fue una verdadera época de oro de la agropecuaria nacional que se correspondió con la consigna de que comer es primero.

No obstante, a partir del 2013, la incidencia de este sector en la composición del producto interno bruto se desplomó, hasta alcanzar tan solo un 1.8% en el 2015. Durante los tres años siguientes se fue recuperando gradualmente hasta lograr un 4.2% para el año 2019.

Para el 2021, aun con un rebote estadístico de 12.3% de crecimiento del PIB, el sector agropecuario solo representó un 1.1% de ese crecimiento, una de las tasas más bajas de la historia nacional.

Para los meses de enero a abril de este año, 2022, los resultados de crecimiento de la agropecuaria nacional no son más halagüeños que los del año pasado. Por el contrario, resultan ser sumamente desalentadores. Nada más fue de 1.5%; y para el mes de abril, lastimosamente, de 0.2%.

Si los números hablan con suficiente elocuencia, es evidente que hay un notable descuido de parte de las actuales autoridades nacionales, en un momento de crisis mundial y nacional, con respecto a un sector prioritario para el desarrollo de nuestro país como es la agropecuaria.

En estos momentos, hay que entender que la soberanía y seguridad alimentarias resultan de primer orden para garantizar la supervivencia de la población nacional. No comprenderlo es conducir al pueblo dominicano hacia el hambre, la ruina y la miseria.

Nuevas realidades

Durante el primer cuatrimestre del 2021, el sector turístico, como ya dijimos, aún no había iniciado su pleno proceso de recuperación. Los aeropuertos se encontraban vacíos. Los cielos, despejados. El sector hundido, con un -23.3%.

Pero, debido a la flexibilización del confinamiento, a los ahorros realizados, a las políticas de estímulo y el deseo de viajar y reencontrarse con la naturaleza, el número de turistas empezó a crecer en forma dramática, hasta alcanzar durante los meses de enero a abril de este año un crecimiento interanual de 39.9%.

Es, sin embargo, el único sector que todavía se mantiene en crecimiento, luego de iniciada la etapa de la reactivación económica. En la manufactura local, por ejemplo, se percibe un descenso de 14.5 el año pasado, a 4.4% en la actualidad. En zonas francas, de un boom de 23.1%, ahora desciende a 8.2%.

Llama poderosamente la atención lo acontecido con el sector de la construcción. Después de estar por los cielos, con un 53.1% en el primer cuatrimestre del año pasado, en estos momentos aterriza a un 4.6%.

En el ámbito de las remesas, aunque aún se mantienen relativamente altas, durante los meses de enero a abril de este año, ya han experimentado una disminución de 253 millones de dólares, equivalentes a 8.2% con respecto al mismo periodo del año pasado.

En síntesis, lo que queremos expresar es que desde ya las cifras del primer cuatrimestre de este año evidencian una desaceleración con respecto al 2021. La causa de eso se debe esencialmente a dos razones.

La primera tiene que ver con el cambio de políticas de estímulo monetaria y fiscal, por parte de Estados Unidos y nuestras propias autoridades, por una de aumento de tasas de interés y de disminución de la liquidez en los mercados financieros, como forma de combatir la inflación.

La segunda, de carácter geopolítico, se corresponde con la guerra de Rusia en Ucrania, la cual genera los altos precios de los combustibles, de los commodities y de los fertilizantes.

El temor es que la primera de esas políticas produzca una recesión; la segunda, que mantenga la inflación.

El peor escenario, que surja una situación de estanflación.

En todo caso, comprender que, debido a una combinación de factores externos e internos, nuestra economía se manifiesta de manera ambivalente, navegando en una nueva realidad confusa e incierta.

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