Caracoles, cincuenta años después (2 de 2)
Miguel Guerrero
Claudio Caamaño Grullón me aseguró que en 1969 fue a verle en Puerto Rico su primo Luis, enviado por Fausto, el padre de Francis, para convencerle de que viajara a Santo Domingo con la idea que luego se trasladara a Cuba para convencer a su hijo de que retornara al país y desistiera de su propósito de entregarse a la actividad guerrillera. Fausto, general retirado, le arregló a Claudio una entrevista con el secretario general del PRD, José Francisco Peña Gómez, la cual tuvo lugar en un apartamento de la calle 19 de Marzo con Salomé Ureña, en la zona colonial, lugar donde operaron en 1965 las fuerzas constitucionalistas.
Peña Gómez le pidió que propusiera a Caamaño la candidatura presidencial, porque se sabía ya que Bosch abandonaría el partido. Para esa época se había descartado, según Caamaño Grullón, la fórmula Bosch-Caamaño, pactada en una reunión en España.
Caamaño Grullón me dijo que viajó a Cuba con 5,000 pesos y un itinerario que lo llevó a través de diferentes rutas a Moscú y La Habana. En sus reuniones con Francis tampoco logró convencerlo porque entendía que aceptar la candidatura equivaldría a una traición “porque a la postre no podría hacer un gobierno como el país necesitaba”. Poco después, fue Francis quien le convenciera de quedarse en Cuba para unirse al movimiento, apelando a sus fuertes vínculos y afectos.
Caamaño Grullón desmintió que Francis reaccionara de la manera en que Hamlet Hermann lo describe en su libro Caracoles al enterarse de que su padre, el ex general Fausto Caamaño, le pedía entregarse, señalando que se había limitado a decir medio en broma: “¡Ahora es que papá va a tener problemas con mamá!” Según Claudio, “las disquisiciones ideológicas de Hermann no eran propias de Caamaño. No eran del tipo de motivación que guiaban sus decisiones”. Y asegura que Caamaño no escuchó el pedido de su padre por la radio, sino que le informaron después sobre la emisión radial.