Cadáveres de vecinos y milicianos desparramados en calles de aldea israelí

KFAR AZZA, Israel, 11 oct.  — En el camino que entra a esta aldea rural, los cuerpos de milicianos yacen dispersos entre los restos de autos incendiados. Muros y puertas de lo que eran prolijas viviendas de estuco están abiertos al cielo. Los cadáveres en bolsas negras aguardan identificación, y el olor a muerte impregna el aire tórrido de la tarde.

Esta es la escena con que se encuentran los soldados israelíes al rechazar un asalto lanzado por Hamas desde la Franja de Gaza, en combates que han dejado cientos de muertos en un país estremecido y en un enclave palestino que está siendo bombardeado.

“Se ven los bebés, las madres, los padres en sus dormitorios y cómo los terroristas los mataron”, dijo el mayor general Itai Veruv, comandante de las fuerzas que retomaron la aldea, parado en medio de los escombros. “Esto no es un campo de batalla. Es una masacre”.

Oficiales israelíes encabezaron a un grupo de periodistas de The Associated Press y otros medios que recorrieron la aldea el martes, al día siguiente de retomarla de lo que según ellos fue un grupo de 70 milicianos de Hamas.

Kfar Azza, rodeada de campos cultivados y situada a poca distancia por un camino vecinal de la cerca fortificada que Israel erigió en torno de Gaza, es una de la veintena de poblaciones atacadas por los combatientes palestinos el sábado por la mañana. Antes del ataque, el kibutz, cuyo nombre hebreo significa “aldea Gaza”, era una población medianamente próspera de 700 habitantes con una escuela y una sinagoga.

El paseo entre lo que queda de la aldea es una muestra estremecedora de la destrucción.

En el perímetro de la aldea, el portón que protegía a los habitantes ha sido destruido. Las puertas de muchas casas han sido derribadas con lanzagranadas. Por todas partes se ven muros y autos acribillados a balazos, trazando un camino de violencia que continúa en dormitorios con colchones empapados de sangre, cuartos seguros que no lo fueron tanto, incluso baños.

Dentro de una casa parcialmente destruida colgaba un cuadro con un verso de una canción popular: “Te apoyaré porque tú me apoyas”. Y agrega: “En esta casa, todos somos amigos”.

Afuera, había granadas sin explotar. A corta distancia, una bandera de Hamas estaba arrugada en el polvo junto a un parapente, utilizado por los milicianos para atacar por aire.

Un periodista de AP vio los cuerpos de unos 20 milicianos, muchos de ellos hinchados y desfigurados. Cientos de soldados israelíes con cascos y blindaje corporal patrullaban las calles mientras el ruido de explosiones y disparos retumbaba en la distancia.

Veruv, retirado del ejército hace ocho años y que fue convocado el sábado, dijo que la escena era distinta de todo lo que había visto antes, incluso por tratarse de un país donde los choques con Hamas y otros grupos combatientes son frecuentes. Un vocero militar, el mayor Doron Spielman, comparó las escenas en Kfar Azza y otras aldeas vecinas que recorrió con las que vio como neoyorquino después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

“Recuerdo lo que viví el 11 de septiembre y al despertar al día siguiente, a la semana siguiente, y todo había cambiado”, dijo. “Es otra vez lo mismo. Pero peor, porque somos un país tan pequeño”.

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