Apagones eléctricos, financieros y apagones de conciencia…

Laura Guzmán

La semana pasada vivimos en nuestro país un blackout nacional. Semáforos apagados, personas detenidas en el teleférico, empresas y hogares a oscuras. Y, más allá de la falta de luz, volvió la sensación colectiva de que algo no está bien.

En minutos, las redes se llenaron de cronologías históricas de apagones por períodos presidenciales, como si el pasado fuera consuelo. Sí, esto ya ha ocurrido antes… pero no pude evitar verlo como una narrativa “oportuna” para suavizar el impacto sobre el gobierno actual.

Tampoco faltaron las declaraciones políticas. El expresidente Fernández explicó el método operativo energético del Metro, contrastándolo con el apagón del servicio. Un intercambio técnico, rápido… pero típico: ante una crisis eléctrica, la primera respuesta no suele ser solución, sino discurso.

Otro apagón que estamos viviendo: el económico

Mientras la luz se va, otro apagón más silencioso afecta al país: el financiero.

El dólar ya ronda los RD$64.50, una depreciación de más de un 6% en apenas un año.

Y aunque la inflación “oficial” es de 3.76%, la gente la siente distinta:

cuando compra más caro, cuando paga más por energía, cuando la factura sube aunque el servicio falle.

Estamos viviendo apagones eléctricos, sí…

Pero también apagones financieros, donde cada familia intenta estirar un peso que rinde cada vez menos.

Y ahora, a pocas semanas de cerrar el año, nos espera un diciembre incierto, donde el pueblo aguarda el doble sueldo como salvavidas momentáneo para saldar el apagón económico de sus hogares.

El apagón más peligroso: el de conciencia ciudadana

Lo que más preocupa no es la luz que se va.

Es la conciencia que también se apaga.

Normalizamos demasiado:

la luz que falla, el dólar que sube, las explicaciones vagas, las narrativas recicladas… discursos, en vez de soluciones.

Mientras tanto, la ciudadanía observa, comenta… pero no exige de forma activa.

Incluso el cierre de emprendimientos, que es una realidad creciente, algunos sectores políticos lo reducen a “falta de preparación”, ignorando que emprender se ha vuelto insostenible en un entorno donde todo sube menos los ingresos.

La política se vuelve espectáculo.

El país se acostumbra al “así es aquí”.

Ese apagón…el del pensamiento crítico, el del deber cívico, el de la exigencia social,es mucho más oscuro que el eléctrico.

Esta semana nos resignamos a la monotonía de otro ciclo informativo:

una Semanal donde las preguntas y respuestas se repiten como un círculo vicioso,

donde la reactividad, los discursos ensayados y el lenguaje corporal incómodo apagan la esperanza de que realmente estemos remando hacia el rumbo correcto.

Cuando un país se apaga en más de un sentido

Un apagón no es solo oscuridad.

Es un síntoma de fallas más profundas.

Cuando se va la luz, se detiene la productividad.

Cuando se debilita la moneda, se debilita el ánimo del trabajador.

Cuando se apaga la conciencia ciudadana… se apaga el país.

No temo a los apagones eléctricos: se solucionan.

No temo a los apagones financieros: podrian corregirse.

Lo que realmente me preocupa es el apagón de conciencia.

Porque cuando un país deja de reclamar más allá de los comentarios en redes, deja de avanzar.

Y cuando deja de avanzar, la oscuridad se convierte en costumbre y conformidad.

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