Breve ideograma de un escandaloso “teteo”

 Ricardo Nieves

Cuando no se sancionan conductas reprochables y actuaciones vandálicas, el mensaje impune constituye el primer estímulo para su inevitable repetición. En la zona colonial la vulgaridad pasó del umbral de tolerancia a una enfebrecida turbamulta, violenta y desenfrenada, que sometió a residentes, visitantes y espacios públicos al caos total.

El histórico y emblemático lugar fue invadido por una multitud desnortada, un tropel atemorizante de cientos de jóvenes fuera de control. La indiferencia oficial, el trato indulgente, empezó años atrás en la calle 42 del populoso sector Capotillo, una franja estrecha de hacinamiento descomunal, donde sobreviven más de 10 mil personas en un diámetro que no llega a un kilómetro cuadrado.

Abandono y degradación de las reglas básicas de convivencia han permitido la díscola extensión del teteo a lugares y áreas dentro y fuera de la capital. Van acompañados de una barahúnda musical ruidosa que, por lo regular, termina en desquicio brutal y enfrentamiento caótico de muchos participantes.

Análisis:

En el enfoque del comportamiento desviado existen, prima facie, dos formas de visualización: la observación superficial y la interpretación objetiva.

La primera busca, ante todo, culpables, severa retribución y etiqueta grupal. Se centra en las consecuencias de las conductas; anula causas, motivos y razones del fenómeno delictivo o antisocial. La segunda, más a fondo, ausculta raíces, ve más allá de la impresión visible y examina variables del problema explicativo y causal.

El abordaje de todo fenómeno, radical o pasajero, empieza por destronar los mitos que posee y aquellos que le atribuyen. Saber que la concepción totalitaria del mito se desarrolla en la aceptación de su exceso, en la anchura y representación de los significados sociales. Y es que las interpretaciones de las cosas existentes tienden a acomodarse con suma facilidad a nuestros esquemas mentales.

Así, por antonomasia, los prejuicios tienen la mitad de la batalla ganada, previamente y con mínimo esfuerzo. Por ende, como dijera el filósofo español Gustavo Bueno, hay que exponer la verdad, aunque pueda ofender las orejas piadosas…

De la dialéctica colegimos que elaborar una tesis implica plantearla contra algo, contra alguien, pues, el punto ciego de la nada no es atacable ni mutable. Toda tesis se elabora para que sea capaz de responder o ser respondida. Por ello ningún análisis se plasma en el vacío existencial, contra la nada abstracta o el pronombre indefinido.

La verdad surge cuando, agotadas las herramientas del examen minucioso, se han despejado de manera incontrovertible, toda duda y evidencia de manera irrefutable. Fuera de esta reflexión, el resto de cualquier ejercicio será mera especulación, venerable pirueta de perder el tiempo con disquisiciones ampulosas y vagancia mental.

Los desterrados de oportunidades y educación irrumpieron en la zona.

Los desterrados de oportunidades y educación irrumpieron en la zona.ARCHIVO/LD

Contexto:

El ideograma del teteo tiene su contexto, infografía propia y verdades interiores. Relato y texto real, repleto de jeroglíficos culturales, marcados por la condición social que se debate crispada entre la marginalidad y la ignorancia. Y que, por descontado, acarreará también el desmadre personal y el desparpajo ético-social.

Muchísimos jóvenes, entre 16 y 24 años, encuentran géneros de identificación y afirmación personal en líderes y promotores de una expresión denominada “música urbana.” Convergencia de artistas y exponentes urbanos caracterizan la mayoría que adolece de baja escolaridad, deleite por lo obsceno, despotrique verbal, insinuación y consumo de drogas, alcohol y abierta depravación de la vida sexual.

Sin límites ni reglas envidiables que seguir, medran en el escenario ideal que legitima un modelo de juventud hundida en la vagancia, sin metas concretas, desprovista de planes vitales, entrando al juego de un estilo de vida hedónico, intenso, violento, machista y, casi siempre, procurando placer inmediato y satisfacción gratuita.

Ningún proyecto de esas vidas desperdiciadas tiene objetivo a largo plazo, ninguna vía se considera prohibida, incluyendo la ilegal. Condescendiente, “el mercado de lo urbano” se apropia de la energía monótona que dispensa el simbolismo atrayente del “gusto urbano” que además refulge tal cual un oasis para el libertinaje, el ocio ramplón, la desinhibición.

