Atinadas advertencias pro turismo

Juan Llado

En los últimos días, la prensa ha reportado unas serias y oportunas advertencias de prominentes líderes nacionales relativas a nuestra industria turística. Su obvio propósito ha sido evitar que cometamos desaciertos que pudieran ponerla en peligro. Una admonición sugirió no politizar la industria en el debate electoral y la otra se refirió a la necesidad de preservar los recursos naturales que le dan sustentación. Tanto por su medular importancia como por quienes hicieron las advertencias vale la pena examinar sus respectivas implicaciones.

Si hay algo que quedó demostrado por la pandemia es que el turismo es una industria muy vulnerable. El cierre de los países impidió los viajes internacionales y los consecuentes impactos económicos en los diferentes destinos fueron graves. Pero más allá de los riesgos sanitarios y ambientales, existen en tiempos pospandémicos las amenazas relativas a la paz social del país anfitrión. “Un conflicto o un acto de terror en un área puede desviar a los turistas a un destino alternativo debido a los temores de seguridad en el destino original. Los viajeros potenciales pueden optar por viajar a un destino alternativo que posea características similares si un destino se vuelve inseguro de visitar”.

En tal sentido, la primera advertencia de referencia provino del destacado líder empresarial Rafael Blanco Canto al pedir al liderazgo político nacional no meter a la industria turística en la polémica electoral que recién comienza a activarse.

Puesto que el turismo requiere que el destino vacacional no produzca aprehensiones sobre las circunstancias de la visita, la petición debió estar motivada por el potencial daño que a nuestra imagen podría ocasionar esa polémica. Ella se podría percibir como inestabilidad política o crisis de gobernabilidad. La reacción del mercado turístico internacional puede ser muy negativa si el fulgor de la polémica empaña la percepción de que en el pais impera una sólida paz social. Dado que hemos enfrentado exitosamente el reto que implicó la pandemia sería fastidioso que dicha reacción entorpezca la recuperación del sector.

Blanco Canto es una voz muy autorizada para hacer tal advertencia. No solo fue presidente de ASONAHORES y del CONEP, sino que también es un prominente y exitoso empresario del sector que funge como Asesor Honorífico del Ministerio de Turismo. Esa experiencia dirigencial le ha permitido hacer una oportuna advertencia no solo para atajar cualquier daño que pudiera sufrir su sector. Mas allá de lo sectorial, Blanco Canto ha destacado el papel que, según el Banco Central, ha jugado el sector en la recuperación de la economía. En el primer semestre del año “la economía creció 5.6% y de esto el turismo aporto 1.8%”. “Es un aporte de inestimable valor para dinamizar la economía y contribuirá a seguir teniendo éxito que en la gestión de los retos que plantean al país los conflictos y amenazas la producción y el intercambio comercial internacional”.

La segunda advertencia provino del respetado nuevo ministro de Medio Ambiente, el destacado economista Miguel Ceara Hatton, en lo relativo al impacto ambiental del desarrollo turístico. Su declaración viene avalada por un involucramiento importante en el análisis del sector turístico: dirigió el famoso Informe sobre el Desarrollo Humano Republica Dominicana 2005 patrocinado por el PNUD. El capitulo sobre la industria turística advirtió entonces que “la actividad turística se ha hecho de manera desordenada y precipitada, sin que se cumplan normas y regulaciones.” De ahí que ese renglón de la economía podría agotarse de continuarse el patrón de desarrollo seguido hasta ese momento. Lamentablemente, la respuesta a ese señalamiento de los empresarios del sector fue más defensiva que constructiva.

En esta ocasión el mencionado ministro aludió al sector turístico en el marco de una celebración del 22 aniversario de la creación de su cartera. Reiterando su compromiso con la preservación del medioambiente, Ceara Hatton dijo que “si no se preserva el mar Caribe, los ríos, bosques y demás ecosistemas, no habrá turismo ni crecimiento economico en República Dominicana.” Consideró de suma importancia adaptarse al cambio climático y al requisito de la sostenibilidad “ya que está en juego la principal actividad económica del pais: el turismo.” La preservación del mar Caribe figura como una gran preocupación porque “el pais vive de ese recurso por sus aguas, arena y sol, que es donde básicamente se sustenta la actividad turística.”

No hay que ser muy ilustrado para percatarse de que ambas advertencias son muy válidas. Lo lamentable es que podrían pasarse por alto porque se refieren a realidades subyacentes que raras veces emergen en los medios de prensa y en la conciencia colectiva. La de Blanco Canto posiblemente sea la primera vez que se trae a la palestra publica el tema de la paz social y su importancia para el turismo. (Aunque en el 1987 yo advertía, en el desaparecido periódico El Siglo, que el pais debía revestirse de “una espesa cordura” si quería desarrollar su industria turística.) En Cuba la revolución dio al traste con el turismo y en Haiti la inestabilidad política hizo lo mismo, lo cual es prueba de que los disturbios políticos pueden aniquilar la industria. Aquí no se avizoran dislocaciones tan graves como esas, pero una ardorosa polémica política sobre el sector podría causar daños de consideración.

Por el lado del medioambiente la cuestión no es menos onerosa. El advenimiento del sargazo, el agotamiento del acuífero del Este (debido a la masiva extracción de agua del subsuelo) y la consecuente intrusión salina, la erosión de las playas producto del aumento del nivel de los océanos, el blanqueamiento y muerte de los corales por la acidificación de las aguas marinas son problemas mayúsculos que incidirán gravosamente sobre nuestra industria turística. Si bien últimamente la regulación ambiental ha requerido estudios de impacto ambiental a los nuevos proyectos y se ha logrado controlar adecuadamente el daño a los manglares, los problemas de ahora son tan o más agobiantes que los que se confrontaban durante el despegue de la industria.

A nuestro pais le favorece estar enclavado en la región del Caribe porque esta se percibe como una región tranquila y somnolienta, propicia para el disfrute de las vacaciones turísticas. Hasta ahora la región ha tenido la dicha de no haber registrado ningun acto terrorista que ahuyente al turismo y el nivel de la criminalidad no causa mayor inseguridad ciudadana. Inclusive en el Caribe insular no se han dado incidentes violentos que le hayan costado la vida a turistas, tal y como recientemente ha brotado en el Caribe mexicano donde el crimen organizado ha creado alarma internacional sobre sus enclaves turísticos. Pero nuestro destino turístico estaría vulnerable a un mayor nivel de inseguridad, especialmente si los problemas del vecino pais se desbordan hacia nuestro territorio.

No cabe duda de que la sociedad dominicana tiene pendiente la tarea de construir una cultura de paz para asegurar la competitividad y permanencia de nuestra principal industria. De ahí que la advertencia de Blanco Canto haya retado al liderazgo político para que ayude a crear esa cultura. (Eso incluiría a cualquier incumbente del MITUR, quien no debe usar el cargo para perseguir publicamente metas electorales.) El ministro Ceara Hatton, por su parte, se ha comprometido con la tarea de crear una cultura medioambiental que asegure la sostenibilidad del turismo y de la economía en general. La creación de esas dos culturas, pues, es un crucial objetivo pendiente en la agenda de desarrollo nacional.

Publicado originalmente en Acento

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