Cerrado al principio, esta vez el “teteo” no hizo más que sacar a la luz hogares, escuelas, barriada y política social. Muestrario de precarización y desorientación que, en determinados núcleos juveniles, ha primado y vencido con suma liviandad.

Población inculta, con baja o ninguna escolaridad, es caldo de cultivo idóneo para la instrumentalización, el exceso y las infracciones comunes. Con toda probabilidad el nivel educativo promedio de esos jóvenes apenas alcanza los 5 años de escolaridad elemental.

Anomia social:

El exceso de promesas, mayormente consumistas y hedónicas, acumulan un sedimento cultural y horroroso de frustración. En jóvenes con altas expectativas y baja posibilidad material, el terreno fértil para tales desquiciamientos luce garantizado, proyecta el desbarre conductual que impulsa la desviación social y el delito aspiracional.

Ruptura del cordón urbano-marginal: Saltar las barreras, invadir y violentar espacios, es una madeja del espectro anómico que se ha adueñado de millares de vidas jóvenes. La turbamulta en la zona colonial abrió los portones de la, hasta entonces, invisible guetización que, con anterioridad y frecuencia, fue exclusiva de zonas empobrecidas, marginales o suburbanas.

Los desterrados de oportunidades y educación irrumpieron en la zona, atraídos por el señuelo de un supuesto premio escondido de 200 mil pesos que, irresponsablemente, ofreció el influencer Santiago Matías. Hijos de una subcultura del desorden, el teteo simbolizó allí la evidente fealdad que, llamativamente, se expresó arrabalera, despreciable, trastornadora.

Libertad fracturada:

Un ser humano que no sabe qué hacer con su libertad, de alguna manera, seguirá siendo cautivo. Y tenemos demasiada gente joven excluida y desarticulada, que encuentra muy poco qué hacer y mucho menos en qué pensar. Existe un claro ideograma delictivo y una vandálica pulsión en muchas de esas aglomeraciones.

Pero visto el escenario entero, duele decir que cosechamos la fría y nada alentadora cifra de más de 700 mil jóvenes que no trabajan o no estudian. Un número importante de ellos consumidores habituales de estupefacientes y alcohol; otros ya son actores consumados del mundo criminal. Y una buena parte será laboratorio de riesgos con potencial clientela antisocial.

Mirada criminológica:

Las bases históricas y modernas del enfoque sociológico y criminal partieron con Sutherland (1947), cuando puso énfasis en la teoría de la asociación diferencial, planteamiento que ubica al delito como comportamiento esencialmente aprendido, proceso dinámico en la interacción con otras personas o grupos.

Delimitando quién o quiénes son más proclives a infringir la ley o a respetarla. Las motivaciones genuinas del delito, para Sutherland, nunca estarían del todo claras, pero la carpeta delictiva sí puede ser predecible. Uno de sus grandes aportes criminológicos consistió, además, en la descripción exacta y el descubrimiento basal de la brumosa y enredada delincuencia de cuello blanco.

La otra perspectiva es de Cohen (1955), indagó en la factura social y el ambiente reinante del vandalismo (hoy llamadas tribus urbanas) en el que permanecen los individuos: los sujetos interactúan con sus grupos de referencia, la influencia le sirve de fomento poderoso para generar factores y conductas criminógenas.

Cohen no involucra a todos las personas, habla más bien de aquellos individuos que, inclinados, “eligen las situaciones desviadas” en los grupos que tomarán como referente. La aprobación y la adaptación social jugarán su papel para establecer quienes decidirán cumplir la ley o finalmente defraudarla. El péndulo de valores y normas volverá a ser crucial a la hora de la empresa delictual.

El sociólogo estudió, por primera vez, la forma de una delincuencia que pretende un extraño y absurdo heroísmo tribal: ocurre cuando en vez de lucro y beneficios del crimen, muchos jóvenes procuran, sobre todo, causar daños a las víctimas. Especie tan común en este tiempo donde también la fealdad del comportamiento social tiene atractivo, goza de simpatía y convoca innumerables seguidores de la red social. La respuesta del “teteo” está en comprender las causas de tanto estrago juvenil y malestar social, porque lo otro será continuar enviando las ovejas al estilista…

Listín Diario

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